jueves, 20 de agosto de 2015

Retropost #140 (4 de marzo de 2005): Unlocking 'Million Dollar Baby'



Pues veamos, Million Dollar Baby, de Clint Eastwood. La película va de traumas, y por tanto de cosas que no se pueden mencionar directamente; se tratarán por tanto con símbolos, indirecciones y alusiones. Y eso que a los dos personajes principales, interpretados por Clint Eastwood y Morgan Freeman, les gusta decirse la burrada más gorda y la cosa más dolorosa u ofensiva como viejos colegas que son (esto se llama en inglés banter, en español no sé). Al fin dan la bienvenida a este club de banteadores, masculino por definición, al joven hallazgo de Clint (que tiene por norma no trabajar con chicas). Bueno, pues este Clint resulta que era un abusador, y violaba a su hija de pequeña. La niña ha crecido, y no quiere tratarse con él, como traumada que está, y la conciencia de su pecado tiene traumado a Clint, que se pega los días en la iglesia intentando bantearse al cura, pero el cura lo lleva peor que Morgan. Si la religión del cura no sirve, porque es mecánica y no adaptada al caso, la negra religión de Morgan Freeman, que estudia el caso individual, te da el perdón y el camino que la otra niega. Al final Clint logra superar su trauma desplazando la solución a una hija imaginaria, con la cual deshace el mal que hizo, primero, respetando sexualmente a la persona de esa hija adoptiva, con la que no tiene lazos de sangre (aunque la primera pregunta que le hace, por si acaso, es "¿conozco a tu madre?"). Una vez la chica es ya un colegui y a la vez la hija de Clint, y a la vez él mismo (los dos con su frustrada carrera a cuestas), ya está madura como símbolo para la consumación penitencial. Al fin Clint recupera la infancia perdida, en su Innisfree particular, ("in is free"), comiendo tarta de limón en un cenador que la chica frecuentaba con su padre, y que debía llevar esperándole a él desde los años de la Depresión. Largo tiempo, pero valía la pena porque allí se funden en una su propia niñez, la de su hija y la de la adoptada; es más, se han superado hasta cierto punto las traumantes barreras que separan lo masculino de lo femenino. Es una película donde todo pasa un poco al revés, como nos aclara un autocomentario simbólico: para demostrar el aprecio a los amigos, se les dice algo ofensivo o despectivo; para demostrar a una persona que la quieres, es preciso a veces actuar con ella de modo sancionable por las leyes; para liberarte de un trauma, tienes que hacer algo verdaderamente traumante, para recuperar la inocencia tienes que ir a las profundidades de la experiencia y del desengaño.

Aparte de eso, va toda de boxeadores, y de lo mismo que la de Amenábar (Mar Adentro).

Por cierto, me faltaba la lectura en clave política (gentileza de a nameless person): "hay que protegerse", dice Clint: pero por mucho que intentes protegerte, USA, estás a merced de los hados. Al otro Fitzgerald, Kennedy "el amado", la verde esperanza de América, también se le torció la carrera, y sólo podemos lamer las heridas nacionales tras el gran desengaño. Podemos planificar la repetición de la jugada, volver a dar la batalla (igual esta vez hasta colgamos a Saddam) pero el fiasco se producirá, inevitablemente, por otro lado, incalculable. Por lo menos la tarta de limón sí está rica.




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