jueves, 27 de agosto de 2015

Retropost #152 (16 de marzo de 2005): Poder simbólico



Es curiosa la jerarquía existente entre los "Cuerpos Docentes Universitarios", que son, según la Ley Orgánica de Universidades actualmente vigente:

a) Catedráticos de Universidad
b) Profesores Titulares de Universidad
c) Catedráticos de Escuela Universitaria
d) Profesores Titulares de Escuela Universitaria

Los dos primeros cuerpos, compuestos necesariamente por Doctores, tienen plena capacidad docente e investigadora. El tercero y cuarto, para los cuales no es requisito el Doctorado, tienen plena capacidad docente, e investigadora también si el profesor en cuestión es además Doctor.

Las diferencias son a veces cuestiones de sueldo, a veces cuestiones de encargo docente, a veces de exclusividad o prioridad a la hora de constituir tribunales de habilitaciones, de oposiciones o de reclamaciones, o de ocupar cargos. Así pues, los tribunales de oposición de Catedrático están constituidos únicamente por catedráticos, mientras que en los de Titulares participan profesores titulares y preside un catedrático. El sueldo base es el mismo para Profesores Titulares y Catedráticos; unos complementos son mayores para los Titulares, otros mayores para los Catedráticos: en conjunto es más elevado el sueldo de Catedrático. Los catedráticos tienen exclusividad para constituir por ejemplo la comisión de reclamaciones, y para ocupar el cargo de rector. Con la LRU, anterior a la LOU, tenían preferencia también para ocupar el puesto de director de departamento, pero esa diferencia ha sido suprimida en la nueva ley.

A lo que voy es que los dos cuerpos están igualados en todos los aspectos en los que no especifica la ley una diferencia, y sin embargo un aura especial rodea a los catedráticos. ¿Por qué?

- Por el mayor sueldo. Indiscutible (aunque tampoco es para forrarse - ni menos para venderse).

- Por haber superado una prueba más de selección. Esto suele imponer respeto intelectual. Claro que, como muchas veces está viciado el sistema, siempre queda la duda de si es catedrático quien más lo merece, caso frecuente, o quien más a tiro se ha puesto, caso también frecuente. Sea como sea, el éxito de la estrategia también impone respeto intelectual. (Como prueba de que se está o bien ante un listo, o bien ante un listillo).

- Por tradición: En tiempos pasados en la universidad, previos a la implantación de la estructura departamental (y a la democracia), los catedráticos hacían y deshacían, contrataban y despedían, en sus "cátedras", de las cuales eran el centro, con una nube de satélites subordinados girando alrededor. Hay que dejar claro que esta situación, si se perpetúa, carece de apoyatura legal alguna. Sin llegar a esos extremos, los catedráticos suelen gozar de privilegios que en realidad la ley no les otorga. En parte,

- Por redes de influencia: en general llegan a ser catedráticos los profesores con mayor "implantación" en las redes de poder, influencias y dependencias de cada universidad. Y esto se retroalimenta: un profesor que goza ya de cierta influencia o contactos, los ve reforzados al entrar en el club de los catedráticos.

Por todo esto, a quien quiera ser un profesional influyente en la Universidad le vale la pena hacerse catedrático, al margen del aumento de sueldo. Tendrá un poder simbólico superior al real, y eso agrada. La contrapartida: un catedrático se apunta de hecho al sistema de contactos y privilegios por el cual, para empezar, merece más atención otro catedrático que otra persona, por ejemplo a la hora de hacer recomendaciones que atañen a "su" departamento (en tribunales, etc.), y debe defender los privilegios de que goza su cuerpo, tengan éstos o no apoyo en la ley. A veces esta defensa mutua de los corrales propios y ajenos, y de los privilegios propios y ajenos, lleva a curiosas distorsiones del sistema, o curiosas arbitrariedades, que suelen hacerse con la cara más larga y más de palo posible. Y esto sí es una servidumbre considerable.

Creo que, aunque los catedráticos estén obviamente interesados en conservar su poder simbólico más allá de la letra de la ley, es deber (y conveniencia) de los otros profesores el recordarles que sus privilegios son los que marcan las leyes, y no otros. Y tratar de reducirlos allá donde no sean razonables ni estén justificados. Hay que hacerlo aunque sólo sea por modernidad: estas batallitas son pequeñas escaramuzas en la historia de la decadencia del feudalismo. Decadencia, pero ya, ya... hay mucho poder simbólico aún, y en algunos profesores, mucho miedo a desagradar a los catedráticos.

Mañana votamos en el Consejo de Departamento un baremo que sirva para asignar docencia a la hora de establecer el plan de estudios. Antes, elegía primero el catedrático, luego el titular más antiguo, etc., en escala descendente de cuerpos y antigüedad. Fue un hito la aprobación de un baremo que permitía, si se solicitaba su aplicación, saltarse esta jerarquía de cuerpos y antigüedad y apelar a otros méritos (es más "democrático", en cierto modo, aunque puede también llevar a conflictos que no se darían con un sistema rígido e igual para todos). Mañana vamos a estudiar una reforma de ese baremo. Y se va a proponer que se modifique un punto, entre otros. El baremo da puntos por diversas cosas: pertenencia a cuerpos (más puntos a catedrático que a titular, y así sucesivamente), antigüedad, méritos docentes, méritos de investigación, etc. Pues bien, en el apartado "antigüedad" se dan actualmente también más puntos a los cuerpos "superiores" y menos a los "inferiores", reduplicando en cierto modo la puntuación ya dada por cuerpos en el primer criterio. La petición será: que se cambie, para dar la misma puntuación por año de antigüedad a todos los profesores, sean del cuerpo que sean.

Esto es, naturalmente, irrelevante a efectos prácticos. Pero tiene cierto interés simbólico, o sintomático, para quien ve estas cosas de cerca. ¿Habrá debate? ¿Habrá drama? Ya lo contaré aquí. Si se acepta sin chistar, buena señal.

(p.s.: Se aplaza la discusión a otro día... continuará).




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