Comentario que pongo en Diaporía, "Nihilismo y eterno retorno", a cuenta de este texto de Román Cuartango sobre Nietzsche:
Nietzsche adopta al respecto una posición que podríamos llamar “histórica”. El nihilismo debe ser enfrentado de la única manera vitalmente aceptable: debe ser asumido y superado. Pero la asunción no significa la simple aceptación de esa nada, sino la transformación de las condiciones del sentido, de lo que vale: una trans-valoración. Hay que pensar el nihilismo hasta su raíz: que no sólo se haya hundido lo transensible, sino también que lo sensible haya quedado huérfano del concepto mismo de verdad. ¿Cómo habría que asumir lo sensible sin hacer referencia a algo transensible?, ¿cómo se puede pensaar sin que eso suponga oponerse a vivir y cómo se puede vivir sin lo transensible? En resumen: ¿cómo se puede pensar y vivir sin Dios? Lo que se contrapone de esta forma es el pasar y el permanecer. La renuncia a la vida implica esta distinción: lo que pasa, lo presente, no tiene propiamente sentido, pues éste se encuentra “más allá”. Lo que hay que asumir es, pues, que el devenir es el ser y no el devenir del ser. No hay que entender el ser como un sentido que se encuentre por encima del devenir, ni tampoco como el sujeto oculto de éste. Se trata de colocarse en la perspectiva de una radical horizontalidad, lo que conlleva evitar la construcción de una nueva metafísica. El pensamiento transvalorador debe abordar el devenir como si éste no estuviera reclamando un ser, una regla, una ley o norma que le diera consistencia, lo que implica la disolución de todo orden de sentido y de toda finalidad, así como la adopción de un punto de vista desde el cual el pasar es siempre-ya-haber-pasado y siempre-haber-de-retornar. Con estas palabras podría ser enunciado eso que Nietzsche llama “el eterno retorno” y que no es una teoría sobre la historia que remite ésta a una regla, sino la asunción misma del nihlismo –en realidad, hay que guardarse también de la propia historia.
Román Cuartango, Filosofía de la historia. Lo propio como tierra extraña, Montesinos, pp. 120-121.
Mi comentario:
Entiendo en cierto modo la perspectiva que quiere introducir Nietzsche aquí, con su afirmación del eterno retorno identificado a una celebración de cada momento del devenir; pero a la vez me parece que la idea misma de un retorno, cuánto más eterno, amenaza con reintroducir una trascendencia ajena al devenir, y a reducir cada figura del devenir a una manifestación (cuál, en concreto, no podría decirse, pues serían rigurosamente indistinguibles, una paradoja por cierto) —a una manifestación, digo, de esa trascendencia que es ideal, o nos invita a pensar un ideal más allá del mero devenir, aunque ese ideal incluya todo el devenir. Es, a la vez que la aceptación que pretende ser, una paradójica renuncia a aceptar el devenir como tal—como irrepetible, que es lo que es en su ser más irreducible. Esta visión me recuerda por otra parte (al margen del retorno de lo mismo) tanto a Heráclito, yendo hacia atrás, como a la cosmología contemporánea de Roberto Mangabeira Unger y Lee Smolin, que pretende sacar consecuencias radicales del evolucionismo aplicándolo a las mismas leyes de la naturaleza, y reduciendo el papel de las verdades matemáticas o de las leyes físicas en cuanto que no serían algo que trasciende al devenir del universo.
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