sábado, 11 de febrero de 2012

Apología de la censura

Donde se explica que es una ingenuidad creer que no hay censura, y se aclara que los censores somos nosotros. Esta carta es parte de un intercambio que tuve, hace años, con un medio en el que colaboraba y donde hubo sus más y sus menos por la virulencia ocasional de mis escritos—ante lo cual dije que "había censura" en ese medio, cosa que ofendió seriamente a los editores. Me escribieron airados diciendo cómo osaba yo decir que había censura en su medio. Ahora que estamos en otros asuntos, me interesa recordar lo que decía yo en esa ocasión sobre censura y autocensura.

Estimado compañero:

Me temo que te has sentido ofendido al decir yo que en tu sitio web hay censura, y que te has visto por un momento caracterizado como un censor "inquisitorial". Por favor no te enfades conmigo, que no es para tanto. Quizá tengas una alergia especial a la palabra "censura", y te ha resultado ofensiva. La intención no era ofender, desde luego. Porque la práctica de la censura no es sólo privilegio de terceras personas desagradables a las que condenar: todos censuramos, y todos nos censuramos. Censura hay en tu sitio web, y en el mío, y en todos (no en todos el mismo tipo, claro). Un administrador es, entre otras cosas, un censor. Censura es, desde luego, exigir el uso de un determinado estilo, expresiones, etc. Llámalo "normas de uso", como lo haces, si prefieres: pero el rechazo de un escrito por no atenerse a las normas de uso no es algo distinto de la censura "clásica" en esencia, sólo en grado, latitud, modos.... Y por supuesto que los administradores podéis no publicar, o publicar, en vuestro sitio web lo que estiméis oportuno---como yo en mi blog---aunque os autocensuréis, y aunque yo también me autocensure. Eso no es algo que me tengas que explicar, ni yo a tí. No iba por ahí en absoluto la cosa. Todos trabajamos con condicionantes: como tú mismo me has aclarado tan amablemente, no podéis correr el riesgo de publicar cualquier cosa, porque os cerrarían. Ergo: censura. No tuya, o no a tu gusto, quizá, pero sí exigible por las condiciones mismas del medio, su administrador último, que no eres tú sino el Rector, y ni siquiera él quizá, pues vamos acercándonos a los límites legales del uso de la palabra, etc. Que los hay aquí y en la España de Franco. Creo que no deberías ofenderte, y te lo digo amistosamente, por el hecho de que yo hable de una "versión censurada" de mi artículo---tampoco digo quién la censura, no digo si la censuro yo, como es el caso, al aceptar publicarla "censurada"---ya que la versión que publicáis no es la que yo quería enviar, pues esa se borró, sino una pactada dentro de ciertas limitaciones a la expresión---limitaciones aceptadas de una manera que me parece que supone un acercamiento racional entre las dos partes. A mí no me parecería racional que no existiese la censura, de un modo u otro, pues todos tenemos intereses que defender. Si has visto mi blog, quizá hayas visto lo que pasa cuando una lista de correo supuestamente "no ejerce la censura" (me refiero a la de AEDEAN), sino que, según los administradores, los socios pueden publicar en ella lo que quieran. A la primera de cambio, con el primer conflicto, aparece la censura. Normal. Lo que no era normal era hacer gala de que no había censura, ignorando lo que son los propios intereses, y los condicionantes del medio institucional en el que nos movemos. Creer que puede no haber censura es creer que el mundo es una balsa de aceite, un lugar sin conflictos, donde podemos presuponer todos los mismos sobreentendidos. Y me parece obvio que no es así, en ningún caso, y menos cuanto más abierto sea el medio a opiniones diversas. En un sitio donde todos están de acuerdo nunca hay que censurar a nadie; es donde empiezan los desacuerdos cuando empieza a actuar la censura inevitablemente. Así que, si no estás demasiado enfadado conmigo para verlo con humor, acéptame esta paradoja: es la existencia de la censura en él la que prueba que un medio tiene cierta dosis de visión crítica y variedad de opinión. Siempre cierta dosis, no seamos absolutistas... Mira, francamente, creo que no deberíamos partir peras por esta cuestión, sino seguir aprovechando el espacio de entendimiento que tenemos, que no es poco. En realidad siempre tienes sólo un espacio de entendimiento con la gente con quien te entiendes, pues hay tantas cosas en las que podríamos disentir con las personas que nos son más cercanas, si las estudiamos de cerca... Entiendo que en la versión del artículo que envié revisada no encuentras nada que contravenga vuestras normas de uso (no digo que estés de acuerdo, que eso es otra cosa). Si las sigo contraviniendo, como pareces temer, pues dímelo, y o bien enviaré otra versión más dulcificada, o bien renunciaré a enviar este artículo, y enviaré otros, o ninguno si no logramos entendernos. Pero no pasa nada, no me voy a enfadar con vosotros por eso, que entiendo perfectamente la situación. Ahora bien, tampoco te enfades tú por lo que yo pongo en mi blog, que sólo es ofensivo para quien crea que la censura es algo así como el Coco---no para quien sabe que es una realidad inherente a la comunicación pública. Y créeme, que es muy fácil tolerar la libertad de expresión cuando estamos de acuerdo con lo que se dice: es cuando disentimos cuando llega el auténtico test de la tolerancia. Que (como he venido diciendo) tiene sus límites, por supuesto. Espero no exceder los tuyos con mi explicación, y que podamos seguir encontrando espacios de entendimiento.

Un saludo muy cordial, etc




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