Así describe Viglius Zuichemus uno de estos Teatros de la Memoria, el de Giulio Camillo. Podemos ver en esta descripción un precedente de la teoría de la tecnología como una extensión artificial de la inteligencia, o como una inteligencia artificial— una idea a relacionar con las reflexiones de Marshall McLuhan en torno a la relación entre mente y tecnología:
"Es una obra de madera, inscrita con muchas imágenes, y llena de cajitas; hay en ella diversos órdenes y niveles... Llama a este teatro suyo de muchas maneras, unas veces dice que es una mente y alma edificada o construida, otras dice que es una mente y alma con ventanas." (Cit. en Crook y Rhodes, "The Daughters of Memory").
Incluso las "ventanas" vemos aquí como manera o metáfora de organizar y clasificar la información, proporcionando una interfaz para su uso, como si de un primitivo Mac o un Windows se tratara. También recuerda la idea de una tecnología para acceso rápido a la información no sólo a inventos coétáneos, como el facistol mecanizado de Agostino Ramelli (ver ilustración aquí), sino también a la idea básica que animó al inventor del hipertexto avant la lettre, Vannevar Bush, en su famoso artículo de 1945 "As We May Think" (1). Allí concebía Bush el Memex como un auxiliar de la memoria, con tecnología electrónica esta vez, y grabaciones magnéticas, ya no con cajoncitos como los de Giulio Camillo La accesibilidad a la información sigue siendo el principio organizador central del invento.
El propio Giulio Camillo, según recuerda Yates, atríbuía a su Teatro
"la
función de conservar para nosotros las cosas, palabras y artes que le
confiamos, de manera que podamos volver a encontrarlas cada vez que las
necesitemos" (Camillo, cit. en Crook y Rhodes 147).
Está el Teatro de la Memoria a mitad de camino entre el armario como Ordenador primitivo, el gabinete de curiosidades, la biblioteca privada, enciclopedia, el fichero, el libro de notas, y el archivo personal. Un cruce de caminos que lo sitúa de lleno en la prehistoria del ordenador personal. Es, por tanto, una idea que promete transformaciones y desarrollos informáticos y cibernéticos, aunque poco se sospechaba Camillo hasta qué punto.
Un ordenador ordena a muchos niveles, aparte del básico y definitorio de esta tecnología cibernética, que es el procesador de datos. Además, un ordenador ordena con su Finder, con sus carpetas y subcarpetas, sus herramientas de búsqueda interna. Y una red de ordenadores se ordena de diversas maneras también, como hemos visto en las dos últimas décadas: primero con una tecnología un tanto manual, a base de directorios como Yahoo (rey de la red en los 90) o mi bibliografía. Luego con algoritmos clasificadores y búsqueda—es la fase de Google. La web 2.0, la web semántica, y los usuarios proveedores de contenido también proporcionan nuevas herramientas de orden: las etiquetas, hashtags y demás, nuevos niveles de la ordenación.
Y un blog, trayectoria de un itinerario por la red, también es un ordenador de segundo nivel, con su propio sistema de etiquetado o clasificación por temas. El blog reordena lo que ya ha ordenado la red, que es un ordenador elevado al cuadrado. Nos hallamos aquí, por tanto, en la última encarnación del gabinete de curiosidades, miscelánea enciclopédica o "silva de varia lección" actualizada al gusto siglo XXI—o, si se prefiere, nuestro personal Teatro de la Memoria.
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(1) Vannevar Bush, "As We May Think." Atlantic Monthly 176 (July 1945): 101-8. http://www.theatlantic.com/doc/prem/194507/bush
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