sábado, 31 de octubre de 2015

Retropost #278 (8 de junio de 2005): Cuentas rendidas



¿Alguien quiere un libro que vale 123 dólares?

Se titula The Dynamics of Narrative Form, y lo ha editado John Pier (Berlín y Nueva York: Walter de Gruyter, 2005). Tengo un artículo en él, titulado "Overhearing Narrative", y hay un par de revistas académicas que andan buscando alguien que haya trabajado en teoría narrativa y que quiera reseñarlo.

Los reseñistas hay que cazarlos con cazamariposas, como no sean los amigos que están dispuestos a someterse al sufrido trabajo (normalmente aburrido, y con riesgo de quedar mal o de disgustar) ya sea por amor al arte o con la esperanza de un toma y daca académico (hoy te reseño, mañana me reseñas... ). Me han preguntado si tenía sugerencias de a quién pedirle que la hiciese (cosa que realmente no es tan obvia), pero en un arranque de 1) Vanidad 2) Honestidad 3) Pereza 4) Angustia vital 5) Otros - elegir una o más, he sugerido que se ponga un anuncio en medios académicos y se envíe al mejor postor ¡si hay postores! Las reseñas cuentan prácticamente cero como publicación académica, con lo cual hace falta tener ganas para ponerse a hacer una, u otras motivaciones. Desde luego, el rendimiento académico directo, para el ridículum vitae de uno, tiende a cero.

En fin, aunque estoy un tanto escéptico con el tema últimamente, tampoco es cuestión de rechazar cien por cien los intercambios académicos personales. Hoy mismo le he enviado unas separatas mías al profesor que me escribió anteayer, de Finlandia; a él lo conocí por sus libros, que me gustaron, luego escribí unas reseñas sobre ellos, y me ha escrito. Igual hasta acabamos colaborando en algo. Pero por lo que tengo visto yo, la colaboración más intensa que se suele dar en la academia es la lectura detenida de los escritos de otra persona; a veces alguna discusión en un congreso--- pero se viene a confirmar en la academia lo que decía Roland Barthes de la literatura: quien habla no es quien escribe, y quien escribe no es quien es. Los libros son a menudo más sabios que quienes los escriben. En mis escritos, sé un mogollón de un montón de cosas, pero ese saber es en gran medida un efecto retórico, una construcción cuidadosa pasito a paso; igual que nadie en el mundo sabe construir él solo un avión a reacción, ningún autor conoce en ningún momento dado la totalidad de lo que dicen sus libros. Nuestras versiones de carne y hueso son bastante más falibles que los entes de papel que hablan en nuestros libros. Esos autores implícitos a los que definía Wayne Booth como versiones corregidas, mejoradas y abstraídas de la persona en cuestión. El yo que luzco en este blog es bastante más endeble que el de mis artículos académicos. ¿Será por eso más auténtico? Podría ser, encima, que fuese que no.




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