Releyendo en The Stuff of Thought, de Pinker, p. 321. "En su libro de 1978 Micromotives and Macrobehavior, el economista Thomas Schelling llamó la atención sobre muchos fenómenos sociales no planificados, pero que emergen del hecho de que la gente adopta decisiones individuales que afectan a las elecciones hechas por otros". (321). Así, por ejemplo, la segregación racial por barrios, cuando las minorías inmigrantes se van reuniendo espontáneamente, y las ex-mayorías nativas van desalojando el barrio para no ser minoría—y surgen guetos.
Así, dice Schelling, creamos nosotros mismos
indirectamente, contribuyendo a él, el medio ambiente en el que nos
movemos y del cual a menudo nos quejamos. "En su reciente bestseller The Tipping Point, el
periodista Malcolm Gladwell aplica la idea de Schelling a recientes
tendencias sociales como los cambios de las tasas de alfabetización,
crimen, suicidio, y tabaquismo en adolescentes. En cada caso, se venía
suponiendo que la tendencia se atribuía a fuerzas sociales
externas como la publicidad, los programas gubernamentales, o los
modelos de conducta. Y en cada caso la tendencia venía en realidad
impulsada por una dinámica interna de elecciones personales e
influencias, y su retroalimentación" (Pinker, 322). Pinker observa que lo
mismo se aplica a las modas que rigen la elección de nombres para
niños: la elección de un nombre "nos conecta con la sociedad de una
manera que sintetiza la gran contradicción de la vida social humana:
entre el deseo de integrarse y el deseo de ser único y diferente" (322).
La emergencia de fenómenos globales inintencionales a partir de pequeñas acciones y elecciones individuales tiene una ascendencia más antigua en la economía: hasta la obra de Adam Smith, y luego de David Ricardo, quienes hablan de "la mano invisible del mercado" que, basada en la libre competencia de oferta y demanda, genera actividades, bienes y servicios, clases sociales, ocupaciones... y así transforma el panorama social. Podríamos ver aquí una teoría de la emergencia y de la retroalimentación—casi, una teoría de generación espontánea de la realidad, de la construcción de "nichos ecológicos", o quizá mejor económicos, no por diseño sino por interacción y retroalimentación.
La emergencia de fenómenos globales inintencionales a partir de pequeñas acciones y elecciones individuales tiene una ascendencia más antigua en la economía: hasta la obra de Adam Smith, y luego de David Ricardo, quienes hablan de "la mano invisible del mercado" que, basada en la libre competencia de oferta y demanda, genera actividades, bienes y servicios, clases sociales, ocupaciones... y así transforma el panorama social. Podríamos ver aquí una teoría de la emergencia y de la retroalimentación—casi, una teoría de generación espontánea de la realidad, de la construcción de "nichos ecológicos", o quizá mejor económicos, no por diseño sino por interacción y retroalimentación.
La teoría de Adam Smith (junto con la
de Malthus, y el énfasis que ponía éste en la insuficiencia de los recursos) influiría
a Darwin, que es el siguiente gran teorizador de los fenómenos
emergentes. La selección natural, como la "mano invisible del mercado",
da lugar a macrofenómenos no intencionados ni diseñados, y a la
generación de nichos ecológicos, a partir de los microfenómenos de la
vida —fenómenos éstos que pueden ser meros procesos naturales, o bien tener
elementos de intención limitados e individuales (como la búsqueda de
alimento, la obtención de una presa, o la competencia sexual por la
reproducción). En cada caso, los micromotivos o microfenómenos dan
lugar a macrofenómenos, que ponen las condiciones en el seno de las
cuales tendrán lugar otros microfenómenos, dando lugar así a una
retroalimentación en la cual las intenciones conscientes no son sino un
elemento más, al lado de fenómenos espontáneos y de la emergencia de
nuevos entornos ecológicos y nuevas formas de complejidad.
La conjunción de entorno económico, recursos, micromotivos y resultados emergentes se aprecia, como en ninguna parte, en la estructura de las ciudades humanas. En la estructura de toda actividad humana, en realidad—pero es especialmente visible en las ciudades por la manera tan visible en que toda decisión de diseño del paisaje urbano se encuentra allí con las limitaciones impuestas ya por la estructura de la ciudad, resultado del entorno previo y de la acción humana acumulada. De tal manera que la forma de una ciudad es una conjunción inextricable de planificación y espontaneidad—todos la han diseñado en parte, en sus detalles, pero el conjunto que ha emergido no ha sido diseñado por nadie, es un fenómeno de orden diferente, emergente con respecto a las elecciones individuales. Y que las condiciona.
La conjunción de entorno económico, recursos, micromotivos y resultados emergentes se aprecia, como en ninguna parte, en la estructura de las ciudades humanas. En la estructura de toda actividad humana, en realidad—pero es especialmente visible en las ciudades por la manera tan visible en que toda decisión de diseño del paisaje urbano se encuentra allí con las limitaciones impuestas ya por la estructura de la ciudad, resultado del entorno previo y de la acción humana acumulada. De tal manera que la forma de una ciudad es una conjunción inextricable de planificación y espontaneidad—todos la han diseñado en parte, en sus detalles, pero el conjunto que ha emergido no ha sido diseñado por nadie, es un fenómeno de orden diferente, emergente con respecto a las elecciones individuales. Y que las condiciona.
