No se pierdan por favor no se pierdan este excelente artículo de José Luis Pardo recogido en Fírgoa,
"El futuro de la Universidad Pública"
–que pone en palabras de manera magistral y contundente los muchos aspectos dudosos del programa de reforma universitaria en el que nos vemos embarcados ("nos vemos" porque desde luego los universitarios no hemos tenido opción alguna a opinar sobre su conveniencia, visto que nuestra "representación" en el Consejo de Universidades es totalmente unidireccional y no lleva allí las propuestas de las universidades). José Luis Pardo lo ve como una liquidación de la Universidad Pública, o de la Universidad sin más. Cito un párrafo importante sobre la subordinación de la estructura de las carreras y materias a las fuerxas del mercado, mediante el gambito lateral de enfatizar el "desarrollo de destrezas":
"Cae por su propio peso que los
"conocimientos" organizados de esta nueva manera obedecen a una
"estructuración" (o quizás "desestructuración") "inestable", "abierta"
y "modulable" (adjetivos todos ellos afectados frecuentemente por el
prejuicio señalado al principio de este escrito acerca de lo
"progresivo" y lo "conservador") que no procede de las necesidades
"internas" de las materias objeto de enseñanza-aprendizaje (materias
que, por su propia naturaleza, comportan rigor, rigidez y cierta
inflexibilidad), sino por las necesidades de la "sociedad", es decir,
del mercado. Este es el motivo de que se haya de proceder a la más
completa desmembración de los cuerpos académicos de los diferentes
saberes y disciplinas universitarias en términos de "competencias",
"habilidades" o "destrezas" que no se pueden asignar a ningún núcleo
teórico definido (pongamos por caso, el Derecho o la Física de la
Materia Condensada ), sino que son el tipo de aptitudes que el mercado
laboral y profesional requiere en cada momento y que, como es natural,
no soportan esas rígidas divisiones académicas ni precisan los
complejos mecanismos sancionadores de legitimidad establecidos por la
comunidad científica. El encargo dado a los especialistas en pedagogía
de llevar a cabo la materialización de esta adaptación in situ
desnaturaliza a menudo la cuestión y arruina por completo la
posibilidad de entender su auténtica índole: los "pedagogos" piden a
los "profesores" que hagan algo imposible: que descompongan sus
disciplinas en "competencias", "habilidades" y "destrezas", para que
luego "la sociedad" (o sea, los analistas de mercado) puedan decidir
cuáles de ellas son socialmente aprovechables y cuáles son enteramente
desechables. Pero los profesores no saben cómo hacer esto,
sencillamente porque ya lo han hecho y no han dejado de hacerlo desde
que existe la educación superior (¿qué otra cosa puede ser aprender
matemáticas sino aprender a ser diestro, competente y hábil con los
teoremas, los logaritmos neperianos y los polinomios?), sin que nadie
haya descubierto ninguna contraposición (sino, al contrario, la más
estricta solidaridad) entre el rigor científico de los saberes
superiores y los requerimientos, por parte de quien se educa en ellos,
de ser competentes en la materia. Nadie -por mucha pedagogía que haya
estudiado- puede ser competente para determinar cuáles son las
competencias matemáticamente relevantes salvo aquel que sabe
matemáticas , y nadie puede enseñar a nadie competencia matemática
alguna si no le enseña a la vez matemáticas, con todo el rigor que ello
supone e impone. Este planteamiento -que sólo contribuye a hacer la
vida imposible a los profesores que intentan de buena fe "descomponer"
sus materias en "habilidades" para hacer lo que no puede hacerse (o
sea, dejar de enseñar las primeras y seguir enseñando las segundas) y
erradicar el rigor del campo de la enseñanza, sustituyéndolo por un
sinfín de documentos de control pedagógico muy semejantes a la
proliferación cancerígena de reglamentos que caracteriza a aquellos
regímenes políticos en donde no hay una verdadera ley- oscurece por
completo los objetivos de la reforma al invertir de punta a cabo el
trayecto natural de su proceder: no se trata de descomponer las
disciplinas existentes en unas presuntas "competencias" mágicamente
desgajables del saber en cuyo contexto únicamente tienen sentido,
porque no hay manera alguna de hacer esto (y de ahí la desesperación de
los profesores que intentan "adaptarse" y el desprecio de los
adaptadores ante las "resistencias" corporativistas de la clase
docente-investigadora), sino que se trata de extraer de la sociedad la
suma de "competencias" que el mercado necesita eventualmente (alguien
que, por ejemplo, sepa algo de derecho y algo de biología, sin
necesidad de que sepa demasiado de ninguna de las dos cosas, alguien
que sepa algo de lingüística y algo de economía, pero sin ser
especialista en ninguna de las dos, etc.) para a continuación encargar
a las "nuevas" universidades que se ocupen de entrenar en ellas a sus
clientes en cuanto empleados potenciales, y que lo hagan lo más
rápidamente posible..."
Pero léanselo entero, que vale la pena. También me parece especialmente indicativo lo que dice de los cultural studies como americanización de las disciplinas humanísticas – especialmente pertinente para lo que comentaba aquí hace un par de días sobre el rumbo que parece estar tomando la propuesta de máster de nuestro departamento... enterrando la Filología como cosa obsoleta – http://garciala.blogia.com/2005/101901-which-is-to-be-master.php – y haciendo cosas más "Estudios Ingleses" y más vendibles. Me parece que coincido mucho con esta línea de pensamiento en los artículos que he publicado en este blog sobre la reforma universitaria y los recortes en las titulaciones de Humanidades.. Aquí hay algunos: http://garciala.blogia.com/temas/universidad.php
Por cierto, que no tengo nada contra los estudios culturales, y creo que tienen cabida perfectamente en Filología como también en otras carreras de humanidades... pero otra cosa es que se pretenda liquidar la Filología a cuenta de los cultural studies.
—oOo—
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