Una vez más, acaba de resolverse en contra de nuestro Departamento de Filología Inglesa y Alemana un recurso que hemos planteado el ala crítica—en este caso la Dra. Penas y yo. Una vez más queda de manifiesto que el Departamento ha vulnerado nuestros derechos, ha realizado sus labores de modo contrario a la normativa y a las buenas prácticas, haciendo el juego a los catedráticos y coordinadores de máster y los intereses de sus equipos.
Se trataba en esta ocasión de determinar si los profesores Titulares del departamento teníamos derecho o no a impartir docencia en el máster del Departamento. Según los catedráticos, no, a menos que perteneciésemos a sus equipos de investigación, léase feudos. Esta fue la normativa inspirada por la directora del Máster, Dra. Onega, y apoyada con entusiasmo por los catedráticos Dres. Collado y Deleyto—y con silencio y menos entusiasmo, por sus equipos y el del cuarto coordinador del máster, Dr. Vázquez.
Era interés de los catedráticos y coordinadores del máster que éste fuese un coto cerrado para quienes ellos decidan, es decir, para quienes trabajan para gloria del proyecto, sus aliados—o "esbirros", como solía llamarlos afectuosamente nuestra antigua catedrática la Dra. Olivares. Eso contraviene la normativa universitaria, como acaba de quedar de manifiesto en la resolución del Rectorado que he recibido hoy. Y este atentado a la normativa se lleva a cabo en nuestro departamento siempre de modo muy "democrático": es decir, por voto cautivo de los profesores pertenecientes a tales proyectos, que callan y votan (quizá algunos con cierto sentido de vergüenza) tras dejar que sean los catedráticos quienes primero establezcan las normas de uso interno a las que atenerse, y después ataquen y desacrediten a gente "destructiva" como yo, a la que se le reprocha que no duden en defender sus derechos (así tal cual suena). Cuando supongo que deberíamos renunciar a ellos, en aras de la "calidad" tal como la entienden, con criterios a medida propia, nuestros catedráticos. Lástima que sea una calidad que empieza por vulnerar la normativa universitaria.
Es divertido ver con qué aires y autosuficiencia se defienden en el Consejo estas ideas que presuponen que un corrillo de catedráticos emiten normas de rango superior a la LOU—y es patético ver cómo en efecto el Consejo los apoya, y la Dirección les baila el agua, y nos obliga a presentar recurso tras recurso contra las decisiones del departamento. Con lo cual todo queda cubierto: la responsabilidad de los catedráticos queda tapada por un velo de democracia y administración, y el trabajo sucio no lo hacen ellos, por supuesto, sino el mandado administrativo de turno, que excluye de entrada a quienes los catedráticos han decidido que hay que excluir. Pero el problema es, cómo no, conociendo a la Universidad, un problema de feudalismo y endogamia. Con adornos democráticos, y verborrea administrativa que aquí no ha servido sino para justificar y disimular los abusos de poder.
El último recurso que se resolvió en contra de las posturas defendidas por estos catedráticos no les hizo reflexionar—ni a ellos, ni a sus votantes, ni a la Dirección del Departamento. En lugar de enmendar sus maneras de hacer, buscaron un subterfugio para empecinarse en la decisión que habían tomado contrariamente a derecho (en ese caso se trataba de impedirnos la dirección de tesis doctorales en el progama oficial de postgrado del departamento a quienes no estamos en su corrillo). Como los criterios que nos excluían fueron declarados contrarios a derecho, pasaron sencillamente a excluirnos sin aducir ningún criterio (es decir, aplicando de tapadillo los mismos que antes). También contra eso volvió a plantearse recurso. Nuestra paciencia es infinita.
¿Se repetirá la historia? ¿Volveremos a asistir al espectáculo del empecinamiento de la coordinadora del postgrado en una decisión contra derecho, del apoyo vocifeante y airado del dúo de catedráticos (soprano, tenor y barítono), las votaciones silenciosas y bajo control de los miembros de sus equipos, y el apoyo a todo esto de la Dirección, que ni ve ni oye ni padece por estas manipulaciones, y da curso a todo tranquilamente?
Sería bueno para todos—para ellos los primeros, miren—que cambiase esa tónica. Porque no es ni bonito, ni decente, que los catedráticos y coordinadores y directores se dediquen a vulnerar la normativa universitaria, y a hacer que una institución pública funcione con normas privadas. Y ya es grotesco el espectáculo cuando se encastillan en no enmendalla, se dedican a desacreditar y acosar administrativamente a quien les recuerda cuál es la ley que se están saltando y para más inri se dan ínfulas de lo bien que hacen las cosas y lo bien que conocen las normas.
Bien, pues ahora ya hay un recurso más que hemos ganado, una vez más sobre lo mismo. ¿Seguimos? ¿O seguimos la normativa?
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