Hay una curiosa dicotomía en la palabra "moral", entendida como sustantivo y como adjetivo. "La moral" de una sociedad, por ejemplo, frente a "esto es moral, o inmoral." El adjetivo "moral" es valorativo, introduce una valoración positiva, y quizá el sustantivo también sea implícitamente valorativo, pues no existe sociedad sin moral.
Para definir qué es moral hay que proceder por niveles de
complejidad, o de centralidad. Una moral refinada, compleja o problemática, se
edifica sobre los fundamentos de una moral más básica o elemental. Así "es
moral", en principio, el comportamiento que se atiene a la moral
generalmente aceptada en un entorno social—y tanto más si conlleva sacrificio
personal. Hay aquí un elemento de generalidad, o de mera
"gramaticalidad" de lo moral, que sigue unas reglas en principio
establecidas, aun en el caso de acciones notables o moralmente heroicas.
Pero un análisis más individualizado de un acto podrá hallar
que determinada acción es moral aunque (aparentemente) contradiga los valores
generalmente aceptados en un entorno social, o (inversamente) que es inmoral
aunque se atenga a ellos. Una de las razones posibles para esto, entre otras,
consistiría en declarar a toda una moral cultural como "inmoral"
desde el punto de vista que adoptamos: así, el acto de Huckleberry Finn
ayudando al negro Jim a escapar es inmoral para su sociedad esclavista, e
incluso para la parte de él mismo que ha interiorizado esos valores, pero es
moral para "nosotros", los lectores implícitos del libro de Mark
Twain, y para nosotros, los lectores implícitos del presente texto.
Esta noción de "moral generalmente aceptada" tiene
un cierto sentido a nivel operativo o regulativo, con el fin de definir un acto
frente a un trasfondo social que siempre es complejo o conflictivo, en especial
en la modernidad. Tiene un sentido genético también en tanto en cuanto las
sociedades primitivas o antiguas participan más de una moral y religión común a
todos los miembros. Pero incluso en la Grecia antigua, Sócrates es
problemáticamente a la vez moral (en tanto que héroe ético) e inmoral, en tanto
que corruptor de la juventud. El punto de vista que adoptamos para describir un
acto como moral o inmoral requiere un análisis cognitivo, y también
sociológico-histórico.
En la modernidad contemplamos como héroes morales a los que
se distancian de un consenso social que nosotros mismos contemplamos con
distancia (la piedad griega, por ejemplo) para explorar un camino moral más
universalista, complejo o filosófico. Puede haber sin embargo héroes morales
problemáticos, como Nietzsche, e incluso francamente inmorales, como Baudelaire
o Sade. La valoración en estos casos supone un grado de paradoja, y muchas
veces está puesta por así decirlo entre paréntesis. Nos encanta leer a Sade,
pero aguantarlo en persona sería un acto de masoquismo moral.
Hay por tanto una cierta imaginación moral que hay que tener
en cuenta, y un cierto evolucionismo moral. Éste iría, según la interpretación
actual, en la dirección de un consenso intelectual de respeto al espacio
público, a los derechos y obligaciones mutuamente reconocidos (en la línea
kantiana) y a la libre autodeterminación del individuo, dentro de estos
parámetros. Ahora bien, también es propio del universo moral de la modernidad
el reconocer las tensiones a veces irreconciliables y paradojas que surgen
entre los distintos requerimientos morales impuestos al individuo, por ejemplo
entre la tradición grupal y esta libre autodeterminación. El heroísmo moral
puede atribuirse tanto a los actos de libre determinación (al estilo non serviam de James Joyce) o a la
autolimitación de esta libre determinación en búsqueda del consenso social, o
de una identidad históricamente enraizada. (Sirvan de ejemplo San Manuel Bueno, Mártir, de Unamuno, o
un equivalente norteamericano contemporáneo, 36 Arguments for the Existence of God: A Work of Fiction, de
Rebecca Goldstein (2011), donde un rabino escéptico ocupa su puesto sin embargo
en su comunidad y en sus rituales, sobreponiéndose a su escepticismo personal y
a su deseo de escapar de ellos buscando un mundo más abierto).
No entraré en la diferencia entre moral y ética, pues está
claro que cada tradición o autor usa estos términos a su gusto. En Ética posmoderna, Zygmunt Bauman oponía
la "ética" social gramaticalizada al heroísmo "moral"
individual y creativo. Gustavo Bueno nos dice en cambio (en su lección sobre
"Ética y moral") que por etimología la "moral" se refiere a
las costumbres sociales, y la "ética" al carácter individual. Y en el
hablar común español sí parece seguirse más bien este uso: se nos dice que tal
acción es ética aunque no sea legal,
o aunque sea juzgada como inmoral, indecente, etc.—si responde a una reflexión
y decisión consciente deliberada e individual, y especialmente a resultas de un
un conflicto ético… y especialmente
si valoramos positivamente dicha acción o la respetamos como tolerable dentro
del margen dado a la autonomía moral. En cambio, en el hablar común,
"moral" o "moralizante" nos suena a sermones, a
convencionalismos, a costumbres antiguas que no responden a la realidad de las
acciones e intenciones y valores contemporáneos, o propios de una sociedad
abierta. Todo ello sea entendido con las salvedades y peros antes expresados.
Por último, sólo apuntaré que desde una perspectiva
sociobiológica-evolutiva (la de E. O. Wilson en The Meaning of Human Existence) hay dos tendencias inherentes, e
inherentemente en conflicto, en el comportamiento humano, resultantes
respectivamente de los principios de selección
natural (que potencia el individualismo) y selección social (que prima a los grupos solidarios y con
individuos mutuamente altruistas). En la mente de cada cual hay una tensión o
equilibrio entre impulsos egoístas e impulsos altruistas, y en unas personas (o
en determinados órdenes sociales) priman unos más que otros. Es moral o
"ético" en principio el altruismo,
la primacía dada a lo social (incluidas las normas generalmente aceptadas, la
heteronomía moral); es inmoral el egoísmo,
y lo son sus formas derivadas como la manipulación del altruismo ajeno, el
maquiavelismo, el parasitismo, etc.
Pero, como antes hemos indicado, la interacción compleja de
diversos grupos sociales complica bastante la valoración de lo que puede ser un
acto moral, habida cuenta de que puestos a ser altruistas, hay que elegir a qué otros, a qué grupo de otros, apoyar con nuestras acciones altruistas, visto que hay muchos otros con intereses encontrados. Una acción que beneficia al individuo
perjudicando la coherencia de su grupo bien puede por otra parte beneficiar a
un tercer grupo o potenciar la cooperación altruista o mutualista entre grupos
antes enfrentados. En cada situación hay que tener en cuenta, cómo no, el
posicionamiento del analista, pues no hay actos intrínsecamente morales o
inmorales al margen de su valoración. Y las diversas valoraciones sociales
recibidas por el acto en cuestión son a su vez valoradas por el teorizador
moral a un nivel mayor de distancia, complejidad o abstracción, y siempre desde
un posicionamiento distinto al del sujeto y al de sus demás evaluadores
morales.
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