Un pasaje interesante de la Ética Posmoderna de Zygmunt Bauman— el principio del capítulo 7, "Moral privada, riesgos públicos":
No concuerdo con los ingenieros y técnicos que creen que los problemas a los que nos enfrentamos pueden resolverse con la llamada "respuesta tecnológica"... Yo creo que los problemas derivados de los avances tecnológicos son posiblemente irresolubles.
Max Black
La "respuesta tecnológica" que objeta Max Black en la cita anterior se refiere a la noción promovida por ingenieros, técnicos y científicos, y aceptada sin reservas por un público acrítico, de que "si surge una dificultad técnica, siempre podrás resolverla inventando otra novedad tecnológica" (1). Esto presenta un doble axioma: esto es lo que puedes hacer, pero también es lo que deberías hacer.
En nuestra época la tecnología se ha convertido en un sistema cerrado: considera al resto del mundo como su "entorno": una fuente de alimento, de materia prima para someterla a tratamiento tecnológico, o el basurero para los desechos —supuestamente reciclables— de ese tratamiento, y define las desgracias o infracciones como efectos de su propia insuficiencia, y los "problemas" resultantes como una exigencia de más de lo mismo: mientras más "problemas" genera la tecnología, más tecnología se necesita. Sólo la tecnología puede "mejorar" la tecnología, curando los males de ayer con las medicinas milagrosas de hoy, antes de que se conozcan sus efectos secundarios y se necesiten nuevas medicinas mejoradas. Éste es, probablemente, el único problema "suscitado por los avances tecnológicos" que son verdaderamente "irresolubles": no hay salida del sistema cerrado. No es una cuestión de problemas que exijan más tecnología, sino de la presencia misma de capacidad tecnológica que sólo "problematiza" aspectos del mundo que de otra manera no se considerarían "problema" (esto es, estados de cosas "equivocados" que deben por fuerza ser alterados "para mejorar"). Ni los que han aprendido a esperar la felicidad al final del camino ni los que sólo esperan la fatalidad pueden hacer nada más que dar vueltas en la noria que mantiene a la tecnología en marcha.
En una primera aproximación, lo que aquí está cerrado parece ser un sistema de creencias que se corroboran: la tecnología define el vocabulario de la narrativa mundial de tal manera que no permite sino la acción tecnológica y expresa cualquier problema como la exigencia de una "respuesta tecnológica". En lo que concierne a la necesidad de legitimación, este sistema cerrado se propaga y perpetúa a sí mismo; genera su propia justificación. Nadie ha expuesto esta notoria característica con más intensidad que Jacques Ellul. La tecnología, insiste, ya no necesita legitimación o, mejor dicho, se ha convertido en su propia legitimación. La disponibilidad misma de recursos técnicos utilizables aunque subutilizados ("podemos hacer algo", "tenemos los medios y el know-how", "podemos arreglarlo") exige su aplicación; los recursos tecnológicos, por así decirlo, legitiman sus consecuencias y por ello hacen su uso obligatorio, al margen de los resultados.
La tecnología nunca avanza hacia nada salvo porque es impulsada desde atrás. El técnico no sabe por qué trabaja, y por lo general no le importa. Trabaja porque tiene instrumentos que le permiten realizar ciertas tareas, lograr una nueva operación con éxito...Podríamos deicr que las "respuestas tecnológicas" se refieren no tanto al conjunto de medios disponibles y recursos de acción —artefactos ingeniosos y habilidad para usarlos— como a la incondicionalidad de la orden "de hacer algo", al margen de lo que sea ese "algo" que pueda hacerse o, quizá, no hacerse. Si algo puede hacerse, debería y deberá hacerse. Los medios justifican el fin, cualquiera que sea el fin que los medios produzcan: el resultado es valioso porque se dispone del know-how. En el umbral de la moderna revolución tecnológica, Auguste Comte expresaba el espíritu de la época con gran discernimiento y perspicacia en su famosa definición de progreso: "Savoir pour prévoir, prévoir pour pouvoir" (saber para prever, prever para poder). Poder —tener la hablilidad, ser capaz— como el propósito último, como el propósito "puro" que no es un medio para alcanzar algo más y que, por consiguiente, no necesita justificarse haciendo referencia a ese algo. No importa lo que uno pueda hacer, siempre y cuando pueda hacerlo. El destino del progreso moderno ("progreso moderno" es un pleonasmo, sólo la modernidad se piensa en un movimiento progresivo) no es hacer esto o aquello, algo que pueda especificarse de antemano, sino incrementar la capacidad de hacer lo que sea que el "hombre" pudiera querer que se haga. (El "hombre" no puede desar algo que aún no sabe que puede conseguir). La "respuesta tecnológica" es, en penúltima instancia, la declaración de independencia de los medios respecto de los fines; en última instancia, el anuncio de la soberanía de los medios sobre los fines. "Si tienes un auto, puedes viajar". No importa el destino, sino tener el auto. Lo que cuenta, y lo único que cuenta, es estar en posición de considerar cualquier lugar como un destino.
