GEORGE HERBERT MEAD
Traduzco
aquí el artículo de George
Herbert Mead "The Physical Thing", el segundo de
los ensayos suplementarios que aparecieron en su libro póstumo La Filosofía del
presente (1932). En español apareció otra traducción en
la edición de La Filosofía del
Presentetraducida
y comentada por Ignacio Sánchez de la Yncera, en la serie
"Clásicos del Pensamiento Social" (Madrid: BOE / CIS, 2008). Las notas
en números árabes traducen las de la edición original; las de números
romanos son comentarios míos.
La cosa física (1)
A. Es evidente que una definición de la cosa física en términos de la experiencia manipulatoria y a distancia ha de aplicarse también al organismo considerado como cosa física. El organismo se ve y se siente. Suplementamos lo que llega a través de la visión directa con lo que obtenemos a través de espejos y de imágenes visuales, y nuestras manos entran en contacto con prácticamente toda la superficie de nuestros cuerpos. Las experiencias cinestésicas y viscerales pueden localizarse en el interior de nuestros organismos sólo cuando estos organismos han alcanzado exteriores. Si usamos las presiones mutuas de las superficies de nuestro cuerpo en la experiencia de cuerpos que actúan sobre nosotros, esto tiene lugar únicamente en la medida en que el cuerpo y otros objetos se han organizado en un campo común de objetos físicos. Sin duda las superficies en contacto y las experiencias orgánicas limitadas por estas superficies son, en la experiencia del infante, las experiencias a partir de las cuales surgen los exteriores y los interiores de las cosas. Sin embargo, el niño puede delimitar sus superficies corporales sólo mediante cosas que no sean su cuerpo, y alcanza las superficies enteras de cosas que no son su cuerpo antes de llegar a su propio organismo en tanto que cosa que tiene límites. Genéticamente, el infante avanza desde la periferia en dirección a su cuerpo. Si usa las presiones del organismo a la hora de ponerles interiores a las cosas, el cuerpo debe haberse definido antes mediante su contacto con cosas que tienen límites. Es importante reconocer que en la experiencia esto continúa siendo la relación entre las cosas físicas y el cuerpo como cosa física, y entre cosas físicas diferentes del cuerpo. Llegamos mediante análisis a los interiores de las cosas sólo alcanzando nuevos exteriores que son efectiva o imaginativamente las condiciones de esa experiencia de presión que aparece como el interior ya sea del cuerpo o de otras cosas físicas.
Los conjuntos de cosas físicas, pues, vienen definidos por sus límites, y entre esas cosas el organismo corporal recibe su definición de la misma manera. Si por ejemplo contemplamos los colores y la sensación táctil de las cosas como algo que depende de procesos fisiológicos internos al organismo, sigue el argumento basándose en la suposición de las cosas físicas definibles, incluyendo al organismo como algo que está allí. En la experiencia no se ascribe una prioridad de realidad al organismo corporal. Si es concebible que la mano pasase a través de la mesa que se ve, es igualmente concebible que la mano pudiera pasar a través de la pierna que se ve. Estas cosas físicas son todas experiencias a distancia. Es decir, se hallan ubicadas en un espacio, y para estar ubicadas así van ordenadas a partir del centro O de un sistema de coordenadas. Las formas en las que aparecen son perspectivas ópticas, y la percepción las realiza en términos de la experiencia del área manipulatoria, en la que se ven sometidas a la prueba del contacto para su realidad perceptual; pero siguen siendo objetos visuales en esa área. En el seno de esta área manipulatoria desaparecen las distorsiones de las perspectivas ópticas. Las cosas adquiren tamaños estándar. Que tengan tamaños estándar quiere decir que el centro O puede hallarse en cualquier punto en el que las cosas tuvieran los valores espaciales que se encuentran en esta área manipulatoria. El postulado fundamental de la física newtoniana de que cualquier conjunto de coordenadas cartesianas puede tomarse como base para la ordenación y medición de las cosas y de sus movimientos está implicado en nuestro mundo perceptual. El pensamiento conceptual ha formulado de manera lógica la actitud de la experiencia perceptual. Surge entonces la pregunta de cuál es la naturaleza de esa actitud mediante la cual la percepción varía indiferentemente de un centro O a otro.
En la percepción inmediata las estimulaciones a distancia son adeecuadas para estimular el acercamiento o la retirada, y contactos y consumaciones consiguientes. Que la percepción presente a los objetos distantes teniendo los valores físicos del área manipulatoria no es algo que tenga que ver con el éxito en el comportamiento de un organismo percibiente. Decir que la imagen memorística de la estimulación a distancia tal como apareció en una área manipulatoria se fusiona con la estimulación a distancia es encubrir un proceso con un vocablo. Puede fusionarse de esta manera porque la estimulación a distancia ya es una cosa física. En el seno del área manipulatoria el objeto actúa sobre el organismo percibiente, y la acción en la experiencia perceptual significa la presión de su volumen en el organismo. Hay una infinidad de otras características de su acción, su temperatura, su olor, y demás, pero éstas son todas características suyas en tanto que cosa con volumen, y esta naturaleza interna de la cosa física nunca la alcanzamos subdividiendo sus límites visuales. Aparece en la cosa física una corriente que originariamente pertenece al organismo, la de la presión, lo que Whitehead ha llamado "el empuje" de las cosas, y la cuestión es cómo llega a estar en la cosa. Los límites a distancia visuales y los tácticles de contacto están allí en la experiencia inmediata. No estoy examinando la cuestión metafísica de cómo llegamos desde una experiencia interna a un mundo exterior a nosotros, sino cómo los objetos distantes y con límites reciben el interior de objetos perceptuales—interiores nunca revelados mediante la subdivisión. La propuesta que ya he hecho es que las presiones de las superficies corporales unas contra otras, sobre todo la de una mano contra otra, son transferidas al objeto, y la cuestión que planteo es cómo tiene lugar esta transferencia.
