Me acabo de leer Éperons,
de Jacques Derrida, que analiza las relaciones entre la noción de
estilo y la concepción de la mujer en Nietzsche. No es un libro
claro—de hecho nos asegura el autor que se ocultan en él sentidos que
no descifraremos.
Termina con el análisis de una frase hallada póstumamente entre las notas de Nietzsche:
" "Me he olvidado el paraguas" "
Lo pongo así, entre comillas, para que se vea que la nota original incluía las comillas. Quizá sea esa cualidad citacional la que le pica la curiosidad a Derrida. Que declara la expresión indescifrable. ¿Será una cita tomada de otra parte? ¿Un futuro ejemplo a utilizar? ¿Un recordatorio a sí mismo? ¿Una frase en clave? ¿Algo garabateado al azar?
Termina con el análisis de una frase hallada póstumamente entre las notas de Nietzsche:
" "Me he olvidado el paraguas" "
Lo pongo así, entre comillas, para que se vea que la nota original incluía las comillas. Quizá sea esa cualidad citacional la que le pica la curiosidad a Derrida. Que declara la expresión indescifrable. ¿Será una cita tomada de otra parte? ¿Un futuro ejemplo a utilizar? ¿Un recordatorio a sí mismo? ¿Una frase en clave? ¿Algo garabateado al azar?
(¿O quizá Nietzsche empleaba las
comillas a modo de subrayado, para añadir énfasis, como esos catetos
que escriben carteles como Está
terminantemente "prohibido" sacar los vasos a la calle ?)
En todo caso,
"Legible
como un escrito, este inédito puede continuar secreto para siempre, no
porque contenga un secreto sino porque puede faltarle, y simular una
verdad escondida en sus pliegues.
Este límite está prescrito por su estructura textual, se confunde también con ella; y es ella, la que , en su juego, provoca y descabalga al intérprete.
No concluyáis de eso que haya que renunciar enseguida a saber lo que quiere decir eso: sería otra vez la reacción estetizante y oscurantista del hermeneuein.
Para tener en cuenta, lo más rigurosamente posible, este límite estructural, a la escritura como resto marcante del simulacro, hay que llevar, por el contrario, el desciframiento lo más lejos posible. Un límite tal no llega al borde de un saber para indicar un más allá: atraviesa y divide un trabajo científico cuya condición también es ese límite mismo, trabajo que abre a sí mismo.
Si Nietzsche hubiese querido decir algo, ¿no podría ser ese límite de la voluntad de decir, como efecto de una voluntad de poder necesariamente diferencial, y por tanto siempre dividida, plegada, multiplicada?
Jamás se podrá suspender la hipótesis, por lejos que llevemos la interpretación a consciencia—la totalidad del texto de Nietzsche quizá sea, enormemente, del tipo "me he olvidado del paraguas".
Que es tanto como decir que ya no habría una "totalidad del texto de Nietzsche", ni siquiera fragmentaria y aforística.
Como para exponerse a los relámpagos o rayos de un inmenso trueno de risa. Sin pararrayos y sin techo.
"Wir Unverständlichen… denn wir wohnen den Blitzen immer näher": "Nosotros los incomprensibles [título del fragmento 371 de La Gaya Ciencia] ¡porque habitamos siempre cada vez más cerca del rayo!" Remóntese, poco más arriba, al fragmento 365 que se cierra así: ("…¡ nosotros los hombres póstumos!")"
Este límite está prescrito por su estructura textual, se confunde también con ella; y es ella, la que , en su juego, provoca y descabalga al intérprete.
No concluyáis de eso que haya que renunciar enseguida a saber lo que quiere decir eso: sería otra vez la reacción estetizante y oscurantista del hermeneuein.
Para tener en cuenta, lo más rigurosamente posible, este límite estructural, a la escritura como resto marcante del simulacro, hay que llevar, por el contrario, el desciframiento lo más lejos posible. Un límite tal no llega al borde de un saber para indicar un más allá: atraviesa y divide un trabajo científico cuya condición también es ese límite mismo, trabajo que abre a sí mismo.
Si Nietzsche hubiese querido decir algo, ¿no podría ser ese límite de la voluntad de decir, como efecto de una voluntad de poder necesariamente diferencial, y por tanto siempre dividida, plegada, multiplicada?
