Polibio es un historiador griego, relativamente "tardío" dentro de los clásicos, y que desarrolló una consciencia crítica muy interesante sobre el propio oficio de historiador, y sobre su perspectiva entendida como la de alguien que llega "después", cuando ya todo ha pasado. Sobre esta cuestión escribió Oscar Wilde, y la comenté yo en mi artículo "Benefit of Hindsight", al que remito para más sobre Polibio y la retrospección.
Hoy quería llamar la atención sobre un pasaje interesante a este respecto, en el libro V (30.8 - 33). Es un excurso metodológico u organizativo, en el que justifica por qué vuelve atrás y trata de la historia de Asia en un determinado periodo, tras haber relatado la de Europa. Es una cuestión relacionada, claro, con la manera en que entiende su proyecto de una historia universal. Cito el pasaje y añado algún comentario al vuelo (entre paréntesis y cursiva).
30.8. Ahora que hemos llegado a un punto oportuno tanto en la secuencia temporal como en las líneas generales de nuestra exposición de los acontecimientos, vamos a trasladarnos a los hechos de Asia ocurridos en la misma olimpiada que los ya descritos; se hará de ellos la narración correspondiente.
(Obsérvese que Polibio no sólo "se traslada" o "narra" sino que, reflexivamente, llama la atención sobre el hecho de que se traslada, retroactivamente, hacia atrás, y sobre la estructuración de las secuencias en su texto. Es lo que Genette llamaba, entre las funciones de la voz narrativa, la función de "régie", de dirección u organización del propio discurso. La consciencia que tiene Polibio de su oficio como historiador va así unida a una consciencia de la estructuración de su texto y a una voluntad de comunicar al lector un 'mapa temporal' ya no sólo de los acontecimientos narrados en una extensa geografía, sino también del propio texto que los narra, y de la relación entre la estructura del texto y la estructura espacio-temporal de los acontecimientos que éste aspira a abarcar).
31. Prosiguiendo, pues, el plan inicial, nos proponemos ahora exponer, primeramente, la guerra que estalló entre Antíoco y Ptolomeo por Celesiria. Sabemos muy bien que, en esta época en la que interrumpimos la narración de los hechos de Grecia, esta guerra no se había decidido ni acabado; sin embargo, realizamos intencionadamente esta detención en el curso del relato.
(Una vez más, llamamos la atención sobre la manera en que Polibio llama la atención sobre su técnica narrativa. No es lo mismo "sólo hacer", que "llamar la atención sobre lo que se hace" de modo explícito. Hay allí un plus de consciencia sobre el papel del discurso, y un plus de voluntad de comunicar esta nueva visión del texto histórico).
Estamos convencidos de que hemos proporcionado a los estudiosos conocimientos suficientes para evitar que en su lectura de los hechos parciales yerren en su datación: hemos recordado el inicio y el acabamiento de cada uno, los sucesos de Grecia que les fueron paralelos en la olimpíada respectiva y el tiempo de ésta en que ocurrieron. Pensamos, en efecto, que la claridad y la facilidad de asimilación exigen, en esta olimpíada, por encima de todo, no mezclar las acciones indiscriminadamente, antes bien, separarlas y distinguirlas hasta donde sea posible, hasta haber alcanzado la olimpíada siguiente; entonces empezaremos a narrar por años las acciones según hayan sucedido simultáneamente.
(Se observa cómo sugiere Polibio que el método narrativo más adecuado no puede ser el mismo todo el tiempo y para todos los momentos históricos, sino que ha de acomodarse a la naturaleza de los sucesos narrados).
Nuestro propósito no consiste en exponer algunos hechos, sino una historia general:
(de ahí la necesidad de dejar claras las relaciones de sucesión o simultaneidad entre los acontecimientos de diversas partes del mundo, diversos focos de interés histórico que contribuyen cada cual a su manera al desarrollo que según Polibio hace posible una historia universal y estructura así su obra: ese gran desarrollo, esa 'gran historia', es el asentamiento de la hegemonía romana en todo el Mediterráneo y próximo Oriente, en los territorios de anterior influencia griega, y en otros adicionales, en "el mundo conocido" en suma)
nuestro intento al redactar la historia es más ambicioso que el de nuestros antecesores, es el máximo, por así decirlo, como ya hemos aclarado anteriormente en algún otro lugar (I.4 2-4). Esto exige poner el máximo cuidado en la composición y distribución de la materia, para que la ordenación de nuestra obra resulte inteligible tanto en los detalles como en el conjunto. Así se explica este pequeño retroceso hacia los reinados de Antíoco y Ptolomeo: en la narración ahora subsiguiente pretendemos arrancar de unos inicios conocidos y concordantes, método éste el más necesario.
(Sigue ahora un interesante pasaje en el que Polibio reflexiona sobre el papel de la retrospección en una lógica de la narratividad, en el sentido en que habla de lógica de la narratividad Philip Sturgess en Narrativity: Theory and Practice [Oxford: Clarendon, 1992]. Es decir, muestra Polibio cómo la narración es un fenómeno inherentemente retrospectivo, en el que el principio está ya mediatizado por el final, o si se quiere, principio y final están mutuamente imbricados y dependen de la estructuración conjunta de la narración. Tiene este episodio, pues, el mayor interés para trazar una historia de la consciencia retrospectiva en la narración en general, además de su valor inmediato como teoría de la historiografía. Obsérvese sin embargo que Polibio atribuye esta consciencia de la existencia de una lógica paradójica en la narración ya a "los antiguos").
