martes, 5 de enero de 2016

Retropost #507 (19 de septiembre de 2005): Manifiesto antitroll


Es aconsejable escribir en la red únicamente con una identidad de usar y tirar – o como mucho con una identidad ficticia. Es a lo que parece invitar el medio (y el miedo). Algunos, sin embargo, tomamos otra opción, y escribimos utilizando nuestra identidad "oficial". Esto acarrea a veces efectos indeseables, especialmente cuando surgen quienes, desde el anonimato y la cobardía, se dedican a escribir insultos o calumnias sobre nosotros, o suplantan nuestra identidad intentando dañarla, buscando hacer creer a la gente en foros o bitácoras que somos nosotros los autores de sus memeces y despropósitos.

Como estas personas son normalmente, además de mal intencionadas, obsesivas y sin muchos alicientes en su vida, tienden a agarrarse como sanguijuelas a quien ven que se opone a sus maniobras. Tal vez lo más aconsejable en muchos casos sea dejarlos hacer sin más, y que se aburran solos de su triste jueguecillo. Otras veces, sin embargo, se hace aconsejable borrar los comentarios de los blogs en los que participan. Esto es un asunto delicado, porque muchos blogueros son totalmente opuestos a borrar comentarios. Si el asunto es de carácter ofensivo, sin embargo, hay que recordar que es el bloguero el responsable de lo que se publica en su blog. Y si a mí se me insulta en un blog con la connivencia de su editor, desde luego cortaré toda relación con ese foro. Si la cosa pasa a mayores, podría incluso llevar el asunto a la policía, o a los tribunales.

Creo sin embargo que la mayoría de blogueros responsables, a poco que reflexionen, verán que no es ético tolerar en su blog insultos, calumnias o suplantaciones una vez se han denunciado como tales y se ha quejado a ellos personalmente la víctima de esos abusos. Al menos, prefiero pensar que una gran parte se pondrán del lado de la víctima, y no del abusador enmascarado (si no, dime con quién andas...).

Para deshacerse de los ciberbabosos, no conviene airear mucho el asunto del borrado de comentarios abusivos, porque tiende a encender los ánimos de justicieros ignorantes (que los hay a patadas) que se llenan la boca con acusaciones de "nazi", "censurador", etc. – ya se sabe, los que siempre aplican al prójimo la ley del embudo.

Para estos casos, sugiero mantener un contacto por correo electrónico entre el responsable del blog donde sucedan los abusos y la víctima, para identificar los comentarios ofensivos o suplantados–y, desde luego, borrarlos. Los suplantadores se divierten mucho firmando con un enlace al blog del suplantado, pero evidentemente no tienen acceso ni a la administración de ese blog ni al correo electrónico del suplantado. Por eso es aconsejable utilizar estas vías para clarificar la situación, y en especial el correo electrónico, por su confidencialidad.

Es sabido que enviar anónimos malignos con papel y matasellos es, según el cine, acción propia de beatas envidiosas y pasantes casposos. Son siempre los malos de tercera fila de la película. No veo por qué en la red, o fuera de ella, hemos de aguantar a esos personajes, ni dejar que nos impongan sus normas.






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