Publicado en Personales. com. José Ángel García Landa
Me resultan un poco cargantes los veranos por su poca sociabilidad, o la poca mía, supongo. Suelo ir con la familia a un sitio distinto cada año, donde no conozco a nadie, y me vuelvo también normalmente sin haber hablado con nadie en todo el mes (menos con las cajeras de las tiendas: "Son 50 euros"- "Tenga"-"Adiós"). Desde luego muy dicharachero no soy, pero es que tampoco encuentro que el verano tal como lo vivo yo al menos se preste mucho para conocer gente: de lúdico-festivo y mogollónico, nada de nada. Las tómbolas y verbenas de la plaza del pueblo no me van. Todos tus conocidos están dispersos por aquí y por allá (normalmente ni me contestan al correo); y en la playa no hay ninguna razón, ni ganas, de hablar con el de la toalla de al lado. Sobre todo si, como sucede aquí, en Galicia, la toalla de al lado está a treinta metros. Nada, que igual debería apuntarme a clases de aerobic playero por socializar un poco. A la familia la veo más que todo el resto del año... en proporción únicamente: 100%. A ver: que no es que me resulte cargante la familia... lo que me resulta cargante es mi patrón establecido de sociabilidad cero. Álvaro me dice: "Los nenes se han hecho amigos de Jairo. Pero yo prefiero no hacerme amigos. Sobre todo si son amigos divertidos y que me lo paso bien con ellos, porque luego me voy y no los vuelvo a ver en la vida, eso ya lo sé segurísimo". Yo parecido, pero como si ya me hubiese ido. Mis amistades vienen de mis estudios o de mi trabajo. Si no estudio, y no trabajo, no tendría amistades, parece claro. Ahora entiendo el éxito de los clubes de alpinismo, alfarería, o punto de cruz. Si aún tendré que apuntarme a uno. O a un sitio web con más movimiento que éste.
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