Un fragmento de Consilience,
de E. O. Wilson, desacreditando la teoría de los sueños de Freud.
The compelling and more modern hypothesis of the basic nature of dreaming is the activation-synthesis model of biology. As created during the past two decades by J. Allan Hobson of Harvard Medical School and other researchers, it pieces together our deepening knowledge of the actual cellular and molecular events that occur in the brain during dreaming.
In brief, dreaming is a kind of insanity, a rush of visions, largely unconnected to reality, emotion-charged and symbol-drenched, arbitrary in content, and potentially infinite in variety. Dreaming is very likely a side effect of the reorganization and editing of the memory banks of the brain. It is not, as Freud envisioned, the result of savage emotions and hidden memories that slip past the brain's censor.
The facts behind the activation-synthesis hypothesis can be interpreted as follows. During sleep, when almost all sensory input ceases, the conscious brain is activated internally by impulses originating in the brain stem. It scrambles to perform its usual function, which is to create images that move through coherent narratives. But lacking moment-by-moment input of sensory information, including stimuli generated by body motion, it remains unconnected to external reality. Therefore, it does the best it can: it creates fantasy. The conscious brain, regaining control upon awakening, and with all its sensory and motor inputs restored, reviews the fantasy and tries to give it a rational explanation. The explanation fails, and as a result dream interpretation itself becomes a kind of fantasy. That is the reason psychoanalytic theories related to dreaming, as well as parallel supernatural interpretations arising in myth and religion, are at one and the same time emotionally convincing and factually incorrect. (Consilience, p. 75).
Bien, pues a mí esta explicación de los sueños me parece factually unconvincing and emotionally incorrect.
No digo que no haya en ella algo de verdad, igual que hay algo de verdad en las interpretaciones freudianas. Los sueños son una mezcla desconcertante de sentido y sinsentido; igual de absurdo es intentar negar el sentido que contienen con frecuencia, como pretender extraer una intepretación racional y razonable (objetivable) de cada uno de los elementos que contienen. Para descargo de Wilson, luego matiza algo su descalificación en bloque, y admite esta mezcla de sentido parcial en algunos sueños—explicándola por la capacidad fabuladora de la mente narrativa. También serían los sueños un efecto de la actividad ordenadora del cerebro durante el periodo de reposo: "Biologists have tentatively concluded from detailed studies of animals and humans that the information learned while the brain is awake is sorted and consolidated while it is asleep (...). The fact that dreaming activates such intense inward motor and emotional activity has led some researchers to suggest that REM sleep has an even more profound, Darwinian function. When we dream, we deepen moods and improve responses basic to survival and sexual activity" (77).
Admite
Wilson que quizá por aquí se encuentre una conexión entre la
neurobiología de los sueños y las teorías de los instintos freudianos y
arquetipos jungianos. Pero estas interpretaciones neurológicas y
biológicas atienden a la especie, más bien que al individuo; y reconoce
Wilson que nos dicen poco sobre el contenido de los sueños. Muchos
elementos en los sueños pueden tener un sentido cognitivo, motor o
emocional más general, pero algunos los reconocemos como intensamente
situacionales e individuales, y escapan a estas interpretaciones
cientifistas que no atienden a la psicología, la personalidad, la
historia y circunstancias del propio individuo que sueña.
Los sueños—es mucho generalizar, son otra
vida; igual podríamos intentar generalizar sobre el sentido de la vida
o su sinsentido, así hablando en general. Hay que ir al sueño en
concreto, a la vida concreta, a la acción concreta, para evaluar lo que
hay en ella de
sentido y de sinsentido.
