(Frank Harris, El hombre Shakespeare y su vida trágica. Barcelona: Vitae Ediciones, 2004).
Acabo de leer en traducción española este libro que se escribió hace unos cien años, y que es un buen ejemplo del estilo decimonónico de crítica biográfico-impresionista con la que acabarían los críticos estéticos, los New Critics, los estructuralistas y los desconstructivistas y que vuelve a conectar en cierto modo con los intereses actuales de críticos culturales, feministas y nuevos historicistas. No es casual que Harris sea uno de los autores citados por Greenblatt en su reciente biografía de Shakespeare (en concreto cuando interpreta el epitafio de Shakespeare como una manera de evitar que la Sra. Shakespeare fuera enterrada con él). El planteamiento de ambos libros es el básico en la crítica de base biográfica: relacionar aspectos de la obra con episodios de la vida real o emocional del autor, una dimensión básica de la crítica a la que ha sido en general ciega la teoría literaria del siglo XX. A veces Harris salta a conclusiones precipitadas, o presenta como hechos lo que sólo son probabilidades, o incluso especulaciones, o incluso improbabilidades (como su identificación de la Dark Lady con Mary Fitton). Y no es extraño en ese sentido que este libro haya sido abominado por muchos. Pero tiene muchos lados positivos: así la ausencia de reverencia hacia Shakespeare, a quien Harris contempla "on this side Idolatry", y realmente lejos de la línea divisoria, sin que eso le impida apreciar lo que de grande hay en el autor. Como Samuel Johnson, no teme denunciar lo que le parece bobería, o ridiculez, o mediocridad encumbrada, que también hay mucho de eso en Shakespeare, "the man". También señala con bastante acierto algunas limitaciones de la percepción o el pensamiento de Shakespeare, limitaciones que escapan a la percepción de quien concibe a Shakespeare sin límites visibles (Harold Bloom, por ejemplo, y su por otra parte excelente Shakespeare: The Invention of the Human). Un ejemplo: el snobismo o apego de Shakespeare a las clases altas le cegaba parcialmente a ciertas realidades de su tiempo.
"Veamos un ejemplo de lo que perdió con ello. Aunque vivió en una época de fanatismo, nunca creó un personaje fanático o reformador, nunca concibió a un hombre que nadase contra la corriente de su época. No tenía más que una idea vaga de los pocos espíritus de cada época que habían señalado a la humanidad ideales nuevos y más altos; no podía comprender a Cristo ni a Mahoma, y parece que se interesó muy poco por Juana de Arco, el ser más noble que se puso al alcance de su arte . . . . Hasta el fanático inglés pasó para él desapercibido; su Jack Cade, como ya hemos advertido, es una mala caricatura; ningún Cade induce a sus compañeros a salvarse apelando a sus mejores cualidades, a su sentido de la justicia o de lo que ellos toman por justicia. El Cade que desea embaucar a los hombres en provecho de sus groseras ambiciones puede conseguir el apoyo de unos pocos incautos, pero no millares de fervientes partidarios. Shakespeare nunca comprendió estas verdades elementales. Sin embargo, ¡cuánto más grande habría sido si las hubiese comprendido, si hubiese estudiado con cariño aunque no hubiese sido más que un solo puritano y lo hubiese retratado con simpatía! Pues el fanático es uno de los goznes sobre los que gira la puerta del mundo moderno." (p.398).
Bueno, lo de que "no se interesó" por Juana de Arco, pasémoslo como eufemismo, porque en Enrique VI presenta de ella un retrato sexista, machista, patriotero, falso y deshonesto. Cuando Harris habla de "fanáticos" hay que entender "fanáticos opuestos al orden establecido", no "fanáticos del orden establecido", a los que sí retrató Shakespeare bien, y con quienes se encontraba mas a gusto (on this side idolatry).
Así pues, un libro para leer por supuesto "on this side Idolatry", para confrontar opiniones, pero aviso, un libro que va subiendo de nivel a medida que avanza hacia su conclusión. La traducción, ya publicada en Argentina en 1947, está bastante bien, menos cuando incluye pésimas citas de otras traducciones de las obra de Shakespeare. Numerosísimos errores de tipografía, eso sí, y también con otros fallos, por supuesto (así, el traductor parecía creer que "Dryasdust", el arquetípico crítico muermo invocado por Harris, y por Walter Scott antes de él, es un personaje con existencia real). Pero vaya, si es que lo es — ¡con muchas existencias reales! Harris no es uno de esos clones, desde luego.
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