La única respuesta que puedo darle a la pregunta es que el organismo al agarrar y empujar cosas está identificando su propio esfuerzo con la experiencia de contacto de la cosa. Aumenta esa experiencia con sus propios esfuerzos. Coger un objeto duro es estimularse a uno mismo a realizar ese esfuerzo interno. Uno invoca en sí mismo una acción que viene también del interior de la cosa. Viene del interior de la cosa porque esa experiencia aumenta mediante la acción de los cuerpos sobre los organismos y sobre otras cosas del mundo perceptual. El objeto del organismo invoca en el organismo la acción del objeto sobre el organismo, y adquiere así esa naturaleza interna de presión que constituye el interior de la cosa física. La cosa adquiere semejante interior sólo en la medida en que el organismo adopta de este modo la actitud de la cosa. La fórmula de este proceso es que la cosa estimula al organismo a actuar como la cosa actúa sobre el organismo, y que la acción de la cosa es la resistencia del organismo a la presión tal como surge cuando un objeto duro se agarra firmemente con la mano (i). La resistencia del objeto es continua con el esfuerzo de la mano. En el desarrollo del infante, esta experiencia ha ser previa a la de su propio organismo físico como un todo. El infante debe estar situando este esfuerzo de su interior de las cosas antes de estar en posición de identificar el esfuerzo como suyo propio. Lo que le rodea se extiende más allá por todos lados, y formas de colores llegan a localizarse y a volverse familiares en un mundo en el seno del cual su cuerpo por fin llega a ocupar un lugar definido. Entretanto, la presión de su cuerpo y el agarrar de sus manos han de localizar cosas a partir de una actitud interior, y por fin llega a sí mismo como cosa a través de la acción de otras cosas sobre él. La materia es el nombre que le damos a esta naturaleza de las cosas, y su característica es que es idéntica con la respuesta que invoca. El peso como presión, o la inercia como resistencia al cambio de reposo o de movimiento, son idénticos al esfuerzo mediante el peso se sostiene o se imprime movimiento al cuerpo o se le detiene. El cuerpo tiene en abundancia otros caracteres que son inherentes a la materia, pero ninguna de estas otras tiene esta característica. El color, el sonido, el sabor y el olor no pueden identificarse con las respuestas que inducen, ya sea en los organismos o en otros objetos; mientras que el contenido experiencial interno de la materia es idéntico con las respuestas que invoca en las cosas. Fue un logro llamativo de la ciencia del Renacimiento el aislar esta cualidad de la materia en tanto que inercia. Newton pudo referirse a ella ya sea como cantidad de materia o como la propiedad de la materia mediante la cual continúa en su estado de reposo o de movimiento a menos que actúe sobre ella una fuerza externa. La inercia y la fuerza pudieron entonces verse como equivalentes. En las ecuaciones de la mecánica newtoniana la masa se define en términos de fuerza y la fuerza se define en términos de masa. Aquí Newton reflejaba una actitud fundamental de la experiencia hacia las cosas.
Estamos en situación ahora, me parece, de contestar la pregunta que antes hemos planteado: ¿cómo llegamos a atribuirle a la cosa a distancia los valores físicos del área de manipulación? Otra manera de verbalizar la pregunta sería, ¿cuál es el trasfondo experiencial de la homogeneidad del espacio? En primer lugar, la continuidad de la experiencia del esfuerzo y la materia de la cosa física proporcionan a las cosas una naturaleza interna común que se reconoce cada vez que la experiencia a distancia se ve completada en sus implicaciones de contacto. En segundo lugar, la naturaleza interna está allí sólo en tanto que evoca la respuesta del esfuerzo. El objeto distante, al poner en marcha la secuencia de respuestas de agarre y manipulación, evoca en el organismo su propia naturaleza interna de resistencia. Tenemos aquí la base para la empatía de Lipps. Sería un error considerar esta naturaleza interna de la materia como una proyección por parte del organismo, de su sentido de esfuerzo, al objeto. La resistencia está en la cosa tanto como el esfuerzo está en el organismo, pero la resistencia está allí sólo frente al esfuerzo, o a la acción de otras cosas. Traídas pues así al campo del esfuerzo, acción y reacción son iguales. El carácter interno de la cosa se debe en efecto al organismo—a la continuidad de esfuerzo y resistencia. Sin embargo, el carácter de internalidad surge sólo con la aparición del organismo como objeto, con la definición de superficies y de experiencias del organismo que se encuentran dentro de las superficies que lo limitan. Lo que deseo enfatizar es que la cosa física en las presiones de contacto, y a distancia al despertar respuestas manipulatorias anticipatorias, evoca en el organismo algo que es continuo con su propia naturaleza interna, de modo que la acción de la cosa donde está, se identifica con la respuesta del organismo. Es esto lo que hace posible que el organismo se situé a sí mismo y a su área manipulatoria en cualquier objeto distante, y que extienda indefinidamente el espacio del área manipulatoria, llegando así a un espacio homogéneo a partir de perspectivas disonantes. Lo que es esencial es que la cosa física despierta en el organismo su propia respuesta de resistencia, que el organismo como materia está actuando como actúa la cosa física.
