viernes, 20 de julio de 2018

Retropost (20 de julio de 2008): Escritura e inmersiones



Una foto de Flickr

La mente inmersa en la escritura se crea su propio espacio de orientación, no digo ya en el mundo descrito por la escritura, sino en la misma interfaz que comunica el mundo físico con ese otro mundo significado. Y así el papel, y especialmente la pantalla, se convierten en un espacio donde uno se orienta y se mueve, y que recorre también, asociado al tiempo de la escritura. Supongo que los adictos a los videojuegos tienen experiencias de inmersión mucho más vívidas, pero es curioso que hasta en un entorno sin imágenes ni virtualidad, sólo de palabras, enlaces, ventanas y espacio en la pantalla, se dé este tipo de inmersión. El aspecto más llamativo es cuando se proyecta al revés, y pasa a otros aspectos de la experiencia— y tienes sueños de navegación en la red, o es el mundo físico el que se textualiza o se cibernetiza, y espontáneamente pasas a establecer relaciones asociativas entre tus movimientos en el mundo y los movimientos en la pantalla.  No me pasa sólo a mí—según parece son cosas por las que van pasando las personas como un trayecto repetido una vez se embarcan en la escritura y en la pantalla. Veo dos ejemplos llamativos, asociados a la natación, en los comentarios de autores de diarios electrónicos en Cher écran de Philippe Lejeune. Una diarista, Nicole Ollier, dice haber reemplazado los largos de piscina, va y ven, por la escritura del diario: "Simple changement de lignes!" y ve que ocupa una función similar en su vida que el rato del baño en la piscina: función de retiro consigo misma, meditación o "inmersión" en un elemento distinto. Otro diarista también observa la misma asociación que se produce en su mente entre la inmersión en el agua y en el espacio de la pantalla en blanco. Pero lo mismo podría decirse de la página. La escritura personal, especialmente la diarística o meditativa, es un espacio de auto-interacción, y en tanto que tal, representa la inmersión en un marco de referencia distinto. No es de extrañar por eso que los diaristas presten especial atención al espacio de interfaz—la calidad del papel en el que escriben, el color de la tinta, los trazos físicos de la escritura manuscrita—o, en el ordenador, la personalización del sitio web con un estilo particular. Es otro espacio en el que entramos a veces, y puede asociarse también a otros espacios propios: el momento del paseo a solas, o el jogging, que también trazan un trayecto. Correr, especialmente, a la vez que es una actividad bien delimitada por movimientos diferentes de los habituales, además también nos sumerge en una dimensión temporal distinta: si corremos, viajamos un poco en el tiempo, hacemos que todo a nuestro alrededor suceda más despacio, y al parar de correr la marcha habitual del tiempo nos atrapa otra vez, nos ponemos al ritmo temporal del resto de la realidad. Con la escritura sobre uno mismo también se entra en otro espacio y en otro tiempo. 



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