"El terror ha sesgado muchas vidas, pero no podemos sesgar la esperanza", afirmó el jefe del Ejecutivo, aunque, según algunos de los presentes en el acto, Zapatero se equivocó y, en realidad, quiso decir "segado" muchas vidas y "segar" la esperanza. De hecho, la agencia Efe distribuyó la versión corregida. Sin embargo, fuentes del Gobierno defendieron que ambos términos eran correctos e incluso publicaron en la página de Presidencia del Gobierno de Internet el discurso íntegro de Zapatero con el verbo "sesgar". (Cito de ABC)Esto hay que entenderlo, claro, en contexto, que le imprime un cierto sesgo. No es el sermón de un cura (aunque hay quien dice que estaría muy bien como el discurso de un cura), sino las palabras del presidente del gobierno con ocasión de un homenaje a una víctima del terrorismo (no "del terror"), pronunciadas a una prudente distancia del Congreso Internacional de las Víctimas del Terrorismo pero dirigidas también de modo muy particular a los oídos de los que sí asistieron a ese congreso.
Uno espera oír "segado" (que es lo que hace el terrorismo de modo más obvio) pero esa siega es desagradable; demasiado molesta. Así que dejemos fuera de la frase ese molesto hecho, que el terrorismo mata. Zapatero prefiere enfrentarse a un efecto también molesto pero menos duro de mirar: el "sesgo" que adquieren las vidas de los supervivientes, de las víctimas vivas: personas sesgadas, no rectas, resentidas, que podrían quizá convertirse en los segadores de nuestra esperanza de paz. O por lo menos sesgarla. Pero enderécense ustedes, dice Zapatero. No nos tuerzan en nuestro camino estas personas sesgadas.
Para sesgo, el que la frase revela por sí sola. Hablar de los sesgados donde esperamos que hable de los segados... como si las víctimas del terrorismo estuviesen pidiendo trato sesgado, en lugar de pedir, estrictamente, que la ley se aplique a los terroristas como se nos aplica a todos los demás (en cuanto no pagamos a Hacienda por ejemplo).
Esto sí que es ver la situación sesgadamente. Y ojo, que este señor no es un cura. Es aún más insolvente, pues no puede remitirnos al más allá, para prometernos allí la justicia que no da este mundo sesgado.
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