Hay dos expresiones que he usado arriba que requiren más comentario. Una es la identificación del esfuerzo interno del organismo con la materia del objeto. Como he indicado, esto no implica que el organismo proyecta un contenido interno al objeto. La resistencia está allí como opuesta al esfuerzo, pero en el organismo del infante no está sólo la respuesta de apretar contra la cosa, sino también, mediante la integración del sistema nervioso central, el surgimiento de la respuesta de apretar la otra mano contra la banda que está apretando la cosa (ii). El organismo actúa sobre sí mismo, y al actuar sobre sí mismo sus respuestas son idénticas con las que les da a las cosas. La cosa, pues, hace surgir en el organismo la tendencia a responder del modo en que la cosa responde al organismo. Hemos aprendido en años recientes que la función del sistema nervioso central en las formas superiores es la de conectar todas las respuestas potencialmente con cada una de las respuestas del organismo. En cierto sentido todas las respuestas están interconectadas de este modo por vía de inervación y de inhibición interrelacionadas. Hay que establecer, sin embargo, una distinción entre el objeto del área manipulatoria que es visto y también es manejado, y el objeto distante que está fuera de alcance a la vez que está en perspectiva visual. Hemos visto que la continuidad del esfuerzo y de la resistencia de la materia facilitan la situación del organismo con su área manipulatoria en el objeto distante. El sentido en el que esto tiene lugar se halla en las respuestas que surgirían en tal ubicación—respuestas que son invocadas, aunque inhibidas, en el interior del organismo. Lo que he estado indicando ahora es que el objeto disttante hace surgir la respuesta de su propia resistencia además del esfuerzo de reaccionar ante él. Lo que va comprendido en que un objeto distante esté "allí" no es simplemente la tendencia a responder a él, ni tan siquiera de modo anticipativo, ni tampoco se logra su ubicación como objeto distante sólo mediante una mera imagen sensorial de su tacto, a menos que con la imagen memorística nos refiramos a la tendencia que hay en el organismo del infante a apretar de la manera en que aprieta el objeto distante, invocando así la tendencia a responder con su propia presión. Es ésta última respuesta la que en nuestra experiencia constituye el objeto físico—un algo con un interior. Estoy convencido de que esta corporización del objeto en las respuestas del organismo es el factor esencial en la emergencia de la cosa física.
El objeto está allí en su resistencia inmediata al esfuerzo del organismo. No está allí como objeto, sin embargo, es decir, no tiene interior. Obtiene su interior cuando hace surgir en el organismo su propia respuesta y así la respuesta del organismo que responde a esta resistencia. Lo que se ha llamado esta naturaleza del objeto tal y como es invocada en el organismo aparece en la sensación de dureza o de resistencia. Está efectivamente, como supuso Locke, la misma naturaleza extendida resistente en la experiencia del individuo que en el mundo, pero para Locke esto era en la experiencia del individuo una "idea", es decir, una sensación. Si reconocemos la identidad de resistencia y esfuerzo, entonces el carácter de "idea", es decir, de algo que pertenece a la experiencia del individuo, le viene cuando se hace surgir la respuesta del organismo bajo la forma de la resistencia, de la naturaleza interna de la cosa. Éstas tienen, como hemos visto, un carácter idéntico. Tanto el objeto físico como el organismo son materiales. Lo que debe mostrarse es que el objeto hace surgir en el organismo no sólo una respuesta orgánica a la cosa física sino también una respuesta a sí mismo como objeto que invoca esta respuesta. El mecanismo mediante que lleva a cabo esto es el cerebro. El mecanismo de la médula y su bulbo es simplemente de respuestas a estímulos externos. Tales estímulos son imperativos en sus exigencias. El cerebro, en cambio, es un órgano que integra una enorme variedad de respuestas, incluyendo los reflejos inferiores, y es específicamente el centro para los órganos de los sentidos a distancia situados en la cabeza. En el proceso integrativo hay diferentes combinaciones alternativas y alternativas correspondientes también para las inhibiciones que van necesariamente unidas a esa integración. Esto introduce un desfase en la respuesta, y un ajuste en cuanto a la selección del tipo de respuesta, es decir, una elección. La elección implica más que la competición de dos o más estímulos para obtener el control de la respuesta orgánica. Implica que la situación está en algún sentido en el interior del esquema de comportamiento del organismo. Lo que no se hace define al objeto en la forma en que sí que reaccionamos a él. Las superficies que limitan el objeto, sus resistencias a diversas posibles reacciones sobre él, los usos que pudieran dársele en grados diversos, entran a constituir ese objeto, y son caracteres del objeto que perderían su naturaleza estática si las respuestas que comprenden se llevasen efectivamente a cabo. Son competidores entre sí con vistas a la acción del organismo, pero en la medida en que no se llevan a efecto constituyen el objeto sobre el cual tiene lugar la acción, y dentro del conjunto del acto fijan las condiciones de la forma que adopta el acto. Todas estas respuestas se encuentran en el sistema nervioso central en tanto que vías de reacción interconectadas con todas las demás vías. Si algunas respuestas son preponderantes, inhiben ipso facto a todas las demás. Es posible seguir este proceso de inhibición con cierto detalle en el uso de músculos y de reflejos de contracción antagónicos. Se da una clara relajación de ciertos músculos cuando hay inervación en otros. Para llevar a cabo una una respuesta, el cerebro inhibe otras respuestas. El sistema es tan responsable de lo que no hace como de lo que hace. (iii)
En el campo de la materia, la resistencia que el volumen de un cuerpo ofrece a la mano o a cualquier superficie del cuerpo, y las tendencias a manipularlo cuando se ve a distancia, se organizan de diversas maneras. Está, por ejemplo, la tendencia a recoger un libro que está en una mesa distante. La forma y resistencia del libro se hallan presentes en cierto sentido en el ajuste que ya está presente en el organismo cuando se ve el libro. Mi tesis es que las respuestas de contacto inhibidas en la experiencia a distancia constituyen el sendio de la ressitencia del objeto físico. Son, en primer lugar, opuestas a las respuestas que efectivamente se activan nerviosamente o están pendientes de activarse. Son competidoras para el campo de respuesta. También, en el seno del mismo acto, fijan las condiciones de la respuesta efectiva. Me refiero específicamente a las respuestas que entran en la constitución de la materia en la experiencia a distancia. Si vemos un libro distante se invocan un número indefinido de respuestas manipulatorias, como son agarrarlo de diversas maneras, abrirlo, arrancarle las hojas, apretarlo, frotarlo, y muchas otras. Una, coger el libro, es predominante, y organiza el acto completo. Por tanto, inhibe todas las demás. Las tendencias a realizar estas otras conllevan la misma resistencia a la manipulación, y se hallan ahora en oposición directa a la tendencia dominante; pero mientras están en oposición proporcionan las condiciones para el ejercicio de la respuesta dominante. El tacto del libro si uno lo frotase, los contornos si uno pasase las manos alrededor, la posibilidad de abrir el libro, etc., determinan la forma que tomará el agarrar y levantar el libro. En general, lo que uno no le hace al libro, en la medida en que esto invoca la misma resistencia que la que se da al manipularlo efectivamente, y en la medida en que está inhibido por lo que uno sí le hace, ocupa en la experiencia el lugar de "lo que el libro es", frente a la respuesta que es la expresión del acto. (iv) 'Inhibición' no connota aquí una simple inexistencia de estas respuestas, puesto que reaccionan frente a la respuesta dominante para determinar su forma y naturaleza. La manera en que uno agarra el libro viene determinada por las otras vías de respuesta, tanto por las que son inhibidas como por los controles de ajustes en los que las respuestas no realizadas reciben sin embargo una activación nerviosa parcial. El acto es un equilibrio móvil en el seno del cual muchas respuestas entran en juego con la respuesta dominante y responden a ella. Lo que no se hace actúa como una definición continua de lo que se hace. Es la resistencia que hay en lo que no se hace lo que es la materia del objeto al que respondemos.