Pues bien, como las ciudades, así
las naciones y sus instituciones, las culturas, los idiomas, y el mismo
cuerpo humano, son el resultado de una selección natural, una mano invisible o un diseño espontáneo efectuado por la conjunción compleja de causas diversas. Una selección natural en la que la
intencionalidad humana juega un papel, limitado pero activo. Nos hemos
diseñado a nosotros mismos, en parte, y sin embargo no hay nadie responsable del conjunto, ni del resultado del
diseño, ni de las circunstancias en que actuamos. También de esto dijo
Marx algo—podemos actuar, pero no podemos diseñar el trasfondo
histórico de nuestra actuación.
La complejidad surge, pues, por interacción no planificada de fenómenos simples. Es el centro de la teoría de la selección natural de Darwin, pero la misma noción básica fue aplicada por Herbert Spencer al origen de todo tipo de complejidad - ver por ejemplo, entre sus reflexiones cosmológicas, el ensayo sobre la hipótesis nebular del origen del cosmos, en sus Essays.
La complejidad surge, pues, por interacción no planificada de fenómenos simples. Es el centro de la teoría de la selección natural de Darwin, pero la misma noción básica fue aplicada por Herbert Spencer al origen de todo tipo de complejidad - ver por ejemplo, entre sus reflexiones cosmológicas, el ensayo sobre la hipótesis nebular del origen del cosmos, en sus Essays.
Lo complejo surge para Spencer por interacción compleja de lo simple y mediante la creación de subsistemas parcialmente estables que a su vez interactúan:
That
our harmonious universe once existed potentially as formless diffused
matter, and has slowly grown into its present organized state, is a far
more astonishing fact than would have been its formation after the
artificial method vulgarly supposed [se refiere al creacionismo o
"diseño inteligente"]. Those who hold it legitimate to argue from
phenomena to noumena, may rightly contend that the Nebular Hypothesis
implies a First Cause as much transcending 'the mechanical God of
Paley,' as this does the fetish of the savage. (Essays, II, 1863, 53).
Spencer representa, en física, un estadio avanzado de la noción del surgimiento espontáneo, y evolutivo, de la complejidad: algo que en la Antigüedad tuvo su primera manifestación en la obra de los atomistas—Leucipo, Demócrito, y Lucrecio. En De rerum natura, atribuye Lucrecio el origen de la complejidad a los choques fortuitos entre átomos (cosa que causó risa a muchos). A las colisiones fortuitas de las partículas, sí, pero también a la generación de equilibrios parciales, esos subsistemas parcialmente estables que serían más adecuadamente teorizados por Spencer. Sobre el origen del mundo, y los torbellinos atómicos, dice así Lucrecio en el Libro V de Sobre la naturaleza:
Pero,
de qué modo aquella aglomeración de materia llegó a fundar la tierra,
el cielo, los abismos del ponto y las órbitas del sol y la luna, voy a
exponerlo en orden. Pues ciertamente los elementos de las cosas no se
colocaron de propósito y con sagaz inteligencia en el orden en que está
cada uno, ni pactaron entre sí cómo debían moverse; pero como son
innumerables y han sido maltrechos por choques desde la eternidad y
arrastrados por sus pesos no han cesado de moverse, de combinarse en
todas las formas y de ensayar todo lo que podían crear con sus mutuas
uniones, ha resultado de ello que, diseminados durante tiempo
indefinido, después de probar todos los enlaces y movimientos, aciertan
por fin a unirse aquellos cuyo enlace da origen a grandes cosas, la
tierra, el mar, el cielo y las especies vivientes.
Entonces no se veía aún la rueda del sol volando a lo alto con su luz abundante, ni los astros del vasto firmamento, ni el mar, ni el cielo, ni, en fin, la tierra y el aire; ninguna cosa había semejante a las nuestras, en la multifome masa de átomos estallaban siempre nuevas tempestades, se formaban nuevas aglomeraciones, y la discordia de los elementos en continua batalla confundía sus distancias, direcciones, enlaces, densidades, choques, encuentros y mociones, a causa de la diferencia de formas y variedad de figuras; pues en este caos los átomos no podían unirse en combinaciones estables, ni comunicarse unos a otros los movimientos convenientes. Empezó luego la separación de las diversas partes; lo igual se junta con lo igual, emerge un mundo, se distribuyen sus miembros y se disponen en orden sus grandes partes; es decir, de la tierra se separan las profundidades del cielo, y de ellos se retira el mar para extender aparte sus aguas, y aparte se separan también los fuegos puros y sin mezcla del éter. (V, 443)
Entonces no se veía aún la rueda del sol volando a lo alto con su luz abundante, ni los astros del vasto firmamento, ni el mar, ni el cielo, ni, en fin, la tierra y el aire; ninguna cosa había semejante a las nuestras, en la multifome masa de átomos estallaban siempre nuevas tempestades, se formaban nuevas aglomeraciones, y la discordia de los elementos en continua batalla confundía sus distancias, direcciones, enlaces, densidades, choques, encuentros y mociones, a causa de la diferencia de formas y variedad de figuras; pues en este caos los átomos no podían unirse en combinaciones estables, ni comunicarse unos a otros los movimientos convenientes. Empezó luego la separación de las diversas partes; lo igual se junta con lo igual, emerge un mundo, se distribuyen sus miembros y se disponen en orden sus grandes partes; es decir, de la tierra se separan las profundidades del cielo, y de ellos se retira el mar para extender aparte sus aguas, y aparte se separan también los fuegos puros y sin mezcla del éter. (V, 443)
Lucrecio, Adam Smith, Spencer, Darwin, son figuras clave del pensamiento emergentista, que explica cómo pueden surgir el orden y los fenómenos complejos (tal como somos nosotros) al margen de la intencionalidad, de los planes y del diseño.
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