domingo, 11 de abril de 2010

Historia(s) de todo


Mi blog sobre la historia que incluye todas las historias se encuentra aquí:


The Story in Any Story.
(PS. Storify se suprime en 2018. Continúa la historia en Narratología evolucionista)

Más, aquí:


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HISTORIA(S) DE TODO

Me he dado de alta en iVoox, un excelente sitio web de podcasts y radio en red; y estreno mis recomendaciones con este audio sobre el Big Bang y la historia del universo. Procede al parecer de un DVD del History Channel, pero está tan bien hecho que se sigue perfectamente sin las imágenes.

Y lo que cuenta es en realidad dos historias: una, la historia del Universo, tal como ahora la entiende la ciencia, y otra, la historia de cómo se llegó a construir esta historia del universo—es decir, la historia de la astronomía y de la física, clásica y relativista. Son dos tramas engarzadas de modo muy interesante (aunque conviene distinguir una de otra). Me ha motivado para dar un repaso a la historia de Todo, hoy que tengo un rato libre.

Historias de todo las hay míticas (como la Biblia), y las hay científicas y filosóficas. Nos centraremos aquí en las científicas/filosóficas. En este sentido hay varias historias de todo de las que ya he hablado aquí, adelantando trabajo: por ejemplo una historia de diez mil millones de años luz de evoluciones, y la Historia del Tiempo según Stephen Hawking.

Una potente historia de todo la proporciona una teoría evolucionista del siglo XIX, más ambiciosa que la de Darwin (y hoy injustamente ignorada o minusvalorada). Es la de Herbert Spencer, que presenta un grandioso panorama de la evolución de todo lo existente: cómo lo complejo se genera a partir de lo simple. Busca Spencer entender los principios comunes de todo lo que pasa—en un razonamiento que va desde la naturaleza de las fuerzas elementales del universo, pasando por la generación de sistemas planetarios y seres vivos, hasta las dinámicas de la economía y del comportamiento humano. Sobre Spencer y sus grandes narrativas he escrito diversas cosas, entre ellas éstas:

- Materia Oscura victoriana

- El efecto mariposa y la complejidad ex nihilo (—o de cómo puede explicarse que todo lo que hay saliese de la Nada), y, por último,

- Consiliencia, Evolución y Anclaje narrativo

También he comentado algo sobre la historia de la teoría evolucionista de Charles Darwin—que no es propiamente una historia de todo, pero sí una historización de la biología, y una historia panorámica de la vida, en la que tenemos un trocito reciente que protagonizar. Sobre la historia de la humanidad y del lenguaje dentro del paradigma darwiniano he examinado diversas panorámicas: aquí hay algunas de ellas.

- La evolución de las especies y el origen del hombre según Darwin: una grandiosa secuencia de acontecimientos según la caracterizó él mismo—una Gran Narración en efecto, analizable pero no disoluble por la crítica postestructuralista.

- El origen (del lenguaje), según Derek Bickerton.

- Interacción internalizada: el origen especular del lenguaje y el orden simbólico

- Evolutivamente hablando, soy más de Stephen Jay Gould que de Darwin, en realidad. La Estructura de la Teoría de la Evolución de Gould es otro gran relato del desarrollo de la vida, y del desarrollo de la teoría que nos permite entenderla.

Una historia de Todo, o de casi todo, incluirá la historia del origen de la especie humana—y de otras especies humanas, y antropoides, que nos precedieron. Sobre eso también pueden leerse aquí algunos artículos y reseñas:

- Doce últimos hombres

- La odisea de la especie... dos.

- Extrasomatizaciones, sobre hombres del Paleolítico (una conferencia de Ignacio Martínez). Y otra más del mismo, sobre la evolución y los hombres de Atapuerca. También, uno de mis primeros posts al respecto, un comentario sobre Juan Luis Arsuaga y el enigma de la Esfinge.



Filósofos de la cultura como Giambattista Vico o como G. W. F. Hegel escribieron grandes panorámicas evolucionistas del desarrollo de la cultura y de las formas espirituales—la Ciencia Nueva, la Fenomenología del Espíritu. Pero al carecer de un concepto claro de evolución biológica y del origen del hombre, no consiguen engarzar esta historia de las formas mentales con una historia de las formas vivas, ni llevar la noción de emergentismo a sus consecuencias más radicales.

Más promete en este sentido la filosofía (pragmática, o simbólica interaccionista) de George Herbert Mead. En su Filosofía del Presente se contiene, entre otras cosas, el origen e historia de las mentes, y de cómo llegaron a aparecer en ellas el pasado, y el futuro—pues éstos son objetos mentales en un mundo que en cierto sentido es todo presente. Esta posibilidad del surgimiento del pasado, y del tiempo como objeto mental, es desde luego un preliminar necesario para toda historia, y para toda historia de todo.

Vico y Hegel sí contribuyen, tanto como Mead, a desarrollar el análisis del emergentismo: a saber, el estudio del desarrollo de fenómenos complejos a partir de los simples. El hecho es que cuando algo simple da lugar a procesos complejos, éstos requieren una disciplina especial para su estudio. Y sería un error pretender reducir una disciplina a la otra—la biología a física, por ejemplo. Hay que hallar un modus vivendi y reparto de labores entre las disciplinas del conocimiento. No resulta práctico analizar un jaguar como un conjunto de quarks: más vale acercarle la lupa de la zoología. Las disciplinas del conocimiento buscan engarzarse unas con otras (en un anclaje cognoscitivo o conceptual que también tiene sus dimensiones historicas). Pero conviene estar atentos a la especificidad de los fenómenos emergente, y comprender el concepto de reducción sin aplicarlo indebidamente. Aquí hay un post sobre Gell-Mann, consciencia, reducción y emergencia. Y aquí hay un comentario sobre el concepto de consiliencia, o convergencia y armonización de las disciplinas de conocimiento, las que nos cuentan distintas historias sobre la realidad, historias que deben conciliarse o combinarse de modo coherente. El concepto de consiliencia lo ha promocionado E. O. Wilson, pero en mi post examino la crítica que le hace Stephen Jay Gould, quien considera que en esa prometida armonización de las disciplinas o gran Consiliencia de Todo lo Sabido hay que ser especialmente cuidadoso con el papel y lugar de las humanidades.