32. Ya los antiguos afirmaban que el principio es la mitad de toda la obra y aconsejaban poner la máxima diligencia, precisamente, en comenzar bien cualquier trabajo.
(Según Manuel Balasch, cuya traducción sigo, "Esta idea se encuentra, por primera vez en la literatura griega, en Hesíodo, Trabajos y Días 40"—cosa que no parece en absoluto obvia).
Quizá dieran la impresión de exagerar, pero a mí me parece lo contrario, que no llegaban al fondo de la cuestión. Pues se puede asegurar, sin temor a equivocarse, que el principio no sólo es la mitad del todo, sino que, además, se extiende hasta el final.
(O, por presentar desde otro punto de vista la lógica paradójica a la cual alude Polibio, podríamos decir que "el final se extiende desde el principio", o "principio y final van imbricados", o el principio se escribe predeterminado por un final al cual va a conducir—una observación cuyo autor más célebre en el ámbito del análisis literario es quizá Edgar Allan Poe, en "The Philosophy of Composition" o en su reseña de Twice-Told Tales).
En efecto: ¿cómo sería posible iniciar correctamente lo que sea sin tener ya presente en el pensamiento el desenlace de la empresa, sin conocer ni el cómo, ni el cuándo, ni la finalidad, ni el lugar de aquello que, quien sea, se propone realizar?
(Esto devendría con el tiempo un lugar común de la poética clásica: el plan de la obra, trazado de antemano, hace que cada parte se defina con respecto a las demás —como el argumento definido por Aristóteles, en el que cada parte es necesaria y la alteración de una supone la alteración de las demás. En la Edad Media, Geoffrey de Vinsauf, en su Poetria Nova, hablará de "la mano de la mente" que realiza el trabajo antes de que la mano del cuerpo comience a hacerlo).
Aún más: ¿cómo sería factible recapitular debidamente los temas, si no nos remontamos al principio y examinamos la causa, el punto de partida y la finalidad que nos han llevado hasta determinadas acciones?
(Sobre la relación entre "la causa" y "el principio" de los acontecimientos en Polibio, ver mi artículo "Retroperspectiva y perspicacia: El emergentismo crítico de Polibio a Wilde," en Otium cum dignitate: Estudios en homenaje al profesor José Javier Iso Echegoyen. Ed. J. A. Beltrán et al. Zaragoza: Universidad de Zaragoza. 677-88 ).
De modo que, convencidos de que el inicio no sólo alcanza la mitad de la obra, sino que llega hasta el final, tanto los autores como los lectores de historias universales deben poner su máximo esmero en el principio. Que es lo que ahora, ciertamente, intentaremos hacer.
33. No ignoro, naturalmente, que son muchos más los autores que hacen afirmaciones paralelas a la mía, dicen que redactan una historia universal y que han acometido una empresa superior a la de todos sus antecesores.
(Sobre otras "historias universales" a diferente escala, aunque no aquéllas a las que se refiere Polibio, ver aquí, Historia(s) de todo).
A excepción de Éforo, el primero y único que realmente se ha propuesto confeccionar una historia universal, omitiré mencionar el nombre y aún más, decir algo acerca de los otros; solamente recordaré que, entre nosotros, algunos historiadores que han compendiado en tres o cuatro páginas la guerra entre romanos y cartagineses, afirman por ello haber compuesto una historia universal. ¿Pero quién es tan ignorante que desconozca que entonces en África y en España, en Sicilia y en Italia se llevaban a cabo las empresas más numerosas e importantes y, además la guerra contra Aníbal, la más conocida y prolongada, si se exceptúa la siciliana,
(La Primera Guerra Púnica, aclara M. Balasch)
guerra que nos vimos obligados a observar todos, por su importancia y por temor a las consecuencias que pudo reportarnos? Hay autores que no han llegado ni tan siquiera a lo que en las cronografías redactan, según las ocasiones, los escribanos de la ciudad en los muros oficiales, y afirman haber abarcado todos los hechos de Grecia y de los países no griegos.
(Walbank interpreta que se trataba de inscripciones públicas que relataban la versión oficial de la historia de la ciudad, mientras que Balasch cree que se refiere meramente a los archivos oficiales. Yo entiendo que Polibio se refiere a lo más parecido a los "titulares de prensa" o "boletín de noticias" de su época, noticias difundidas por las autoridades en muros o tablones de anuncios destinados a este efecto en las plazas o foros, proto-noticiarios, proto-BOEs o periódicos primigenios. El sentido de la crítica de Polibio es que algunos de sus colegas historiadores creen hacer historia crítica cuando no hacen sino crónicas o titulares de prensa, o portavocías oficiales, que no proporcionan sino un esqueleto de la historia, esquemático y poco reflexivo).
La causa de esto radica en que es muy fácil atribuirse, de palabra, los máximos trabajos; es difícil, en cambio, llevar a la práctica tales realizaciones, aunque sean unas pocas. Lo primero está ahí, en medio, y es algo accesible a todos los que, por así decir, son capaces de tal audacia, pero lo segundo se da raramente, y son pocos, en esta vida, los que lo han coronado con el éxito. Me ha inducido a declarar todo esto la fanfarronería de los que se engríen de sí mismos y de sus obras. Pero ahora regreso al punto en que interrumpí mi exposición.
(Y con el fin del excurso narratológico-historiográfico de Polibio terminamos este comentario sobre algunas dimensiones de su consciencia reflexiva sobre su labor).
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