La sociedad moderna está atada al petróleo más que a ninguna otra fuente de energía y de materiales. El cénit global en la extracción del petróleo supone una producción en constante disminución—sin una fuente alternativa, ni una combinación de fuentes, que sea capaz de reemplazar al petróleo, ni de cerca, en cuanto a resultados en energía neta, en ritmo de flujo, o en volumen. En la década de 1950, el conocido geólogo norteamericano M. King Hubbert observó que un gráfico de los descubrimientos de petróleo a lo largo del tiempo tendía a formar una curva en forma de campana. Supuso que el índice de producción petrolífera formaría una curva similar, conocida ahora como la "curva de Hubbert":
A pesar de abundantes críticas en
sus tiempos, Hubbert predijo con éxito que los estados continentales de
los EE.UU. alcanzarían su máximo de producción a principios de los
70—una realidad desalentadora que ha hecho que la economía
norteamericana dependa cada vez más de importaciones de petróleo para
cubrir la creciente demanda doméstica.
A pesar de un acuerdo creciente en
que la teoría de Hubbert es fiable en términos generales, sigue
debatiéndose bastante la cuestión de cuánto durará el declive
inevitable en las reservas de petróleo, y de cuáles serán las
consecuencias para la sociedad en general. Aquí presentamos de modo
esquemático dos teorías contrapuestas:
1. la teoría del "colapso
catabólico" del autor John Michael Greer, que predice que el descenso
de la energía seguirá un esquema general de descenso en forma de
escalones, puntuado por breves periodos de recuperación económica, y
2. la teoría del "petrocolapso"
del analista del petróleo Jan Lundberg, que postula una caída
pronunciada, a modo de precipicio, en la producción del petróleo, con
consecuencias dramáticas para nuestra economía.
Hundimiento catabólico: Declive en forma de escalones
Resumido de la reseña de The Long Descent (El largo descenso), de John Michael Greer, hecha por Frank Kaminski.
En su libro El largo descenso
(2008), John Michael Greer prevé un periodo de desindustrialización
glacial, impulsado por un proceso que denomina "colapso catabólico".
Greer empieza exponiendo con algunos preliminares sobre el punto máximo
de la producción petrolífera, el estudio del Club de Roma Límites del
desarrollo, con algunas lecciones extraíbles de colapsos sociales
anteriores, y con la diferencia entre los problemas (que tienen
solución) y las situaciones difíciles (que no la tienen). Sostiene de
modo convincente que el máximo de la producción petrolífera es más bien
una situación difícil que un problema.
Basándose en la teoría del colapso
o hundimiento catabólico, Greer traza el cuadro de cómo es probable que
esta situación difícil se vaya desarrollando a lo largo de las décadas
y de los siglos que tenemos por delante. Su teoría muestra cómo las
civilizaciones encaminadas al hundimiento tienden a declinar de una
manera escalonada, descendente, con sucesivas crisis y recuperaciones.
No sufren la caída libre repentina y catastrófica que plantean los más
irredentos profetas del final de la era del petróleo.
¿Cómo tendrá lugar el hundimiento
catabólico de nuestra propia sociedad? Greer nos ve al borde de un par
de décadas de contracción económica, escasez crónica de energía,
declive en los servicios sanitarios públicos, conflictos políticos y
desaparición gradual de las tradiciones culturales y conocimientos.
Este periodo de crisis, predice, será seguido por un respiro de quizá
unos 25 años, durante los cuales habrá un poco de margen una vez la
sociedad se haya aliviado de los despilfarros energéticos producidos
por la motorización y electrificación universales, por los edificios
climatizados, por la medicina moderna y por otras comodidades actuales.
Pero este respiro irá seguido, a su vez, por otra ronda de crisis que
irán despojando a nuestra civilización de más capas de complejidad
social, y así sucesivamente.
A la larga, el mundo desarrollado
adoptará un modo de vida agrario articulado en torno a comunidades
locales y recursos sostenibles. Pero este cambio sucederá tan
lentamente que nadie que viva hoy estará para ser testigo del resultado
final. Así pues, sostiene Greer, deberíamos orientar nuestros esfuerzos
no a sobrevivir al final de la civilización industrial, sino a
conseguir superar el periodo de crisis inminente que será sólo un breve
intervalo en el seno de este contexto más amplio.
Con este fin, Greer expone algunas
estrategias y tecnologías que permitan sobrellevar las décadas de
crisis que vienen. La respuesta más adecuada ante los retos que se
presentan, cree Greer, no es plantar enclaves de supervivencia ni
comunidades-salvavidas, sino rehacer nuestras actuales ciudades,
pueblos y campos para enfrentarnos mejor a estos retos.
A nivel individual, todos tenemos
que limitar drásticamente el gasto en energía, y encontrar maneras de
hacer las cosas con poca tecnología, preparándonos para la inevitable
escasez. También tenemos que posicionarnos en nichos de empleo que
atiendan a las necesidades humanas efectivas, ya que serán estos los
trabajos que probablemente seguirán teniendo demanda. Ante la
decadencia de los sistemas públicos de salud, cada persona debería
aprender a hacerse responsable de su propia salud. Por último, debemos
ayudar a fomentar el establecimiento de redes sociales locales en
nuestra comunidad, que serán esenciales para conservar servicios
básicos tales como la seguridad pública, el agua y el alcantarillado
cuando el gobierno de la nación resulte ineficaz.