En la medida en que existe el mundo para el organismo, en la medida en que es el entorno del organismo, queda reflejado en las reacciones del organismo al mundo. Aquello con lo que efectivamente entramos en contacto está allí frente al organismo, pero con mucho en la mayor parte de lo que nos rodea no nos apoyamos ni la manipulamos. Está distante de nosotros en el espacio y en el tiempo; y sin embargo tiene un contenido interno que es una continuación de lo que se halla bajo nuestros pies y en el ámbito de nuestro alcance. Estos objetos distantes no sólo invocan en nosotros respuestas directs de movernos hacia ellos, o en dirección contraria a ellos, y de manipularlos, sino que también hacen surgir en nosotros los objetos que actúan sobre nosotros desde nuestro interior. He estado tratando de presentar el mecanismo neural mediante el cual aparece en la experiencia la naturaleza interna de la cosa externa.
Si la vista del libro llama a una respuesta directa de movimiento hacia el, en esta respuesta no hay sin o la excitación del organismo a ese acto. Pero si todas las otras respuestas de las que pueda ser responsable el libro se excitan, pueden entrar a formar parte del acto sólo en la medida en que sean inhibidas o coordinadas entre sí. Están en oposición a la respuesta dominante de moverse hacia el libro hasta que la integración del acto las disponga en sus relaciones espaciales y temporales con la inhibición de su expresión inmediata. Es esta oposición a la que me he referido como resistencia. El cerebro es la porción del sistema nervioso central que pertenece a las experiencias a distancia. Tiene, sin embargo, una conexión directa con los reflejos del sistema de la médula espinal. No sólo orienta a la cabeza, y por tanto al organismo, hacia los objetos distantes, sino que también conecta estos estímulos distantes con las respuestas del tronco y de los miembros que estos objetos hacen surgir cuando se ha puesto al organismo al alcance de contacto con los objetos, de modo que estas respuestas posteriores se hacen surgir adelantándose a la situación en la cual puedan recibir activación nerviosa efectiva. El objeto está así expresándose en el organismo no sólo en el hecho de estimularlo a acercarse o retirarse, sino también haciendo surgir anticipativamente unas reacciones que se llevarán a cabo de modo efectivo más tarde. Con el término "expresarse" quiero decir que las relaciones que hacen de los objetos que lo rodean el entorno del organismo están activas en el organismo.El entorno está allí para el organismo en la interrelación de organismo y entorno. Las respuestas diferidas integradas en el acto dirigido hacia el objeto distante constituyen el objeto como será o al menos como puede ser para el organismo. Pero para poder ser un objeto ha de tener un contenido interno, al que nos referimos como los resultados de respuestas ahora aplazadas. El hecho de que éstas estén en alguna medida presentes en el objeto distante es lo que requiere explicación. La explicación que estoy ofreciendo es en términos de la resistencia que encuentran en el acto dominante con respecto al cual han de ser integradas. La resistencia se encuentra en el ajuste y retraso en la ejecución y en las inhibiciones que éstos conllevan.
La fase primaria de esta resistencia hemos visto que se hallaba en la materia del objeto físico. La continuidad de la resistencia del objeto con las resistencias de partes del organismo entre sí constituye la materia tanto de los objetos como del organismo, y transfiere a los objetos la interioridad de las resistencias orgánicas a ellos, mientras que los objetos en su organización espacial conducen a la definición del organismo como objeto físico. Pero, como ya he apuntado, esta resistencia aparece como la interioridad de la cosa física sólo cuando el objeto despierta en el organismo la propia actitud de resistencia del objeto. La cosa física usa las tendencias que tenemos a resistir por adelantado al contacto efectivo, de modo que existe en el comportamiento del organismo, no como sensación del organismo, sino como la entrada del organismo a los objetos, por vía de asumir las actitudes de éstos, definiendo y controlando así su propia respuesta. (v) Está también, claro, la respuesta inmediata del organismo a la presión que recibe, en la cual el objeto como objeto no entra. Aquí no hay carácter de un objeto que pudiese denominarse sensación. Es sólo la respuesta en bruto del organismo al entorno. Pero cuando esta actitud de resistencia del objeto al organismo puede hacerse surgir dentro del propio organismo, como opuesta a la resistencia del organismo a él, entonces se da lo que una filosofía de la mente podría situar en el organismo como algo mental—una idea, en el sentido de Locke. Un examen del desarrollo de la experiencia del infante, sin embargo, muestra que el entorno ha de haber entrado primero en las respuestas orgánicas del niño como una resistencia que posee en común con las resistencias que el organismo ofrece a sí mismo, antes de que el organismo pueda definirse a sí mismo y a sus experiencias como distinto de las cosas físicas que lo rodean. Es el mecanismo del cerebro el que, en sus conexiones con las respuestas de la médula y del bulbo raquídeo, ha hecho posible este jugar el papel del objeto físico en el propio comportamiento del organismo; y en particular ha utilizado las respuestas manipulatorias de la mano en la interrupción que tienen del proceso de respuesta hasta su consumación. Aquí la resistencia mutua de cosa y mano abre la puerta a que la cosa juegue su papel en el comportamiento del organismo. Y le quedó a la ciencia renacentista la misión de aislar estas características mensurables de la cosa física, como condiciones para todos los demás caracteres de la cosa tal y como aparecen en la experiencia.
