Estos días por Galicia
Publicado en Personales. com. José Ángel García Landa
son lluviosos, por suerte para la racha de incendios, que este año han batido récords, se ha quemado más del 2'5% de la superficie de Galicia, y tienen al personal pasmado. Por aquí, sin embargo, en la puntita norte, seguimos sin ver ninguno, y menos ahora que llueve y nos tenemos que quedar en casa buenos ratos. Claro que aquí la norma es que cuando se ve un rayito de sol, pues corriendo a la playa, o si no a otra de al lado que puede que lo tenga, porque Viveiro parece tener un microclima que le pone una boina de nubes encima a perpetuidad. De ahí que no esté esto macroedificado, de ahí y de las comunicaciones, aunque ya vimos cómo construian la autovía que en un periquete plantará aquí a todos los madrileños que quieran huir del sol. Ayer, pues, todo el día en casa. Otra vez releyendo mi artículo sobre la repetición y la relectura, y traduciéndolo. Y viendo Bailando con lobos, primera película que veo en la tele desde hace años, y me juro no volver a ver una, pues entre anuncios y metraje extra del director se nos fue la tarde entera, claro que llovía. Anteayer sí hubo más movimiento, fuimos a ver la fábrica de porcelana de Sargadelos, con visita al proceso de producción (sin que los nenes acabasen metidos en algún torno de alfarero, uf) y a las exposiciones y cómo no a la tienda de recuerdos, donde me compré, quién me lo iba a decir, los poemas ingleses, en dos volúmenes, de Pessoa, y una historia de la literatura medieval galega de un tal Pena (no pariente de). Y entre eso y la feria del libro de Viveiro van cayendo libros al bolso. Al cuerpo menos: me he terminado Muertes paralelas de Sánchez Dragó, sigo con Suite française de Irène Némirovsky, y he empezado a leer O incerto señor Don Hamlet de Álvaro Cunqueiro, comprado al lado de su estatua, en Mondoñedo. Pero leo poco. Y eso que en la playa me dedico desde luego más a leer que a bañarme, se me han pasado mis años bravos de bañarme en aguas heladas, y ahora soy el típico bañista de pega que sólo se moja los pies. O casi. Hoy hay fiestas aquí: como en Biescas; aquí la ermita es de San Roque, la tenemos en un monte encima de la casa, la priomera noche la tomamos por un ovni, superiluminada. Y de ahí la lluvia, de las fiestas, digo, en Biescas ya se sabe, aunque me decían que de momento se mantenía el tiempo y que los sobrínos habían hecho un desfile en carroza. Los pequeñajos aquí se dedican a saltar olas, básicamente, y a construir castillos y tirar bolas de arena al mar. Los pequeños socializan mejor que nosotros (que siempre vamos de vacaciones a sitios donde no conocemos a nadie ni al ir ni al volver). Se han hecho amigos de los niños del barrio de pescadores en el que vivimos. "Este niño se llama Jaido"-- bueno, es que Jairo no sabía pronunciar la D. las fiestas tranquilas, no tienen una marcha excesiva por aquí, y nos dejan dormir y transitar por las calles. Es un sitio tranquilo y agradable, Viveiro, y precioso, pero me parece que no será aquí donde se comprará nuestra compañera de viaje la casita en Galicia o segunda vivienda... seguiremos explorando. Plan para hoy, después de levantarnos a las once como es de rigor en día de lluvia... pues poco. Hoy se va Chelo, que ha estado unos días en casa; no parece que vayamos a tener otra visita. Los nenes se las prometen muy felices porque dicen que se van a gastar un euro en videojuegos en un ciber. Pues vaya plan. Pero bueno, ya se sabe que es vano decirle al prójimo qué es y qué no es lo que debe hacerle ilusión. ¿Y aparte? Pues bromas y juegos con los nenes. Y amores, broncas, desamores, abrazos, separaciones, reconciliaciones, añoranzas, ensoñaciones, fijaciones, y toda la parafernalia y tormentas de los sentimientos, y procesiones que van por dentro y por fuera. El verano de siempre.
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