Publicado en Personales. com. José Ángel García Landa
Esta tarde nos vamos a pasear por un sitio de las afueras de Viveiro donde súbitamente acaba la expansión urbana, cortada de repente por la vía del tren (es un tren de vía estrecha con unos puentes de piedra preciosos que cruzan las rías). El tren va elevado, como sobre un muro; pasamos al otro lado del muro por un túnel, y quedan atrás los coches, y tiendas, y chalés; es el fondo de la ría, remontando el río Landro, separado del resto por uno de esos puentes que digo, con arcos góticos, de hace cien años. Hay un paseo a lo largo, hecho hace poco, pero aparte todo sigue como hace muchísimos años, o siglos; con marismas que se inundan cuando sube la marea, casas de labranza sueltas por aquí y por allá, arroyos claros, y un valle verde que es "como Brigadoon, un lugar imaginario, o un sitio fuera del tiempo", me dice mi acompañanta. Es un valle rodeado de montañas bajas casi aisladas unas de otras, hace un efecto un poco chino, sobre todo con bruma. Está todo de un verde rabioso, húmedo, y tranquilo, bueno, más bien de todos los tonos de verde combinados; y tranquilo: no se oye nada; no hay ni lanchas ni motos de agua ni nada ni nadie en la ría. Una yegua y su potrillo, gaviotas, alguna garza. Una poza increíble para bañarse, con árbol gigante y liana para saltar al agua... Parece demasiado perfecto, tan cerca de la villa, como una simulación de algo imposible colocada aposta, una ilusión hiperreal. Qué casualidad, nos cruzamos a los pocos kilómetros con la señora que nos alquiló la casa. (La señora Oca, se llama). Hay un convento medieval allí cerca, al lado del arroyo, con una historia de aparición de la Virgen. Se les apareció la imagen y se la llevaron a Viveiro, pero les desapareció del altar y volvió a aparecer aquí: tenía las ideas claras, esa Virgen. Así que le hicieron el convento alrededor. Se respira una tranquilidad casi--"eerie", me dice mi compañera, "un sitio especial, sobre todo siendo que hay que entrar por esa puerta que lo separa como del resto del mundo--y con esas figuras tan inquietantes a la entrada". Es que algún artista moderno ha decorado, por encargo municipal, el túnel por donde se pasa al valle, con unas esculturas metálicas, unas siluetas humanas altas y estilizadas, de casi tres metros de altas, plateadas, con las manos cruzadas a la espalda y la vista al frente, sin rasgos; otras siluetas parecidas a éstas, o sus sombras, están grabadas en las paredes del túnel. A Álvaro también le han impresionado las figuras éstas, y les va buscando un nombre adecuado:
- "Yo creo que podrían llamarse... los Vivientes. Así, con uve mayúscula. O Los Que Esperan--Los Que Pueden Aguardar. Tiene que ser todo con mayúsculas. O... hum... ’los Contempladores’. O ’los Impasibles’. O... ’los Vigilantes del Valle’, o ’los Informadores’. O quizá ’los Anotadores’... no, los Anotadores no. Mejor ’Los Que Son’, o ’los Durmientes’, o ’los Habitantes’, o ’los Existentes’...
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