En la experiencia inmediata la cosa es suave o áspera, es agradable o dolorosa, en la medida en que es resistente. La suavidad o la aspereza o lo agradable o el sufrimiento suponen varias respuestas llevadas a cabo hacia el objeto a distancia, y éstas entran en la organización del acto aunque sean inhibidas de inmediato. Que no se lleven a cabo inmediatamente significa que quedan organizadas en torno a la respuesta dominante de acercamiento o de retirada y las reacciones subsiguientes. Mi tesis es que la resistencia que esta organización del acto les ascribe las identifica como caracteres de la cosa, aunque sea como cualidades inherentes a la cosa física en tanto que objeto resistente. La superficie que llamamos suave invoca una tendencia a acariciarla, pero el que uno no pueda hacer esto hasta que haya llegado a ella y la haya tocado significa que la apariencia efectiva de suavidad o de agrado espera la resistencia manipulatoria de la cosa física. El que estos caracteres aparezcan como dependientes del acto organizado con referencia a alcanzar el objeto físico constituye la fase orgánica de la realidad de contacto del objeto distante. Lo que quiero enfatizar es que esta realidad de contacto del objeto distante se manifiesta en la organización neural en la inhibición de la reacción que despiertan estos caracteres del objeto distante mediante el acto organizado que los realiza. En la medida en que la tendencia a acariciar el objeto suave distante es retenida por la organización del acto que realizará la tendencia, es una afirmación de la realidad condicional de la suavidad del objeto. Si no puede entrar en la organización de tal acto, la abandonamos como una ilusión; por ejemplo la aparente humedad del brillo tembloroso que hay por encima de la arena del desierto no puede acomodarse dentro del acto de ir y beber el agua ilusoria. La aceptación de inhibiciones comprendidas en la actitud de acercamiento organizada es lo que confiere esas cualidades al objeto distante. Las resistencias comprendidas en la organización conducen a procesos que son excitados antes de poder realizarse y que sin embargo pueden determinar la forma del acto que los completa.
El desarrollo de la cabeza, y del cerebro en tanto que asiento de los sentidos a distancia, le ha dado al organismo las dos características principales propias de la mente. Ha producido la excitación anticipativa de reacciones que sólo pueden realizarse cuando se cumple la reacción del cuerpo a sus resistencias inmediatas al perseguir su objetivo. Con la organización del acto de tal modo que estas reacciones excitadas pero no completadas puedan cumplirse, ha introducido el futuro en el mecanismo del acto, y el condicionamiento mutuo del presente y del futuro. También, ha hecho posible que se excite dentro del organismo esa resistencia de la cosa física que es común a la cosa y al organismo. La cosa física externa al organismo puede invocar su propia respuesta y la reacción del organismo en respuesta a ella. En forma de una resistencia espacialmente definida, la acción del objeto distante se halla presente en la respuesta del organismo, con su valor al excitar las reacciones adecuadas del organismo. Además, otras características del objeto que para realizarse dependen de que se lleve a cabo un acto orgánico, se convierten, mediante la organización de las respuestas a ellas en el interior del acto y mediante la aceptación de ese control, en maneras en que el objeto aparece en la conducta del organismo. El objeto puede así aparecer en la experiencia por medio de la reacción del organismo a él, dado el mecanismo del sistema nervioso superior. Está allí con los valores que tendrá, reflejados en las respuestas del organismo; pero está allí anticipadamente a las respuestas. Y es porque los objetos están allí por lo que el organismo puede volverse un objeto para sí mismo en su experiencia.
B. Hay una diferencia característica entre las llamadas cualidades primarias y las secundarias. El material en bruto de la materia aparece en las cualidades primarias de la extensión, la ocupación efectiva del espacio, y movilidad. Estas responden en nuestra experiencia a lo que Newton llamó la cantidad de materia. Ésta aparece en la experiencia inmediata de la resistencia espacial del cuerpo. Aparece en el impulso. Al menos esta es la experiencia del objeto como algo que ofrece resistencia en su extensión, de nuestros propios cuerpos adquiriendo impulso, del esfuerzo necesario para poner un cuerpo en movimiento y para cambiar su estado de movimiento. La extensión, el volumen, y la resistencia a un cambio de reposo o de movimiento, no pueden definirse con exactitud en términos de nuestra experiencia sensorial, pero son caracteres que nos permiten situarnos dentro del objeto físico. Su resistencia es igual a la nuestra. Produce la misma sensación. En el caso de las cualidades secundarias, los caracteres que aparecen en nuestra visión, oído, gusto y olfato, no pueden compartirse con los caracteres del objeto físico al que corresponden. No es siendo rojo, o salado, o ruidoso, u oloroso, como el organismo se halla en relación con objetos que tienen estas características. Es resistiendo como el organismo entra en relación con los objetos resistentes. Si buscamos el mecanismo biológico de esta experiencia, como lo hacemos en el caso de lo que llamamos los otros sentidos, lo hallamos en las resistencias que diferentes partes del organismo ofrecen unas a otras. La mano, en especial, aprieta contra diferentes partes del cuerpo, y ellas, en respuesta a esta presión, se le resisten. Cuando uno aprieta la superficie de una mesa, tiene la misma experiencia que cuando aprieta contra su mano, exceptuando la ausencia de la respuesta de resistir la presión de la otra mano. Pero hay aquí un contenido en común, por medio del cual el organismo más adelante pasa a los interiores de las cosas. En ninguna otra experiencia sensorial pasamos adentro de la cosa. Nos puede afectar con su color, olor, sabor o temperatura, pero la relación