miércoles, 4 de abril de 2012

Objeto extraño (Leyendo 'Solaris')

Leyendo Solaris, una novela que nació el mismo año que yo. Ya he visto dos películas sobre ella (la de Tarkovsky y la de Soderbergh) que, aunque bonitas, no le hacen justicia suficiente al ambiente de desaliento, vida póstuma y pasmo ominoso, unheimlich, que transmite la novela. El planeta Solaris desafía los intentos de los científicos por entenderlo, sobre todo cuando parece responder a la mente de los propios investigadores generando simulacros de sus temores o deseos más secretos. Y se crea en torno suyo la "Solarística", una disciplina confusa que en sus contradicciones y teorías semiabortadas es mímica de toda la hermenéutica humana frente a los misterios y a los objetos que admiten interpretaciones múltiples (como la literatura, por ejemplo). Dice el narrador que la solarística deja pequeña a la escolástica medieval. Y Slavoj Zizek se pregunta en Lacrimae Rerum:
"¿Y no es acaso el planeta alrededor del cual gira la historia (compuesto por una misteriosa materia que parece capaz de pensar, es decir, que es en cierto modo la materialización misma del Pensamiento) un nuevo ejemplo de la Cosa lacaniana como 'Gelatina Obscena', como lo Real traumático, como el punto en el cual desaparece la distancia simbólica y deja haber necesidad de discurso ni de signos, puesto que el pensamiento pasa a intervenir directamente en lo Real? (...) Solaris es una máquina que genera/materializa en la realidad el suplemento/pareja objetual último que yo nunca podré aceptar en la realidad, por más que toda mi vida psíquica gire alrededor de él."
Al igual que el planeta Solaris, la novela Solaris que lo tiene en su centro es un objeto extraño, y hay una solarística en torno a ella. Para David Ketterer, en Apocalipsis Utopía Ciencia Ficción,
"la novela Solaris estimula toda clase de hipótesis, ninguna finalmente comprobable, y algunas indiscutiblemente incorrectas. Sin embargo, la naturaleza paradójica de la novela es tal que las interpretaciones erróneas no hacen sino realzar su impacto".
Jesús Palacios, que los cita en su introducción, observa que la novela Solaris y el planeta Solaris no coinciden sólo en nombre: "ambos se funden y confunden, confundiendo a su vez sanamente al lector, que se verá sin duda alguna, finalmente, tentado a reflexionar y ofrecer su propia versión del tema. En definitiva, a convertirse también un poco en 'solarista'."

Otras historias de ciencia ficción o terror han explorado o explotado esta conexión entre el objeto extraño y la alteridad alojada en el interior del observador o intérprete. (Me acuerdo de Sphere, esa película con Dustin Hoffman, donde cada cual generaba su propio miedo, su propio objeto de horror). En el comentario de Palacios se subraya la dimensión reflexiva de la novela, al estar centrada en una actividad interpretativa, hermenéutica:

"Solaris es la única obra literaria que hace de sí misma el principal objeto de su estudio, y proyecta sobre la realidad una ficción científica iluminadora a la vez que se lee como espléndida narración de género, llena de suspense". 

Es también, claro, una novela de fantasmas, de Apariciones, y muestra cómo al intentar entender lo más extraño acudimos a lo que tenemos más dentro, a los fantasmas en torno a los cuales se estructura nuestra personalidad. Como dice el semienloquecido Snaut, presa de sus propias fantasías monstruosas,

"No necesitamos otros mundos. Necesitamos espejos. No sabemos qué hacer con otros mundos. Con uno, ya nos atragantamos. Aspiramos a dar con nuestra propia e idealizada imagen: habrá planetas y civilizaciones más perfectas que la nuestra; en otras, en cambio, esperamos encontrar el reflejo de nuestro primitivo pasado. Mientras, al otro lado subsiste algo que no aceptamos, de lo que nos defendemos (...) ¡Nuestra propia fealdad, aumentada como bajo un microscopio, nuestra necedad y nuestra vergüenza!"
Encontrarás dragones, por esos planetas.

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Lem, Stanislaw. Solaris. 1961. Trad. Joanna Orzechowska. Introd. Jesús Palacios. Madrid: Impedimenta, 2011.*

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