El petrocolapso: Una caída pronunciada del petróleo
por Jan Lundberg, CultureChange.org
Nos enfrentamos a un futuro sin
petróleo inminente y abrupto, con un consumo per cápita de energía
dramáticamente más bajo que el actual. La mayoría de la gente con
estudios ha oído hablar del techo de producción del petróleo, pero a
muchos se les ha llevado a creer que habrá una pendiente descendente
lenta de extracción de reservas, una vez se haya superado el pico. Esto
es teórico, basado en cálculos de las reservas que quedan en el suelo,
que pueden ser exactos o no.
En lo que hay que fijarse es en la
dinámica de abastecimiento al mercado y en funciones de la industria
petrolífera tales como las necesidades que imponen las refinerías.
Estas inflexibilidades darán lugar no sólo a escaseces repentinas y
paralizadoras, sino también a la incapacidad de que la industria del
petróleo mantenga un flujo de productos a un nivel sostenido y a largo
plazo—un escenario que denomino "petrocolapso".
En 1979 mi compañía Lundberg
Survey predijo con exactitud que una descenso en la producción del 9%
llevaría a que se disparasen los precios, hubiese compras guiadas por
el pánico, y almacenamientos para tiempos de escasez—lo que el banquero
inversionista del petróleo Matthew Simmons llama "una carrera al banco
de la energía". Cuando se dé la siguiente crisis mundial de
abastecimientos, sin que puedan acudir al rescate ni la industria del
petróleo ni el gobierno, los efectos socioeconómicos serán rápidos y
devastadores. En cuestión de días, los supermercados y los huertos
locales se quedarán sin existencias, y los trabajadores no residentes
no podrán coger el coche para ir a su puesto de trabajo. Cerrarán
negocios, en parte debido a su dependencia de los repartos puntuales.
El derrumbamiento no tocará fondo hasta que la producción local de
alimentos pueda abastecer al número de habitantes que queden. El
único modelo conocido por la industria del petróleo es el crecimiento.
El único modelo socioeconómico a gran escala que se conoce es el del
crecimiento, que ha sido posibilitado en el pasado por una producción
petrolífera cada vez más abundante. Estas fuentes se están hundiendo en
los países productores, y la demanda nunca será compensada por los
esquistos, los aceites pesados o el biocombustible. Al ir cayendo en
picado la reserva de petróleo, la industria será incapaz de adaptarse.
No puede frenar sin más su producción de refinado adaptándola a la
escasez para seguir una curva suave descendente. Las refinerías tienen
que utilizar su capacidad a niveles altos para producir un equilibrio
de producto (gasolina, destilados, fuel oils). Esta necesidad se
mantendrá constante a medida que se cierren los pozos menos productivos
y que las instalaciones ya oxidadas vayan requiriendo inversiones y
adaptaciones cada vez mayores.
La rápida caída del negocio y del
empleo, junto con la demanda y destrucción de las reservas de petróleo,
son las características del petrocolapso. Estamos en una fase temprana,
y será inevitable una contracción repentina e inmensa de la producción.
La esperada "recuperación" no podrá tener lugar, sin energía barata y
sin otros recursos para una población creciente. Es sólo una cuestión
de tiempo antes de que llegue la siguiente Crisis Masiva del Petróleo,
y haya una enorme demanda y destrucción de petróleo y de otros
productos básicos de consumo. Esto transformará el estilo de vida
moderno en un modo de vida post-industrial y local.
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Puede también leerse el artículo de la Wikipedia sobre el Pico petrolero o Cénit del Petróleo.
Este artículo es de 2008, año en el que se disparó el
precio del petróleo sólo para caer pronunciadamente de nuevo—una caída
que, vista con perspectiva, puede que sea más engañosa que la subida
que le precedió.
Hay que esperar que estas predicciones sean todo lo
catastrofistas que parecen, y que Occidente logre evitar un hundimiento
masivo, y salvar sus muebles, aunque es obvio que tendrá que cambiar
sus hábitos derrochadores. No sé si hay razones para ser optimista. Aunque es difícil calcular la fecha del pico del petróleo—un cálculo
que sólo se podrá hacer retrospectivamente de modo exacto—parece
plausible que estamos en el cénit, y que la crisis financiera y de
deuda pública actual tiene sus raíces, no muy confesadas, en una crisis
de confianza en el futuro—que es, en el fondo, una crisis energética.
El modelo de crecimiento indefinido y de globalización creciente ya no
inspira la confianza que inspiraba antes, y todo el mundo va haciendo
sus apuestas a la baja. En cuanto a España, la salida de su propia
crisis no va a ser fácil, pues va a enlazar con una crisis mundial
mucho más profunda, cuando los Estados Unidos se vean colapsados a su
vez por la deuda pública y la recesión. Un desarrollo éste que, me
temo, es inminente.
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