no instala en nosotros el carácter del objeto. La resistencia, o la ocupación efectiva del espacio, la "solidez" de Locke, tiene en la experiencia un carácter en común, como notó Locke, que está tanto en el individuo como en las cosas externas. Si lo formulamos en términos de una "idea", de una sensación de la mente, todo el asunto, tanto el efecto externo como la sensación interna, queda encerrada en la mente, donde la situó Berkeley, y donde la dejó Hume para dispersarse con las otras impresiones de la mente. Lo que exige un análisis más detallado del que admitía la psicología de su época es esa fase de la cosa física a la que me he referido como su interior. Este término no se regfiere a las nuevas superficies descubiertas mediante una subdivisión de la cosa. Sí tiene que ver con esa unidad de la cosa que Kant y sus seguidores idealistas situaron en el proceso del juicio; pero tiene que ver con algo más—a saber, con un elemento de actividad, expresado en el término resistencia. Cuando una mano aprieta contra la otra, cada mano resiste a la otra desde dentro. Como he dicho, cuando la mano aprieta una mesa, hay un elemento de resistencia en la mesa que es idéntico con lo que encontramos en la resistencia mutua de las dos manos; pero mientras que la mesa resiste a la mano con la misma eficacia que la otra mano, a la resistencia de la mesa, tomada como una experiencia abstraída, le falta el carácter de actividad que le pertenece a la presión de la otra mano. Sin embargo requiere una abstracción el quitarle este carácter a la mesa. Decir que ponemos este carácter en la cosa, cuya masa o inercia se resiste a fuerzas que actúan sobre ella, significa o bien volver a una doctrina de la consciencia de la materia en bruto que separa el individuo de las cosas físicas en lugar de interrelacionarlo con ellas, o bien ignorar el hecho de que el organismo del individuo llega a la experiencia sólo tal y como lo definen y lo orientan otros objetos. Tampoco estaríamos justificados al suponer que un individuo localiza una interioridad dentro de sí antes de hacerlo en otras cosas. Habría de ser bastante evidente, aunque de hecho se pasa por alto generalmente, que nos convertimos en cosas físicas a la vez que los objetos que nos rodean, y que nos anatomizamos, como ha señalado recientemente Russell, sólo a la vez que anatomizamos a otros. Pero es posible reconocer en la evolución de la corteza cerebral un mecanismo mediante el que los organismos superiores pueden vivir en un entorno ocupado por cosas físicas que, incluyéndolos a ellos, tienen interiores. Sin duda una respuesta procedente de un interior ha de venir del organismo y no de la cosa física que está fuera de él, pero no puede ubicarse en el organismo hasta que el organismo haya sido definido por vía de sus interrelaciones con otras cosas.
Lo que el amplio desarrollo del cerebro ha hecho posible es la inervación y organización de las respuestas previamente a su ejecución. Cuando un organismo dotado con órganos tales encuentra que su mano aprieta contra un objeto resistente, habrá una experiencia común en la presión del objeto y la de la otra mano, y habrá también un estímulo al que contestar con una presión en respuesta exactamente como respondería la otra mano. El organismo se ha estimulado a sí mismo, mediante su acción sobre un objeto, a actuar sobre sí a manera del otro objeto. Para un animal cuyo sistema nervioso central incluye sólo una médula espinal y un bulbo raquídeo,, cuyas respuestas, por tanto, tienen lugar sin dilación, semejante tendencia a reaccionar a su propia reacción a un objeto sería incongruente y carente de sentido. Para un animal cuyos receptores externos lo ponene en relación con el objeto desde lejos, y cuya corteza cerebral le permite comenzar y organizar sus respuestas en anticipación a un contacto satisfactorio o peligroso, tiene inmensa ventaja ser capaz de actuar en cierto sentido en lugar del objeto distante y de este modo estar preparado para su propia reacción subsiguiente. Donde la acción de otras cosas sobre nosotros es en alguna medida idéntica a respuestas nuestras, de modo que el comienzo de nuestra acción sobre ellas puede estimularnos a invocar en nuestros organismos una respuesta diferida que nos coloca en sus actitudes, pueden volverse objetos para nosotros al mismo tiempo que podemos volvernos objetos para nosotros mismos, ya que nos aproximamos a nuestra propia acción posterior desde el punto de vista del otro. Porque nunca podemos volvernos personas con identidad a menos que la acción en la que estamos implicados incluya una acción dirigida a nuestros propios organismos. Sin duda, para convertirnos en sujetos con consciencia individual el mecanismo de la comunicación es necesario, pero la matriz de la comunicación es la estimulación que nos proporcionamos a nosotros mismos para actuar de la manera en que actuarán aquéllos sobre los cuales estamos actuando.
Hay por tanto dos caracteres de la cosa física, si la contemplamos desde la perspectiva de la génesis de la experiencia tal como la hallamos en el individuo, y tal como inferimos que tuvo lugar en la historia temprana de la comunidad humana. (vi).
El primer carácter es el de la continuidad de la experiencia de presión en el organismo y de resistencia en el objeto físico. La experiencia del organismo en su contacto con el objeto físico es la presión que es el carácter del objeto físico. Ésta, como hemos visto, distingue la experiencia de contacto de las experiencias de las llamadas cualidades secundarias. Lo que se experimenta es la resistencia de la cosa física, y la experiencia de esta resistencia es de por sí una resistencia en el organismo. Como la expresión "experiencia de" conlleva unas implicaciones peligrosas, es mejor formular la proposición del modo que sigue: que en la experiencia de contacto el carácter resistente del objeto es idéntico al carácter resistente del organismo; mientras que en la experiencia a distancia el carácter del objeto no está presente en modo alguno en el organismo.
