Un comentario que pongo en el blog de Víctor Gómez Pin:
Darwin muestra en su Descent of Man el origen de los cuerpos humanos; dice bastante menos sobre el origen de la racionalidad humana, aunque el desarrollo de su teoría haya contribuido a especulaciones posteriores muy fructíferas al respecto, en el ámbito de la sociobiología. Pero antes del evolucionismo de los cuerpos estuvo el evolucionismo de las mentes y de la cultura, en obras como la de Vico y la de los idealistas alemanes, que muestran cómo el hombre no está ya hecho, sino que está in fieri. En lo que se refiere a desubicarnos y descentrarnos, cuestionando la primacía de la racionalidad, y por limitarnos a pensadores del siglo XIX, Nietzsche es muchísimo más inquietante y desazonador que Darwin. Pienso en su imagen de la razón soñando que controla el mundo y ve la verdad del mismo desinteresadamente, cuando en realidad cabalga a lomos de un tigre—un tigre que es el propio ser humano, que prefiere no conocerse a sí mismo, o finge no hacerlo.
¿Cómo si no se explica la resistencia del pensamiento filosófico a admitir lo que debería haber sido una evidencia temprana y de hecho tautológica?—que el hombre, animal racional, y animal que se va humanizando a sí mismo, tiene su origen y su lugar entre los animales. Eso no lo pensaron con claridad, o no lo quisieron pensar con claridad los filósofos —ni siquiera Hobbes, que decía que el hombre es un lobo para el hombre, ni Vico, que nos remontaba a los cíclopes, ni Hegel, que en la enorme complejidad intelectual de su sistema, dejó de mencionar o de constatar algo en apariencia tan simple y obvio.De hecho, podría argüírse que ni Darwin ni Nietzsche llegaron a ver claramente la otra mitad de la verdad que había descubierto cada uno de ellos. El origen y la verdad del cuerpo. El origen y la verdad del alma.
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