No se definen metas, pero hay un motor colocado atrás que no tolera que la máquina se detenga...
La interdependencia de los elementos tecnológicos hace posible un gran número de "soluciones" para las cuales no hay problemas...
Dado que podemos ir a la Luna, ¿qué podemos hacer en ella y con ella? Cuando los técnicos alcanzaron cierto grado de tecnicidad en radio, combustibles, metales, electrónica, cibernética, etcétera, todo esto combinado hizo obvio que podríamos ir al cosmos. Se hacía porque podía hacerse. Nada más. (2)
En la versión original de Hesíodo sobre el mito prometeico, Prometeo es castigado por los dioses por engañarlos al dividir la carne del sacrificio: por su arrogante intento de cambiar el orden preestablecido de las cosas, por su ignominioso cinismo al inmiscuirse en lo que a ningún ser humano le estaba permitido. El poema de Hesíodo fue compuesto para una audiencia que vivía en defensa continua del pasado en que se fijaron los patrones, de una época "dorada" porque no conocía la amenaza de la caída. Para esa audiencia, el pasado representaba seguridad y el futuro, peligro; el sufrimiento era el efecto colateral de romper la tradición, y un alejamiento de cómo eran las cosas y cómo deberían permanecer por disposición de la voluntad sobrehumana de los dioses. Fue en la versión posterior de Esquilo que el mito se revirtió: Prometeo sufrió su cruel castigo por llevarles a los hombres "las artes no sólo de curar, las matemáticas, la medicina, la navegación y la adivinación, sino la minería y cómo trabajar los metales" (3). Los dioses ya no son los guardianes del orden que protege a los seres humanos de la caída; son unos miserables celosos aferrados a las "formas tradicionales" que representan, ante todo, su privilegio. Los dioses tratan de que los hombres retrocedan mientras ellos avanzan. Prometeo deja de ser el criminal fraudulento justamente castigado para convertirse en un héroe perseguido. Se convirtió en héroe cuando Atenas —única entre las civilizaciones antiguas— llegó al límite del moderno, desafiante y temerario impulso hacia lo gran desconocido, pavimentado y señalado tan sólo por la capacidad humana de movimiento. "La minería y cómo trabajar los metales", más que otra cosa, le dio al ser humano la capacidad de moverse e ir definiendo destinos conforme se movía. También le permitió liberarse de los más temibles grilletes: los de los fines fijos y predeterminados de la vida.
"La técnica", nos dice Ellul, "nos permite rehacer la vida y su marco porque no estuvieron bien hechos". Mas "no estuvieron bien hechos" sólo significa que fueron hechos de manera diferente de como habrían sido si se hubieran aplicado los medios técnicos dispoinibles; el razonamiento es evidentemente tautológico y, por lo mismo, invulnerable. La tecnología se define como la "completa separación de la meta y el mecanismo, limitar el problema a los medios, y no interferir de manera alguna con la eficiencia..." (4).
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(1) Max Black, "Nothing New", Ethics in an Age of Pervasive Technology. Melvin Kranzberg, comp. Boulder, Colorado, Westview Press, 1980, pp. 26-27.