El segundo carácter que el objeto sin duda toma prestado del organismo, al volverse un objeto, es el de actuar efectiva o potencialmente sobre el organismo desde su interior [el del objeto]. (vii). También he llamado a este carácter el de "tener un interior". Es el carácter de resistencia idéntico en el organismo y en el objeto el que le abre la puerta a este tomar prestado. Adoptar la actitud de apretar contra un objeto es estimular en el organismo la actitud de una presión opuesta. Esta es una actitud fundamental reflejada también en la ley de Newton de acción y reacción. Ha de haber una acción del objeto igual a la acción del organismo sobre él, para que en nuestra experiencia pueda haber una cosa física. Al agarrar el objeto, al empujarlo, al apoyarse contra él, en cualquier manipulación a que se le someta, el objeto ha de volver sobre el organismo con una resistencia igual, si ha de ser y mantenerse como una cosa. El análisis psicológico ha usado aquí el término de "imágenes cinestésicas" y el análisis estético se ha referido a ello como "empatía." Vemos al objeto no simplemente ofrecer resistencia pasiva, sino resistírsenos activamente. Pero me parece que la importancia fundamental de estos hechos para la emergencia del objeto físico en la experiencia no se ha reconocido. Es fácil pasarla por alto, porque la actitud de la respuesta a la presión de la cosa es idéntica a la del organismo, aunque direccionalmente opuesta. Esta oposición se revela en la aparición del organismo como un objeto físico. Semejante objeto puede aparecer únicamente cuando el organismo ha tomado la actitud de actuar sobre sí mismo, y la invitación a esto se halla en el hecho de que nos hemos estimulado a nosotros mismos mediante nuestra actitud hacia la cosa física para responder con presión como responde la cosa.
Hay aquí dos cuestiones a tener en cuenta. Una es la abstracción relativamente tardía del objeto físico a partir del objeto social, y la necesidad de que el organismo tome la actitud del otro para volverse un objeto para sí mismo. La otra es la estructura del espacio en nuestra experiencia. Esta halla su expresión en las coordenadas cartesianas y en la conservación de la estructura idéntica, no importa dónde se sitúe el origen del sistema. Es el primer elemento de la relatividad newtoniana. En nuestro espacio perceptual, un individuo halla el centro del sistema dentro de sí, y las coordenadas se extienden hacia arriba y hacia abajo, a la derecha y a la izquierda, y delante y detrás de él. Vienen dadas orgánicamente por su simetría bilateral y por el mantenimiento de su posición erecta frente a un objeto distante que se halle en su línea de visión. Lo que deseo recalcar es que hay más cosas implicadas en el espacio perceptual aparte de esta orientación. Las distorsiones del espacio visual distante se corrigen en la percepción en grado muy considerable. Vemos las cosas en las dimensiones y estructura del área manipulatoria. Ahora bien, está claro que esto puede llevarse a cabo en la experiencia inmediata si existe en la percepción un mecanismo que nos permita adoptar la actitud del objeto distante. Es la visión de la cosa física distante la que estimula al organismo a adoptar su actitud de resistencia, que es el sentido que tiene ver un objeto sólido. La visión de una cosa física en cualquier punto de nuestro campo de percepción nos sitúa a nosotros allí, además de donde estamos, y de hecho lo hace porque nos sigúa donde estamos. Frente a la tendencia a moverse hacia el objeto distante o en dirección contraria a él, y por encima de esa tendencia, la ubicación inmediata en el espacio perceptual implica la presencia de una cosa en ese punto, y la presencia de una cosa más allá del estímulo de acercarse o de apartarse conlleva el carácter de acción de la cosa en ese punto: su resistencia activa, que se ha tomado prestada, como he dicho, de las respuestas del organismo.
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Notas de la edición original
(1). Las secciones (A) y (B) de este ensayo son explicaciones paralelas tomadas de dos manuscritos diferentes.
Notas del traductor
(i) Vemos aquí una extensión o paralelo de la teoría de Mead referente a la constitución de la identidad personal (self ) en el ser humano, tal como se describe más por extenso en Mind, Self and Society. Sucintamente, podemos decir que se adquiere una identidad personal (vale decir una interioridad humana) mediante la autoafección que repite, en un teatro de estímulos relaciones internas, el teatro social de estímulos y relaciones externas. La autoafección mediante un signo comunicativo que afecta al sujeto que lo emite a la vez que a otros sujetos es un elemento crucial para la adquisición de esta interioridad o subjetividad compleja (ver también más adelante el ensayo suplementario V, "La génesis de la identidad personal y el control social"). Ahora, en la descripción del origen de la sensación física táctil, una teatralidad semejante, o mediatización reflexiva del sujeto para la constitución de la experiencia, se aplica a una modalidad de la experiencia mucho más básica, y no parece que pueda restringirse esta descripción a la sensibilidad táctil humana. Vemos por tanto las raíces de esta autoafección cognitiva, y de la importancia de la reflexividad, en una modalidad de experiencia sensorial básica y puramente "física" (pero ya también perceptual, y por tanto cognitiva y semiótica—y en esta insistencia en la mediación semiótica de la experiencia está la importancia de la teoría de Mead para pensar tanto el origen de la subjetividad como de la experiencia en general, y de la semiosis).
(ii) "The band that is pressing the thing"—se refiere Mead a "la parte de la superficie del organismo que está apretando contra algo" y que, en su interpretación, crea en la mente una sensación como si esa parte del cuerpo estuviese siendo apretada por la mano, por otra parte del propio organismo. Puede compararse el análisis de la percepción ofrecido en el capítulo I.i del Leviathan de Hobbes ("Of Sense") para ver hasta qué punto se situá la reflexión de Mead en la tradición más venerable del empirismo anglosajón, y no solamente en la escuela de psicología fisiológica de Wundt, o en la fenomenología de la percepción de Dilthey, que también se cuentan entre sus influencias intelectuales. En ese capítulo, Hobbes apunta de modo perspicaz a la constitución mental del objeto (y por tanto del mundo) como resultado de la reacción del organismo a impulsos externos que no son "sensoriales" hasta que el organismo los convierte en tales en un proceso que podríamos asimilar a la autopercepción o autoafección aquí descrita por Mead.
