Según Arthur Schopenhauer, Parerga & Paralipomena I,6-8:
"Pero los profundos pensamientos de Malebranche habían dado la ocasión próxima al sistema leibniziano de la harmonia praestabilita, cuya amplia fama y alto prestigio en su tiempo dan prueba de que lo absurdo es l oque con mayor facilidad hace fortuna en el mundo. Aunque no me puedo jactar de tener una clara representación de las mónadas leibnizianas, que son al mismo tiempo puntos matemáticos, átomos corpóreos y almas, me parece fuera de dueda que una suposición semejante, uan vez comprobada, podría servir para ahorrarse todas las hipóptesis ulteriors en orden a explicar la conexión entre lo ideal y lo real, y despachar la cuestión diciendo que ambos están ya totalmente identificado en las mónadas (por eso también en nuestros días Schelling, en cuanto autor del sistema de la identidad, se ha recreado en ello). Pero al célebre filósofo matemático, enciclopedista y político no se le ocurrió aprovecharlas para eso sino que formuló a propósito la armonía preestablecida como fin último. Esta nos ofrece dos mundos completamente distintos, cada uno de ellos incapaz de actuar sobre el otro (Principia philos. § 84 y Examen du sentiment du P. Malebranche, p. 500 ss., en Oeuvres de Leibnitz, pub. P. Raspe), cada uno el duplicado totalmente superfluo del otro, si bien ambos han de existir a la vez, marchar en exacto paralelismo y mantenerse totalmente acompasados; por eso el Creador de ambos, ya al comienzo, ha establecido entre ellos la más exacta armonía, en la que ahora siguen marchando juntos de la forma más admirable. Dicho sea de paso, la harmonia praestabilita se podría quizá explicar de la mejor manera comparándola con el teatro, donde con gran frecuencia el influxus physicus existe sólo en apariencia, ya que la causa y el efecto no se conectan más que a través de la armonía preestablecida por el regidor; por ejemplo, cuando uno dispara y el otro cae a tempo. En los §§ y62 y 63 de su Teodicea Leibniz ha expuesto el tema en su monstruosa absurdidad de la manera más crasa y con brevedad. Y, sin embargo, en todo el dogma no tiene ni siquiera el mérito de la originalidad, por cuanto ya Spinoza había planteado con suficiente claridad la harmonia praestabilita en la segunda parte de su Ética, en concreto en las proposiciones sexta y séptima con sus corolarios, y de nuevo en la parte quinta, proposición 1, después de que en la proposición quinta de la segunda parte hubiera expresado a su manera la doctrina afín de Malebranche según la cual todo lo vemos en Dios Así pues, Malebranche es el único autor de todo ese argumento y arreglado tanto Spinoza como Leibniz, cada uno a su manera. Leibniz habría podido incluso prescindir del tema, pues abandonó ya el simple hecho que constituye el problema—que el mundo nos es dado inmediatamente como nuestra mera representación— para sustituirlo por el dogma de un mundo corpóreo y un mundo espiritual entre los cuales no es posible ningún vínculo; porque él enlaza la cuestión de la relación entre las representaciones y las cosas en sí mismas con la que se refiere a la posibilidad de los movimientos del cuerpo mediante la voluntad, y soluciona ambas juntas a través de su harmonia praestabilita (Véase système nouveau de la nature, en Leibniz Opp, ed. Erdmann, p. 125.—Brucker hist. ph. Tom. IV., P. II, p. 425) El mo0nstruoso absurdo de su hipótesis lo hicieron patente ya algunos de sus contemporáneos, en especial Bayle, al exponer las consecuencias que de ella derivaban. (Véase, en los Escritos menores de Leibniz traducidos por Huth en el año 1740, la nota a la página 79, en la que Leibniz mismo se ve obligado a exponer las escandalosas consecuencias de su afirmación). Sin embargo, precisamente la absurdidad de la hipótesis a la que fue impulsada una cabeza pensante por el presente problema demuestra la magnitud, la dificultad y la perplejidad del mismo, y en qué poca medida se lo puede eliminar y cortar el nudo con una simple negación, tal y como se osa hacer en nuestros días."
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