La publicación de las "propuestas" de directrices generales sobre la reforma de algunas titulaciones ha vuelto a producir reacciones e inquietud en el área de Filología Inglesa, que ve su licenciatura suprimida y su función formativa marginalizada, de una manera que parece desproporcionada con respecto a la importancia del estudio del inglés en la educación obligatoria.
Así, a la protesta de la Universidad de Murcia hay que añadir un escrito de la Universidad de Alicante, y ahora otro manifiesto acordado por la Asociación Española de Estudios Anglo-Norteamericanos (AEDEAN) insistiendo en la necesidad de una licenciatura específica en "Estudios Ingleses".
Quizá se publique en algunos periódicos. Pero, si la comisión "externa" encargada de hacer este mapa de titulaciones no se inmuta, baja la cabeza y sigue para adelante, enseguida pasamos la zona peligrosa. Como el último juez va a ser la Comisión, y no la profesión, quien es juez y parte tiene todos los ases en la manga. No hay foro o mecanismo independiente donde se vayan a sopesar las propuestas procedentes de esta comisión y las procedentes de la profesión. Por tanto, el supuesto diálogo está viciado de entrada; al menos el diálogo con la universidad, que uno podría pensar que tendría algo que decir en cuanto a cómo organizar sus enseñanzas. Pues... ya se ve. Dentro de un orden. Los grados desde luego no: se los dan a la universidad bien organizaditos y sin pedir opinión más que a aquéllos cuyas opiniones nos son gratas, aun en contra de todo el área de conocimiento en cuestión. Yo le recomiendo al ministerio y a la comisión que no se achanten, y que sigan adelante con su diálogo a una voz y sus propuestas obligatorias. A los protestantes, ni agua. O, todo lo más, una "diet of worms". Así quedará bien patente quién manda en las enseñanzas universitarias, si el Gobierno o la Universidad. Y eso es clarificador para todos.
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