Y la evaluación nos compromete; el intérprete no está hors texte,
sino que se implica al hallar sentido o sinsentido en un acontecimiento
de la vida, o en un sueño. El sentido no es sentido en sí mismo, es
sentido para alguien. Por esto tiene parte de razón Wilson al decir que
la interpretación de los sueños es de por sí una especie de fantasía,
igual que el sueño. Hay en efecto una continuidad: el sueño reelabora—o
baraja—los elementos de la vida, desbaratando su orden habitual, y la
interpretación continúa el trabajo, o lo reorienta, creando una
coherencia. La interpretación puede corregir al sueño, o continuar su
labor hermenéutica, pues hermenéutica hay en algunos sueños. Y la
interpretación, si tiene éxito, no es sólo que descubra una verdad: la
genera, y (aun en el caso de interpretaciones que nos parezcan
delirantes, o incorrectas) crea un efecto de sentido que es utilizable
para el soñador, o su intérprete, o para el intérprete del sueño y su
público. Así ha sucedido con la industria y discurso generado en torno
a la obra de Freud.
Pero léanse las oneirocríticas de la Antigüedad,
como la de Macrobio en El sueño de
Escipión,
y se verá que los sueños con frecuencia tienen un sentido determinable,
o al menos un sentido que crea consensos y causa efectos—son
especialmente interesantes los sueños
políticos
que tienen los dirigentes y príncipes, según el comentario de Macrobio.
Al parecer sólo determinados tipos de persona pueden tener determinados
tipos de sueño, y no se sueña igual a lo largo de la historia. Quizá en
parte soñemos ya, o reelaboremos el sueño, con vista al uso que se va a
poder dar a ese sueño según la hermenéutica prevalente en nuestra
sociedad.
Parte de lo que hace el sueño, al desbaratar el orden habitual, es
permitir que se efectúen nuevas conexiones entre elementos. Only
connect: lo
que busca conectarse, se conecta, y creando la imagen onírica puede
llegar así a la consciencia. De allí salen símbolos significativos, y
puede el soñador acceder a sentidos que (como señalaba Freud) están
latentes en su inconsciente y buscan una expresión indirecta.
Indirecta, o directa, pues muchos sueños tienen significación clara sin
que haga falta recurrir a Freud.
Esta noche lloraba yo en sueños, víctima de algún bloqueo emocional
desbloqueado allí en el sueño. Me ha pasado alguna vez antes—muchas
veces mis sueños son significativos de mis actitudes a las personas,
actitudes sociales incorrectas en las que pienso poco durante el día
pero que regresan por la noche, con un sentido claro. En una ocasión,
mi esposa —my estranged wife— se
tiraba irreflexivamente, o alegremente, a una
especie de sima donde se sumergía una catarata de agua que se la
tragaba, y yo
horrorizado corría tras ella y me echaba también al fondo, por
salvarla o por estar con ella. En lugar de eso me despertaba, claro—y
no me tiraba luego a ninguna
sima. Para mí este sueño sí tiene sentido—¿y para quién más habría de
tenerlo?
Hoy (en el sueño de hoy) estaba recogiendo papeles viejos, basura para tirar, y
encontraba unas cartas escritas por los niños en broma, parte de algún
juego que habían inventado. Y pensaba que no debería tirarlas, sino
guardarlas como un tesoro, para cuando fuesen mayores, y quisiese yo
acordarme de
cuando eran pequeños. Pero ya en el mismo sueño eran ya mayores, aunque
seguían siendo pequeños, y cuando me veían coger las cartas se reían de
mí, y yo lloraba como una madalena, pensando que si quería recoger
cosas del pasado era que el pasado ya pasaba irremisiblemente, always already, y que el
hecho mismo de recogerlas era contradictorio en sí, un intentar agarrar
lo que no podía agarrarse, todo el tiempo estaba condenado por
anticipado.
Ni el sentido que hay en estos sueños de por sí (el trabajo
interpretativo del sueño) ni el sentido que se puede exprimir o
construir alrededor de ellos caben en la teoría de Wilson. Por eso, por
interesante que sea la ciencia de los sueños que desarrolla la
neuropsicología, se queda corta, y seguiremos necesitando y practicando
una hermenéutica de los sueños, aunque sólo sea por comunicarnos mejor
con nosotros mismos.
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