Otra de las comedias raciales/sexuales de Will Smith, cuyas difíciles
relaciones con las mujeres blancas hemos seguido últimamente en
Yo, Robot y en
Soy Leyenda.
Aquí hace de un superhéroe negro borracho y desorganizado, Hancock. Del
corazón de Smith nunca está lejano el arquetipo del negrata de la
calle, deslenguado, desvergonzado, y aparentemente amenazador para los
blancos o ajeno a su mundo. Luego, claro, son comedias de integración en
las que juega un papel heroico, o irónico, y en todo caso mostrando que
el antisocial hostil a los blancos es sólo un barniz o disfraz. Con las
blancas lo tiene más difícil todavía—aquí llega a besar a una (Charlize
Theron), y encima casada con un blanco, pero el beso del negro y la
blanca va seguido de un monumental tortazo y luego una pelea que casi
destroza el barrio. Resulta que los dos son superhéroes o dioses o algo
así que vienen amándose y peleando a través de los tiempos, pero que
sólo conservan sus poderes cuando se mantienen a distancia uno de otro.
Todas las demás parejas de dioses (no consta que fuesen interraciales)
murieron al amarse—sólo esta sobrevive a través de los siglos, hay que
deducir que porque es pareja imposible de negro y blanca. Hancock
averigua esto, y su historia, hablando con ella—él sufría amnesia,
mientras que Charlize lo sabía. Descubren la superidentidad de ella
Hancock y su marido, un publicista blanco—y tras muchos avatares, y casi
perder la vida por estar demasiado cercanos, guardan las distancias,
cómo no, ella volviendo a su vida de ama de casa discreta, y Hancock
retomando una vocación de superhéroe más aceptable y convencional, Si
es que es una comedia de integración... claro que de integración dentro
de un orden, porque Hancock está al final condenado al celibato o al
menos a no mojar blanca. En su lugar se ha hecho con una mascota, un
águila. Sobre el tema de las águilas americanas que aparecen a pares en
el cartel promocional: Hancock es al principio el típico borrachuzo
indeseable, tumbado en un banco donde figura esa águila americana—siendo
él la negación del sueño americano. Pero posibilidades tiene—sólo que
no las aprovecha bien. El publicista le enseñará, y a cambio Hancock
hará triunfar su plan de un logotipo visible a nivel mundial,
inscribiéndolo en la luna. El copyright reportará pingües beneficios, y
vemos así que el arreglo de los males del mundo se hará dentro de las
pautas del beneficio empresarial. Hancock apoya esto aunque sea un tanto
desganadamente. Sí pasa a volar con más elegancia, y a vestirse de
superhéroe en lugar de vestirse de capullo callejero. Lo de que lo
llamen capullo lo lleva muy mal, es lo que le llama una blanca a la que
le toca la pierna groseramente al principio. Luego se resigna a su
lugar. El águila, como decía, pasa de su gorro (allí un ideal mal
llevado o degenerado) a materializarse al final como su mascota, una
especie de logotipo viviente ahora. Recuerda también al halcón que
llevaba el superhéroe negro ayudante/auxiliar del Capitán América, El
Halcón. Recordemos que el Halcón también llevaba mal lo de su
subordinación al capi, no tener superpoderes, y al final conseguía una
alas para volar de verdad. Y recordemos también que en la anterior
película de Smith,
The Pursuit of Happyness, donde
el personaje de Will Smith buscaba desesperadamente la promoción social
y el empleo fijo, su hijo llevaba siempre su juguete favorito, una
figurita del Capitán América. Recordemos, por último, que John Hancock
era
el primer firmante de la Declaración de Independencia de EE.UU. (mientras que el último viene a ser Barack Obama)...
Vamos,
que Will se apunta willingly al sueño americano, aunque requiera
desautorizar a los chicos de la calle, hacer jornada intensiva,
relaciones públicas, merchandaising planificado—y encima no se ligue
nada.
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