(iii) Compárese esta descripción de Mead con los recientes estudios de un fenómeno cuya existencia en ningún caso pudo sospechar, pero que viene a confirmar en cierto modo de manera acabada esta descripción del papel del cerebro en la constitución del objeto y de la conciencia de él. Me refiero al sistema cerebral de las neuronas espejo, presente en grado variable en los primates y quizá en otros animales superiores, y que se activa —con la correspondiente inhibición simultánea— al contemplar un actividad de percepción, de ingestión o de movimiento intencional en un sujeto que esté siendo observado por el sujeto en cuestión. Lo que deseo subrayar es la simultaneidad de activación y de inhibición en la constitución de un objeto intencional elaborado, en este caso el de la intencionalidad de otro individuo. Puede leerse más sobre neuronas espejo en mi artículo "Interacción internalizada", y en diversas fuentes primarias como Mirror Neurons and the Evolution of Brain and Language, ed. Maxim I Stamenov y Vittorio Gallese (Advances in Consciousness Research, series B, 42; Amsterdam: John Benjamins, 2002). Vittorio Gallese presenta en vídeo algunas ideas centrales en "From Mirror Neurons to Embodied Simulation: A New Perspective on Intersubjectivity." Neuropsychoanalysis Lecture Series. Viddler-NPSA 17 dic. 2010.
http://www.viddler.com/explore/npsa/videos/20/
http://videos.benchfly.com/explore/npsa/videos/21/
2011
El capítulo de Matthew Ratcliffe "Phenomenology, Neuroscience and Intersubjectivity," en Companion to Phenomenology and Existentialism (ed. Hubert Dreyfus y Mark Wrathall; New York: Wiley; Oxford: Blackwell, 2006) establece una relación de estos avances en neurología con las reflexiones de la tradición fenomenológica. Ver también Marco Iacoboni, Mirroring People: The Science of Empathy and How We Connect with Others (2008; New York: Farrar, Straus and Giroux-Picador, 2009) y el artículo de la Wikipedia sobre las neuronas espejo. En las "actitudes" de la psicología de I. A. Richards (ver mi artículo "Intersubjetividad corporeizada") vemos otra teoría de un coetáneo de Mead que pone un importante énfasis en los impulsos corporales potenciales, inhibidos o bloqueados, a la hora de constituir la experiencia, en este caso la experiencia artística y la representación.
(iv) Obsérvese esta radical reinterpretación de la "esencia" de un objeto físico, o más bien, en la tradición empirista Lockeana, de sus "cualidades primarias", que pasan aquí a ser también secundarias, referidas al organismo-sujeto y a su capacidad de acción sobre el objeto. La materia, tal como la reinterpreta Mead, es un tipo de respuesta dada por el organismo al entorno, respuesta siempre mediatizada por sus capaciades de acción en ese entorno, y por la inhibición de sus propios impulsos de acción o "actitudes" bloqueadas. Podríamos ver este análisis de Mead, en clave desconstruccionista, como una redefinición paradójica de lo "subjetivo" y lo "objetivo", o de la "voluntad" y el "mundo", buscando a ambos una base común en la experiencia de autorregulación del sistema nervioso del organismo en su respuesta tanto a sí mismo y su propia actividad como a impulsos sensoriales más directos; el objeto y la actitud subjetiva hacia él, por no hablar del propio sujeto o su autoconcepto, son así fenómenos emergentes a partir de un nivel de acontecimientos que deben ser descritos a un nivel de análisis diferente. Observemos que la teoría de la percepción de Mead es perfectamente consistente con otras teorías ecológicas de la percepción y de la constitución mental de objetos como la del umwelt relativista de las diferentes especies propuesta por la biosemiótica de von Uexküll, o la más reciente de Donald D. Hoffman referida a la construcción del mundo visual como una interfaz. (Ver "La teoría de la interface de la percepción" en La Nueva Ilustración Evolucionista).
(v) Aquí Mead quizá lleva demasiado lejos la "personificación" del objeto, atribuyéndole actitudes, pero no olvidemos que es un objeto constituido en el seno del propios sujeto, y que así juega un papel en este drama interno de diferenciación del propio cuerpo y del mundo. Obsérvese por cierto la continuidad de este análisis dramatúrgico de la percepción con ese otro análisis dramatúrgico de la constitución del yo como objeto social, que constituye una de las mayores aportaciones de Mead al interaccionismo simbólico. Pueden verse al respecto, además de la exposición de Mead en Mind, Self, and Society, los capítulos correspondientes del libro de Joel M. Charon Symbolic Interactionism (resumido aquí en "El interaccionismo simbólico"). En el pensamiento de Mead, la sociabilidad e influencias mutuas permean desde la constitución del mundo físico hasta la percepción y la consciencia, la identidad personal, y por supuesto las estructuras e instituciones sociales.
(vi) No parece estar bien justificada la restricción que hace Mead de este carácter de la cosa física a la experiencia que de ella tiene la comunidad humana. Buena parte de estos caracteres de los objetos parecen provenir de una fase anterior de la evolución, y ser comunes a la experiencia de los vertebrados, y más especialmente a los que gozan de capacidades manipuladoras como los primates. También pueden corresponder al menos algunas de sus principales características a la experiencia de animales con capacidad manipuladora menos emparentados con el ser humano, como los elefantes, pulpos, y otros. Hay una ontología corporal también asociada a las mentes animales, de tal modo que podemos decir que las bases de la subjetividad compleja se sientan con la mera existencia de la percepción.
(vii) Hay una errata en el texto original que confunde el sentido; donde dice "The second character the object undoubtedly borrows from the organism, in becoming an object, that of actually or potentially acting upon the organism from within itself", debería decir "The second character the object undoubtedly borrows from the organism, in becoming an object, IS that of actually or potentially acting upon the organism from within itself". Para aclarar mejor el sentido del texto aíslo en párrafos distintos cada uno de estos caracteres prestados del objeto, el primero y el segundo. Ignacio Sánchez de la Yncera también ha detectado esta errata en su traducción, aunque difiere algo en la interpretación de la misma.
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