Son muchos años; y en efecto puede haber fallos de memoria, confusiones... ¿Y por qué habría de guardar silencio este piloto alemán?
Algunos expresan dudas, y quizá nunca se resuelva satisfactoriamente el asunto. St-Exupéry gusta más como misterio, abducido por el Principito—por interesante que pudiera ser esclarecer la historia de su fin. El interés no es sólo anecdótico—es también literario.
Según dicen los autores del libro, Rippert era un lector ferviente de St-Exupéry. Es más: que si se hizo piloto, fue al menos en parte por la influencia de las novelas sobre pilotos de St-Exupéry—el hombre que aunó aviación y literatura, el escritor aviador por excelencia en los años previos a la 2ª Guerra Mundial. De hecho todavía sigue siéndolo. Rippert dice que admiraba a St-Exupéry, y que de saber que era él no hubiera disparado. Y comenta que la vocación de muchos pilotos de su generación surgió de la obra de St-Exupéry...
Podría haber aquí una ironía trágica. Poco sabía el autor que con su éxito y su ejemplo, estaba atrayendo al cielo, para elevarse hasta las nubes y disparar contra él, al hombre que lo mataría.
Y poco sabía el lector a quién estaba matando. Lo sospechó días después, y decidió guardar silencio hasta la vejez extrema, cuando ya nada importa, y todo en la vida parece una farsa irreal.
No deja de recordar esta historia al relato Continuidad de los parques de Julio Cortázar. Aunque aquí es el autor el que muere a manos del lector. O del personaje que ha creado.
—oOo—
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se aceptan opiniones alternativas, e incluso coincidentes: