El lobby de la
banca, un artículo de Vicenç Navarro que me pasan por
email:
Para qué sirve un banco central?
Una de las actividades que un Banco Central realiza en un país es
imprimir dinero para, entre otras cosas, comprar la deuda pública de su
Estado y con ello bajar los intereses que tenga que pagar su Estado
para poder vender sus bonos públicos. De esta manera, cuando los
mercados financieros quieren especular sobre el precio de tales bonos
públicos (promoviendo en los medios de información, con ayuda de las
agencias de calificación de riesgos como Standard & Poor's, que los
estados no podrán pagar los intereses de tales bonos, forzándoles a
pagar unos intereses muy altos para poder vender sus bonos —lo que se
llama prima de riesgo—), entonces el banco central hace funcionar sus
imprentas y produce moneda con la cual comprar su deuda pública,
defendiéndola frente a la especulación. Esto es lo que hace un banco
central digno de su nombre. Ni que decir tiene que hay también riesgos
en imprimir mucho dinero, porque, cuando hay mucha moneda, puede
incrementarse la inflación. Pero la inflación en la eurozona no es un
problema. Antes al contrario, es demasiado baja, dificultando el
crecimiento económico, que es el mayor problema de esta comunidad
monetaria.
El problema con la deuda pública de los países de la eurozona es que
sus bancos centrales no pueden imprimir dinero ni tampoco pueden
comprar su deuda pública. Los estados están totalmente desprotegidos.
De ahí que todos (desde Grecia hasta Alemania) tienen o tendrán
problemas con su deuda pública. El único banco central que puede
imprimir dinero es el Banco Central Europeo (BCE). Pero el problema con
este es que no actúa como un banco central, es decir, no compra los
bonos públicos de los estados miembros, ni tampoco presta dinero a los
estados. El famoso artículo 123 de su reglamento lo dice muy claro. El
BCE no podrá comprar deuda pública de los estados. Estos no pueden
hacer nada frente a la especulación de los mercados financieros.
Los que sí pueden pedir prestado dinero al BCE son los bancos privados,
y lo pueden conseguir a unos intereses bajísimos, al 1,25%. En cambio,
los estados tienen que pedir prestado dinero a los bancos, pagando unos
intereses elevadísimos, incluso del 7%, como es el caso de Italia (en
España es el 6,5%). Este arreglo es una bonanza para los bancos
privados. Consiguen dinero fácilmente del BCE y con ello compran bonos
públicos que les producen una rentabilidad del 6% o del 7% de lo que
compran. El BCE actúa de esta manera, privilegiando a los bancos
privados sobre los estados, transformándole en un lobby de la banca.
Como consecuencia de esta situación, los estados se tienen que endeudar
más y más y deben mucho dinero a los bancos privados. Y ahí está la
raíz del mal llamado problema de la deuda pública, que es incluso más
acentuada en aquellos países como Grecia, Portugal, Irlanda, España e
Italia, que habiendo estado gobernados por las derechas por la mayoría
del periodo posterior a la II Guerra Mundial, tienen estados muy pobres
(sus ingresos al Estado son muy bajos: España, por ejemplo, sólo
representa un 34% del PIB, frente al 44% en el promedio de la UE-15 o
el 52% en el caso de Suecia), resultado de unas políticas fiscales muy
regresivas y de un enorme fraude fiscal (en España se calcula que
alcanza unos 65.000 millones de euros).
La deuda pública de estos estados ha ido creciendo, no porque su gasto
público haya ido creciendo (como los autores neoliberales erróneamente
indican), sino porque han cambiado de banco. En lugar de conseguir
dinero de su propio banco central, ahora tienen que pedir prestado
dinero a los bancos privados. En realidad, si pudieran pedir prestado
dinero al BCE a unos intereses de 1,25% (como los bancos privados), no
habría ningún problema con su deuda pública. (Ver Ellen Brown, The
European Central Bank withholds relief while Rome Burns). Y ahí está la
raíz del problema. Se ha diseñado un sistema en la eurozona en el que
los estados dependen de la banca privada para conseguir dinero. Y esta
es una realidad que el lector raramente leerá en la prensa financiera o
económica.
Los bancos se forran a costa del endeudamiento de los estados. Un
círculo virtuoso para la banca. Pero la situación es incluso peor que
la ya descrita, pues el BCE, al romper con el espíritu del famoso
artículo 123, comprando deuda pública a estados como España e Italia,
ha puesto como condición que los salarios y la protección social
disminuyan, acentuando la necesidad de privatizar el Estado del
bienestar, tanto sus transferencias públicas como las pensiones, así
como los servicios públicos como la sanidad.
Estas condiciones están escritas en una carta, no conocida por el
público, que el entonces gobernador del BCE, Jean-Claude Trichet, y el
gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez,
escribieron al presidente Zapatero condicionando la compra de bonos
públicos del Estado español a la toma de tales medidas por parte del
Estado español.
Un tanto semejante ha ocurrido con Italia. ¿Por qué hacen tal petición
en su carta? En teoría, esta reducción de los salarios y de la
protección social se exige para aumentar la competitividad de la
economía española y salir así de la recesión. Este es el argumento
neoliberal hoy en boga. Es fácil de demostrar que este argumento carece
de credibilidad. Suecia es el país con salarios más elevados y con
mayor protección social, y su tasa de crecimiento económico es de un
5,6%, uno de los más elevados de la Unión Europea. La explicación real
es que, por una parte, el descenso de los salarios aumenta el
endeudamiento de la población (lo cual es bueno para la banca) y, por
otra, la privatización de las transferencias y de los servicios del
Estado del bienestar son la generalización de la deseada privatización
de las pensiones públicas y la privatización de la sanidad, el sueño de
la banca y de las compañías aseguradoras. Y lo están consiguiendo.
—Muchas cosas habría que matizar, claro. El
endeudamiento generalizado de la población por necesidad
no es bueno para la banca, por ejemplo. Y en el artículo no se
mencionan las consecuencias de darle a la máquina del dinero, que es lo
que se resiste a hacer todo lo que puede la Unión Europea. Si no, ya me
dirán qué problema en echarles una carretada más de millones a los
griegos, que parece que quieren más. Como todo, el inundar el mercado
de dinero tiene sus consecuencias. La felicidad perfecta no está tan al
alcance de la mano, y me temo que inevitablemente requerirá gobernantes
más responsables de los que hemos tenido—y menos dispuestos a
entregarse a los rapaces banqueros, sí; pero es que las condiciones de
éstos han sido la única contención, que a la fuerza aprietan, a la
rapacidad aún mayor de los políticos y partidos para derivar el dinero
en las direcciones que les resultan a ellos favorables.
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