Perdí la cámara nueva que me había comprado, y con ella más de tres mil fotos del verano pasado. Entre ellas todas las de la excursión a Finisterre. Algunas quedaron en el teléfono móvil. Todas las fotos, todos los momentos, se perderán como se perdieron estas fotos y estos momentos. Como lágrimas en la lluvia, ya saben.
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