Pero
siendo entonces todo los mismo en todas partes, las diferencias de
grado y proporción y las proporciones estadísticas son altamente
relevantes, y vale decir que se convierten en diferencias de sustancia.
Que todos los casos no son iguales, vamos.
Y
para sustanciosas, o más bien propias de gente con poca sustancia, vale
destacar las políticas lingüísticas de los nacionalistas en la España
de hoy. De los nacionalistas, y de los socialistas, pues los socialistas
han resultado ser nacional-socialistas en cada corroncho local por
algún efluvio del lugar, o influencia irresistible; del mismo modo que
el Partido Popular tiene contorsiones, espasmos y da señales de ir a
hacer una mutación hacia el populismo-nacionalismo para mimetizarse con
el paisaje dominante.Bien, pues en Galicia, que es donde paso las vacaciones desde hace años, hay dos idiomas con los que según mito popular (y oficial) nunca ha habido problema de convivencia. Eso de "cuando a la gente le hablan en gallego, pues habla en gallego, y cuando le hablan en castellano, pues contestan en castellano sin ningún problema". Como si todos supiesen "castellano" y gallego, vamos. Otra versión: "Y si no, os cada uno habla en lo que quiere y os entendéis igual". Me gustaría ver qué hubiese pasado en tiempos pre-autonómicos (o post-autonómicos) si a alguien se le hubiese ocurrido hacer un examen en un idioma distinto al estipulado o esperable, o si un presentador de la televisión saliese hablando en el idioma que le diese la gana a él—aun siendo oficiales los dos idiomas oficiales.
Los nacionalistas del terruño, sean populares, socialistas o secesionistas, gravitan hacia el monolingüismo local con una atracción irresistible e inexplicable, sólo comparable a la del perro por volver a su vómito. Y así vemos como poco a poco la rotulación oficial se va volviendo monolingüe terruñosa; primero la oficial, y luego la privada, primero por subvención oficial e incentivos psicológicos varios, luego por multa a quien no se pliegue, como ya sucede en Cataluña. Y lo mismo con la educación, sentando las bases de un próspero futuro de profesionales y funcionarios que sólo hablen vasco, o catalán, o bable. Que tampoco, ojo, es que les dejen hablar a los chavales en la escuela lo que ellos quieren o hablan, para nada van los tiros por allí. Le preguntaba a un chaval de pueblo por aquí, y me dice que "en gallego hay que hablar cuando te mandan, y si no te castigan". Y que no puede hablar tampoco de la manera que a él le sale cuando habla en la calle con otros chavales: "¡No hables en castrapo!" De la lengua del pueblo, me río yo. Esa nunca tiene lugar en el sistema educativo. Y en secundaria, se pone la cosa más seria: "Allí, a la tercera vez que te pillan hablando en español, expulsado una semana".
La situación en Galicia es realmente pintoresca. A la gente, sobre todo la gente mayor, la oyes hablar entre sí en gallego por la calle con sus amistades, aunque en las tiendas ya tiendan a usar más el español. Los periódicos están casí íntegramente en español, aunque siempre con alguna columnilla en gallego por aquí y por allá, más por no desentonar parece que por otra cosa—y aquí ya ha habido desde Rosalía de Castro al menos un interés por conservar esta lengua. Pero, ¿los políticos? En gallego como un solo hombre, aunque sea un gallego más falso que un duro de madera, que se ve que la mayoría sólo lo hablan cuando tienen un micrófono delante. En los medios públicos, lo mismo: cadenas subvencionadas por decreto sólo en gallego, y noticias en las radios en un gallego lo más desgalleguizado posible, una especie de híbrido oficialmente aceptable de gallego con fonética española, para que la gente se entere, que no conviene tampoco quedarse sin audiencia si empezamos a hablar con tono cantarín. Que el acento gallego gallego sigue sonando a paleto, por lo que parece, hay que darle un lavado de cara, un poco como si los presentadores de TVE hablasen a lo Miguel Ríos, en español con entonación y dejes de inglés.
De aquí a que se abuchee a quien hable en español en el parlamento gallego, como pasa en el parlamento catalán, poco falta. Y si de las autoridades depende, la lengua común (común no sólo a la mayoría de los gallegos, sino común a Galicia y al resto de España) se irá eliminando del espacio público tan sistemáticamente como si fuese una peste indeseable. Hasta ahí les llega la lógica y el sentido común a nuestros políticos.
La Secretaría de Política Lingüística del gobierno gallego paga anuncios animando a la gente a hablar en gallego. Se pregunta uno por qué, siendo las dos lenguas oficiales, no hay otros tantos anuncios animándoles a hablar en español. Que aparte de ser también "lo tuyo" etc. etc. para muchos, ofrecería otras ventajas que se pasan por alto con esta política cegata y obcecada. Ahora que la gente se resiste, claro—si no, no harían falta anuncios, ni subvenciones. Como digo, en cuanto alguien se juega los cuartos suyos (no los del gobierno que no son "de nadie") ni lo duda y usa el español, como sucede en los periódicos, o en las programaciones no subvencionadas o no obligadas por cuota. Y cuando en la radio los presentadores monolingües gallegos entrevistan a alguien (a alguien sin consigna o sin instrucciones del jefe, se entiende) rarísima es la vez en que habla en gallego. Habla en español, en una lengua que al decir de los Xunteros no es propia—que hay que ver cómo es la gente, qué falsa.
Creo que va siendo hora de pasar a las multas.
(PS: Aunque hay quienes lo llevan con retranca. Compruebo con sorpresa que La Voz de Galicia—sin cambiarse el nombre a A voce de Galicia, tiene en gallego íntegramente la portada, pero sin perdonar una noticia, y hasta el ano de publicación. Ahora bien, la continuación de todas esas noticias en páginas interiores está en español, y el gallego sólo aparece en las dos o tres columnillas de rigor. Esto es gracioso—pero también es síntoma de una situación altamente atípica. Como lo es que haya sido el Partido Popular, y no ningún Bloque galleguista, el responsable de eliminar hasta el menor rastro de español de la señalización oficial).
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