(2) Jacques Ellul, "The power of technique and the ethics of non-power", The Myths of Information: Technology and Postindustrial Culture, Kathleen Woodward, comp., Londres, Routledge, 1980. pp. 272-273, 280.Como señaló Herbert Schädelbach, "No es cierto que las decisiones políticas se tomen antes de que se ordene a los técnicos preocuparse por los medios... Los fines políticos suelen estar determinados por la información tecnológica relativa a la factibilidad técnica de lograr estos fines" ("Is technology ethically neutral?", Ethics in an Age of Pervasive Technology, p. 30). Jacques Ellul se opone abiertamente a la mayoría de las definiciones comúnmente aceptadas de tecnología que concuerdan en que la tecnología está relacionada con "alcanzar las metas": no es cierto, afirma Ellul, que "una técnica asegure un resultado conocido de antemano"; la "técnica no es nada más que los medios y el conjunto de medios" (The Technological Society, John Wilkinson, trad., Nueva York, Random House, 19764, pp. 14, 19).
Cuatro años después de que cayera el Muro de Berlín, en Estados Unidos, y particularmente en Gran Bretaña, se renovó la presión para continuar las pruebas de armas nucleares, desarrolladas originariamnte "con el propósito" de mantener a uraya y dominar al enemigo comunista que ya no existía. De acuerdo con The Guardian del 18 de mayo de 1993, p. 1, "el establishment militar británico tiene tres razones para continuar con las pruebas. Primera, podría ser necesario probar una nueva ojiva para el misil nuclear táctico (Tasm) de la RAF, aunque la posibilidad de que se financie este programa de tres mil millones de libras esterlinas parece cada vez más remota. Segunda, tal vez se quieran introducir nuevas características de seguridad en las armas. Tercera, se desea que los científicos de la fábrica de armas atómicas de Aldermaston mantengan un buen nivel de experiencia". Claramente, ya no es necesario hacer referencia al propósito que supuestamente tendría la gran inversión de recursos públicos y la acumulación de armas cada vez más mortíferas. Las nuevas armas deben ser producidas y probadas (posiblemente para no utilizarse nunca), tan sólo para mantener ocupada a la fábrica de armas atómicas y hacer algo con los nuevos inventos de los geniales expertos. Y esto se acepta como obvio y "natural": el reportero no considera pertinente cuestionar lo descabellado del razonamiento al preguntar cuáles son los fines desconocidos de los "verdaderos" medios.
(3) Véase G. S. Kirk, The Nature of Greek Myths, Harmondsworth, Penguin, 1974, pp. 138-141 [La naturaleza de los mitos griegos, Barcelona, Argos Vergara, 1984]. Kirk comenta: "no cabe duda de que recobrar el fuego fue parte del mismo concepto, pero con toda probabilidad esta extensión de sus funciones no data más allá del siglo VI a.C., cuando el interés por la evolución de los hombres de un estado bárbaro y salvaje —idea que contradice directamente el plan mítico de una caída de la Época Dorada— cobró importancia por vez primera" (p. 140).
(4) Jacques Ellul, The Technological Society, pp. 142-143, 133.
(Zygmunt Bauman, Ética posmoderna, 2ª ed., México, Siglo XXI, 2006, pp. 211-16)
Hay , por tanto, una dialéctica de la técnica, entre la realidad en la que aparece la técnica, y la realidad posible tal como sería (y será) transformada por la técnica. La técnica es inherentemente un sistema de desestabilización de la realidad, transformando el entorno (parte de él) y así multiplicando entornos; solucionando unos problemas para crear otros (como la degradacióin del entorno) que deberán ser tratados por medios técnicos. A la vez que se expande la realidad (y esto es lo que Bauman y Ellul tal vez no tienen en cuenta suficientemente) porque el tratamiento técnico de la realidad multiplica las dimensiones de la realidad: el entorno transformado da lugar a múltiples entornos. La técnica es también una técnica de complejificación de la realidad, un sistema de generación de complejidad, de la diversidad y de la multiplicidad.
Se detecta así como por lo bajini, en el ensayo de Bauman, una queja contra la tecnología, que aparece como la manzana mordida (Apple también se veían así). Como una nostalgia de un ser humano pre-tecnológico, o al menos una desesperación ante el vórtice sin fin de la tecnología, que desequilibra lo que vino a equilibrar. Pero si consideramos al lenguaje como una tecnología (una tecnología que llevamos incorporada), tal y como se propone en este artículo de Daniel Dor, The Evolution of Language and Its Speakers, se echa de ver fácilmente que no hay humano sin tecnología, pues es la tecnología la que nos hizo humanos. No como dioses, quizá, pero sí como hombres distintos de las otras bestias, y aun de los otros homínidos, que en homínidos pre-tecnológicos se quedaron.
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