Infinite Jest es una curiosa novela o sátira menipea sobre Americanadas postmodernas, escrita por David Foster Wallace con una paciencia y curiosidad que sólo igualan a las del lector capaz de seguir la obra. Es cierto que es un maestro del lenguaje (sobre todo de las nominalizaciones, verbalizaciones, adjetivaciones y gramaticalizaciones extrañas, basadas en clichés culturales), y un hacha clavando algunas maneras de comportarse y razonar típicamente (o atípicamente) usanianas, hiperurbanas y postcontemporáneas.
Uno de los principales personajes de la novela, in absentia, es James O. Incandenza, padre de varios personajes (Orin, Hal y el deforme Mario); presencia recurrente in absentia digo, porque tiempo antes del comienzo de la acción este Incandenza padre (a.k.a. "Himself") se había suicidado por el procedimiento de meter la cabeza en un horno microondas. Incandenza era un cineasta de vanguardia, que contaba en su acervo con películas como Union of Theoretical Grammarians in Cambridge, Pre-Nuptial Agreement of Heaven and Hell, Fun with Teeth, Baby Pictures of Famous Dictators, o cinco versiones de Infinite Jest.
He aquí una de sus películas, concebida y descrita a la Borges (tal que quizá no haga falta filmarla). Es cinematografía conceptual en su versión más pura, precioso ejemplo de desconstrucción cultural del discurso artístico, y exploración simultánea de los límites de la reflexividad en arte, guasa sin límites.... Bueno, a mí me gusta, y creo que acudiré a cualquier cine que la proyecte, si alguien proyecta filmarla de hecho, por redundante que sea el hacerlo. No es difícil de hacer—en su simplicidad está su elegancia, diga lo que diga el director. Do not trust the teller, trust the tale. Traduzco:
La película de Incandeza más odiada, una de longitud variable titulada The Joke,
tuvo una distribución en salas muy breve, y únicamente en los últimos
restos dispersos de los cineclubs públicos de arte y ensayo previos a
InterLazo [una especie de Internet/TV retrofuturista],
en sitios intelectualoides como Cambridge (Massachusetts) o Berkeley
(California). Y en InterLazo nunca se plantearon incluirla en versión
Pulse y Encargue, por razones obvias. Se requería que en las marquesinas
y posters y anuncios de esta cosa se dijese algo del tipo "THE JOKE: Se recomienda encarecidamente que NO afloje Vd. dinero para ver esta película, cosa
que los habituales de las filmotecas naturalmente pensaban que era una
broma anti-anuncio inteligentemente irónica, y así pues aflojaban y
compraban entraditas de papel y entraban haciendo cola con sus jerseys y
pantalones de tweed y dirdnls,
y acumulaban cafés en la barra y se sentaban y hacían esos pequeños
ajustes prepeliculeros de piernas y posturas, y miraban a su alrededor
con esa expresión intensa y ausente, y se imaginaban que las cámaras
Bolex H32 de triple lente—una manejada por un tipo mayor alto y
encorvado, y otra complejamente instalada en la cabeza enorme de un
chico que se vencía hacia adelante de una manera muy rara, y que tenía
lo que parecía un espolón de acero saliéndole del tórax—las grandes
cámaras que estaban abajo al lado de las señales iluminadas de SALIDA a
cada lado de la pantalla, se imaginaban los espectadores, estaban allí
para filmar algún anuncio, o un anti-anuncio, o un documental
metafílmico entre bambalinas, o algo. Eso hasta que bajaban las luces y
arrancaba la película y lo que aparecía en la gran pantalla pública era
sólo una toma en gran angular binocular de este mismo público de la
filmoteca entrando en fila con sus cafés y buscando butacas y sentándose
y mirando a su alrededor y aposentándose y diciendo cosillas
prepeliculeras propias de entendidos a sus ligues de gafas de culo de
vaso, sobre lo que probablemente significaban el anuncio de
No-Pagues-Para-Ver-Esto y las cámaras Bolex, desde un punto de vista
artístico, e instalándose mientras bajaban las luces y volviéndose a la
pantalla (es decir, a lo que ahora resultaba ser ellos mismos) con las
sonrisitas entendidas de expectación propias de las clases
intelectuales, sonrisas que según revelaban ahora las cámaras y la
proyección de la pantalla, empezaban a caer poco a poco de los rostros
del público a medida que el público veía filas y filas de sí mismo
mirándose fijamente con expresiones faciales menos y menos expectantes y
más y más inexpresivas y luego de extrañeza y luego al fin de estar
hasta los huevos. La duración total de The Joke
equivalía exactamente al tiempo en el que todavía quedaba algún
espectador de piernas cruzadas en la sala mirando su propia imagen
proyectada mirándole con la expresión especial que tiene un espectador
disgustado y estafado, cosa que terminaba siendo más de veinte minutos o
así únicamente cuando había críticos o académicos de cine en las
butacas, que se estudiaban a sí mismos estudiándose a sí mismos tomando
notas con fascinación infinita y se iban por fin sólo cuando el café
finalmente los impelía a los baños, instante en el cual "Himself" y
Mario tenían que recoger las cámaras y fundas de lentes y coaxiales a
velocidad desesperada y correr o trotar torpemente como demonios para
coger el próximo vuelo nacional de Cambridge a Berkeley o de Berkeley a
Cambridge, ya que obviamente tenían que estar allí todo listos y
Bolexados para cada proyección en cada lugar. Mario decía que Lyle había
dicho que Incandenza había confesado que le había encantado el hecho
de que The Joke
fuese tan públicamente estática y simplista y estúpida, y que los raros
críticos que defendían la película con largas disquisiciones complejas
al efecto de que la estasis simplista era precisamente la tesis estética
de la película estaban como de costumbre equivocados de medio a medio.
(...)
—oOo—
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