Al llegar la Restauración en la Inglaterra de 1660, no hubo venganzas masivas contra los representantes del régimen anterior. Sin embargo, no se privó el rey Carlos II de algunas decapitaciones para vengar la de su padre Carlos I, entre ellas la decapitación póstuma del dictador Cromwell. Éste, lamentablemente, había fallecido, pero se le desenterró, ahorcó, descuartizó y se humilló públicamente su cadáver.
Algo de este espíritu anima al PSOE y a la izquierda en su obsesión con desenterrar a Franco y expulsarle del Valle de los Caídos cuya construcción impulsó éste, y que se convirtió en su mausoleo póstumo, al parecer sin ninguna intención al respecto por parte del dictador, y por deseo expreso de su heredero Juan Carlos I.
Sea como sea, mi opinión es que a los muertos es mejor dejarlos donde han ido a parar—ni siquiera me parece muy bien lo de desenterrar las momias de los faraones. Pero es que en este caso hay una voluntad malsana y deliberada de reabrir viejas heridas, so pretexto de cerrarlas definitivamente.
La voluntad de ofender simbólicamente a la España franquista con humillación pública de los restos de Franco es obvia dígase lo que se diga, y de hecho el mismo PSOE que nos desgobierna tiene intención de multar e imponer penas a quien defienda el régimen franquista (supongo que también a quien defienda sus aciertos y no sólo sus desaciertos).
José Antonio Primo de Rivera, asociado al régimen franquista a posteriori, y sin que él desde luego tuviese mucha parte en ese régimen, también ha sido designado sin embargo para recibir la mancillación simbólica de este gobierno cobarde, rencoroso y abyecto. Y eso que mal se puede negar que José Antonio Primo de Rivera sí fue una víctima de la guerra civil—aquí no vale la excusa que se da en el caso de Franco, diciendo que Franco no murió en la guerra y por tanto no debía estar enterrado en el Valle de los Caídos. Pero José Antonio fue el santo laico del franquismo, el primero de los Caídos, apelativo que en el imaginario de la España nacional cubría en principio a los "caídos por Dios y por España" y no tanto a cualquier caído en la guerra, y bastante de eso quedaba en el Valle de los Caídos a pesar de su voluntad supuestamente integradora y reconciliadora. Cada cosa es producto de su tiempo—y me temo que el proyecto infecto de desenterrar a los iconos franquistas es producto típico de nuestro tiempo de manipulación simplista de las imágenes.
El Gobierno confirma que también trasladará los restos de Primo de Rivera del Valle de los Caídos https://t.co/ZmsA875KOM— Prensa fresca (@prensafresca) 3 de julio de 2018
Nada más falsario que las declaraciones del gobierno al efecto de que quiere hacer un monumento a la reconciliación de los dos bandos de la guerra civil—cuando eso era precisamente el Valle de los Caídos, un monumento al perdón y a la reconciliación, desde luego desde el punto de vista del régimen franquista. No entender eso no es precisamente un gesto de reconciliación, sino algo que canta mucho como una maniobra rastrera y patética de venganza o de falsa victoria póstuma.
Un acto de venganza despechada, disfrazado de gesto de reconciliación—¿Se puede ser más falso?
Quien quiera un Valle de los Caídos a su gusto y voluntad, que se lo trabaje, y se lo construya en otra parte. El parche infecto éste de Sánchez sólo da la medida de su persona, y de la de sus acólitos.
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