Jamás se podrá suspender la hipótesis, por lejos que llevemos la interpretación a consciencia—la totalidad del texto de Nietzsche quizá sea, enormemente, del tipo "me he olvidado del paraguas".
Que es tanto como decir que ya no habría una "totalidad del texto de Nietzsche", ni siquiera fragmentaria y aforística.
Como para exponerse a los relámpagos o rayos de un inmenso trueno de risa. Sin pararrayos y sin techo.
"Wir Unverständlichen… denn wir wohnen den Blitzen immer näher": "Nosotros los incomprensibles [título del fragmento 371 de La Gaya Ciencia] ¡porque habitamos siempre cada vez más cerca del rayo!" Remóntese, poco más arriba, al fragmento 365 que se cierra así: ("…¡ nosotros los hombres póstumos!")"
Y a continuación, así abre Derrida su última sección:
"Un paso más.
Supongan que la totalidad, en cierto modo, de lo que yo (por así decirlo) acabo de decir, sea un injerto errático, quizá paródico, eventualmente del tipo "me he olvidado el paraguas".
Si no lo es en su totalidad, al menos este texto, que ya comenzáis a olvidar, quizá lo sea en algunos de sus movimientos más derrapantes, de modo que su indescifrabilidad se propaga sin medida.
Sin embargo, mi discurso era tan claro como "me he ovidado el paraguas". Incluso tenía—¿verdad?—algunas virtudes o pesadeces retóricas, pedagógicas, persuasivas.
Suponed sin embargo que esté encriptado, que haya elegido yo tales y cuales textos de Nietzsche (por ejemplo, "me he olvidado del paraguas"), tales conceptos o tales palabras (por ejemplo "espolón") por razones cuyo código e historia yo sea el único en conocer. O aún más, por unas razones, una historia, y un código, que para mí mismo no tienen ninguna transparencia. En última instancia, podríais decir también, no hay código para uno solo. Pero podría haber una clave de este texto entre yo y yo, contrato por el cual sumo más de uno.
Pero como yo y yo moriremos, sin duda, hay allí una necesidad estructuralmente póstuma de mi relación—y de la vuestra—con este texto que no llega a sí mismo jamás.
El texto puede siempre quedarse a la vez abierto, ofrecido, e indescifrable, sin que siquiera se sepa que es indescifrable."
Supongan que la totalidad, en cierto modo, de lo que yo (por así decirlo) acabo de decir, sea un injerto errático, quizá paródico, eventualmente del tipo "me he olvidado el paraguas".
Si no lo es en su totalidad, al menos este texto, que ya comenzáis a olvidar, quizá lo sea en algunos de sus movimientos más derrapantes, de modo que su indescifrabilidad se propaga sin medida.
Sin embargo, mi discurso era tan claro como "me he ovidado el paraguas". Incluso tenía—¿verdad?—algunas virtudes o pesadeces retóricas, pedagógicas, persuasivas.
Suponed sin embargo que esté encriptado, que haya elegido yo tales y cuales textos de Nietzsche (por ejemplo, "me he olvidado del paraguas"), tales conceptos o tales palabras (por ejemplo "espolón") por razones cuyo código e historia yo sea el único en conocer. O aún más, por unas razones, una historia, y un código, que para mí mismo no tienen ninguna transparencia. En última instancia, podríais decir también, no hay código para uno solo. Pero podría haber una clave de este texto entre yo y yo, contrato por el cual sumo más de uno.
Pero como yo y yo moriremos, sin duda, hay allí una necesidad estructuralmente póstuma de mi relación—y de la vuestra—con este texto que no llega a sí mismo jamás.
El texto puede siempre quedarse a la vez abierto, ofrecido, e indescifrable, sin que siquiera se sepa que es indescifrable."
Nos lleva a pensar Derrida que no es sólo el texto de Nietzsche, o el suyo, o el mío, el que en efecto contiene códigos privados, y sentidos secretos que se nos escapan incluso a nosotros mismos. Todo texto, por necesidad, tiene lugar entre el espacio de dos estilos: un estilo de escritura y un estilo de lectura. Todo el texto está lleno de indicios, de iconos—de lenguaje no verbal, aunque por estar tan lleno de palabras, creamos que es todo lenguaje verbal. El texto también habla con el cuerpo—el body language del texto, eso es el estilo de ese texto. Un estilo que cambia según el estilo de quien lo lee.
—oOo—
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