Una historia que podríamos escribir es la historia de las historias—de las narraciones y de su origen. Mucho se podría decir al respecto, pero por abreviar remitiré en este punto por ejemplo a Brian Boyd, y a su libro Sobre el origen de las historias, que tiende un puente interesante entre narratología y evolucionismo, entre ciencias y humanidades. Tan bien lo hace que podría dejar satisfechos tanto a Wilson como a Gould.

Y hablando de humanidades, historias y disciplinas del conocimiento... También está, por cierto, la historia de la Historia—de la historiografía, digo, aunque lo que normalmente entendemos por historia no es sino un pequeño capítulo de esta gran historia panorámica que es la realidad, o la evolución de todo. Sobre historia de la historiografía, he escrito este comentario sobre "El surgimiento de la crítica histórica" de Oscar Wilde. Con una cierta atención al concepto de retrospección, tan necesario para entender la dinámica de cualquier tipo de historia, pues mirando hacia atrás las contamos, desde la atalaya del presente.

En la Historia, esa pequeña historia, situamos las historias de todo lo que hicieron y dijeron los humanos, y de todo lo que quedó escrito. Pues la escritura es una frontera entre la historia y la prehistoria.

Las diversas historias de las civilizaciones con escritura, y las diversas historias del desarrollo de la cultura, se ubican, claro, como una fase tardía de la historia humana entendida en sentido amplio. Como muestra un botón, aquí hay una historia (la Galaxia Gutenberg de McLuhan) de cómo distintos medios de comunicación suponen otras tantas fases de la cultura y pensamiento humanos—las sociedades iletradas preceden a las culturas con escritura y a las alfabetizadas. De ahí pasamos a la era de la imprenta, y luego a la de las comunicaciones electrizadas y electrónicas—y aquí es donde estás, lectriz.

Como Gran Narrativa, también está, como medio para entender la dinámica de lo que pasa, la historia de la globalización—la historia de la división del trabajo y de la producción, del intercambio de bienes y procesos productivos, y del desarrollo de los fenómenos económicos y comunicativos que nos están encogiendo la aldea global. Casi cualquier cosa de la que hablamos en la vida moderna (teléfonos móviles, tiendas chinas...) es un capítulo de esa historia. La macdonaldización de la sociedad postmoderna no es sino un episodio tardío y característico.

Tantas historias hay que organizarlas. Sobre todo cuando tanto abarcan todas.

De hecho, se organizan espontáneamente, solapándose, complementándose o acabando una donde empieza la otra—cada historia encuentra su lugar, ya sea dentro de la otra, o englobando a la otra. Uno de los conceptos que me interesa desarrollar últimamente es el de anclaje narrativo: el engarce espontáneo de un proceso narrativo en otros procesos narrativos, la ubicación de una historia dentro de otras historias, o con respecto a otras historias.

Para un análisis conceptual de estas historias (que en ello estamos) supone una cierta dificultad el que se ubiquen en distintas disciplinas y se refieran a fenómenos de distinta naturaleza conceptual. Pero no es un problema insalvable: antes bien, la noción misma de consiliencia exigiría que habrá de ser salvable de alguna manera. Así, habrá que ubicar primero si las narraciones que intentamos conciliar, anclar y engarzar, son historias de procesos físicos... o si son historias de representaciones de los mismos, y de disciplinas y discursos que tratan de entenderlos (y de narrativizarlos).

Sobre esta cuestión puede verse mi post sobre PROCESOS, REPRESENTACIONES, NARRACIONES Y NARRATOLOGÍAS—

—(un mínimo de consciencia del emergentismo de los fenómenos nos dirá que sólo puede haber representaciones de procesos una vez hay procesos que representar, y que sólo puede haber narratologías, y análisis de las mismas, una vez hay narraciones, y análisis de las mismas).

El concepto de anclaje narrativo lo inauguré en este post: "El anclaje narrativo". Puede verse algo más desarrollado y aplicado al estudio de una novela "evolucionista" en este post: "Harry Thompson, This Thing of Darkness: Narrative Anchoring". He dicho hace poco que el anclaje narrativo resulta de un engarce "espontáneo" entre unas historias y otras. Entiéndase bien que esta "espontaneidad" requiere por supuesto un trabajo conceptual activo. En el mundo de los objetos conceptuales el emergentismo tiene lugar por medio de nuestras cabezas, y por eso podemos decir que la comprensión de los procesos, y el análisis narratológico de los mismos y de la misma, es un fenómeno emergente. Un fenómeno que para tener lugar requiere de la evolución y desarrollo de herramientas conceptuales, tecnologías comunicativas, e instrumentos cognitivos para la representación (como por ejemplo el alfabeto, o este blog). Sobre estas cuestiones pueden leerse mis posts sobre narratividad emergente (en inglés) y sobre los blogs y la narratividad de la experiencia.

Con esto me parece que queda tratada la historia de todo, tal como se ve desde esta esquina del tiempo—en la medida en que hoy podemos tratarla, y en la medida en que podemos organizar todas las historias que en ella se reúnen y combinan. Ya he hablado antes del concepto de consiliencia. Sobre la convergencia o consiliencia entre consiliencia y anclaje narrativo versa este post, y también éste.



Nada. Todo. Nada.

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