La emergencia del símbolo
Publicado en Semiótica. com. José Ángel García Landa
Me releía (releía digo) hoy un interesante artículo de Richard van Oort sobre "The Cognitive and Anthropological Origins of Narrative" (2001), que retoma ideas de Terrence Deacon y de Mark Turner (nota 1) sobre el origen y naturaleza cognitiva de la narración.
Turner basa la narración en maniobras cognoscitivas más básicas:
reconocimiento de secuencias de acontecimientos, intencionalidad de
acciones, identificación de procesos, "pequeñas narraciones" que son
también parte de la base cognitiva de otras especies distintas a la
humana. Pero para van Oort no queda explicada con eso la especificidad
humana de la narración.
Deacon proporciona una clave
asociando (como Ricoeur había hecho, siguiendo otra línea de indagación)
narración y metáfora, o más bien, la capacidad simbólica de la
narración para asociar unos sentidos con otros, con las fusiones y
desplazamientos conceptuales que caracterizan al pensamiento simbólico.
Establece Deacon una jerarquía entre los tres tipos de signos
distinguidos por Peirce (iconos, indicios y símbolos), una jerarquía que
podemos calificar de emergente, pues la generación de los signos más
elaborados (los símbolos) descansa sobre los procesos mentales
necesarios para esas actividades semióticas más básicas que son la
identificación de iconos y de indicios.
Los gritos de los
primates, por ejemplo, son indiciales: aunque pueden ser distintos para
referirse a distintos depredadores, no son lenguaje porque van
estrechamente ligados espacial o temporalmente a la presencia de su
referente. No los emplean los monos para hablar de depredadores cuando
los depredadores no están allí.
El símbolo es un signo
más elaborado, que tiene según Deacon una doble referencia—doble, un
fenómeno emergente podríamos llamarlo, que descansa sobre una
referencia simple más elemental. El símbolo se refiere tanto a su objeto
como a otros símbolos—un poquito a la manera de lo que Jakobson
llamaría función poética. Es esta poiesis la que desvincula al símbolo
de su asociación directa con un estímulo, y permite la referencia a
entes imaginarios, no presentes, significados. La capacidad de ficción
(o la capacidad de mentir, que diría Umberto Eco) es por tanto crucial
en la disociación de signo y estímulo que requiere la aparición de la
inteligencia humana.
Esta disociación querría
relacionarla yo con la idea de "reproyección" a la que aludía en mis
comentarios a la teoría del origen del lenguaje de Arbib (nota 2). La emergencia del símbolo ha de asociarse al desarrollo de procesamientos cognitivos reflexivos,
que generan imágenes autónomas que regulan la comunicación entre
distintas funciones cerebrales. A su vez, estas imágenes pueden estar
asociadas a los procesos comunicativos interactivos, por ejemplo los que
surgen de la acción de las neuronas espejo. El procesamiento simbólico
debería entenderse como un fenómeno que surge tanto de la
autocomunicación del sujeto (o de partes de su cerebro o procesos
cerebrales unos con otros—de la necesidad de asociar la boca con la
mano, por ejemplo) como de la comunicación entre sujetos. La
comunicación interna y la externa no están aisladas, sino estrechamente
involucaradas una con otra.; se retroalimentan, y es por eso que la
complejidad de la elaboración de símbolos comunicativos "públicos" se
traduce en una mayor complejidad de los procesos mentales del sujeto.
Las estrategias desarrolladas para crear y sustentar símbolos
autónomos (no indiciales, sino que reposan sobre estructuras simbólicas
previas) sirven a su vez para crear sentidos y modalidades de
procesamiento más complejas. Tal es el funcionamiento, por ejemplo, de
la intertextualidad en la literatura evolucionada. Y estas estructuras
simbólicas permiten el desarrollo no sólo de procesos mentales más
complejos, sino también de acciones simbólicas colectivas más
elaboradas. El desarrollo posible de una literatura en Second Life,
pongamos—como ejemplo quizá extremo de desplazamiento simbólico.
Y las narraciones, y las técnicas narrativas asociadas al desarrollo
de sus tradiciones, son una de las maneras más elaboradas de crear
espacios simbólicos para unificarlos, desplazarlos, o manipularlos. Una
teoría de la narratividad emergente, por tanto, continúa y complementa la teoría del simbolismo emergente.
———
Nota 1) Terrence Deacon, The Symbolic Species: The Co-Evolution of Language and the Brain (New York: Norton, 1997); Mark Turner, The Literary Mind (Oxford: Oxford UP, 1996).
Nota 2) Ver mi artículo "Internalized
Interaction: The Specular Development of Language and the Symbolic
Order / Interacción internalizada: el desarrollo especular del lenguaje y
el orden simbólico." (PDF en el Social Science Research Network).
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