jueves, 3 de diciembre de 2015

Retropost #443 (4 de agosto de 2005): David Liss, A Spectacle of Corruption




Es una novela de 2004 traducida como La Conjura (trad. Encarna Quijada Vargas, serie Grijalbo Novela Histórica. Barcelona: Random House Mondadori-Grijalbo, 2005), y que está entre los best-sellers del momento. Es una novela negra, con detective incluido, ambientada en el siglo XVIII, entre las intrigas electorales de los Whigs y los Tories y los intentos de infiltración de los jacobitas. El protagonista es un improbable cazarrecompensas judío, Benjamin Weaver, hombre duro y enamorado frustrado, que se ve acusado injustamente y condenado por el asesinato de alguien que había descubierto algo, y después de fugarse investiga por su cuenta para ver quién va a por él. Para eso se disfraza de caballero comerciante y se mete en ambientes electorales, donde los dos partidos están interesados en falsear sus auténticas motivaciones y en ennegrecer las del vecino; negras son, pero más cuanto más de cerca se miran. En fin, nada nuevo por allí. De paso, Weaver liga (con la hermana de su enemigo, para mayor satisfacción) y se consuela en parte de sus frustraciones. El ambiente es en general el del Jonathan Wild de Fielding (Wild es también uno de los personajes aquí). Es novela de intriga, entretenida, de argumento retorcido, y con frecuencia cae en la artificialidad, del tipo: "Es cierto. ¿Qué otro motivo podía tener?" - Como si no hubiese infinitas complejidades y motivaciones posibles... Ahora que el protagonista se basa intelectualmente para sus deducciones en las teorías probabilísticas de un amigo suyo, Elias Gordon, cirujano, matemático, novelista aficionado y quizá alter ego del autor. También se cita a Ockam: la teoría más simple es casi siempre la correcta. Lo malo es que la teoría más simple ha de tener en cuenta las complejidades que pretende explicar, no ignorarlas; y la principal de esas complejidades es la conexión entre los acontecimientos que se quieren explicar, o sea que nos vemos en un círculo vicioso del cual no nos sacará ninguna teoría probabilística. Como descubre el protagonista Weaver, "Había iniciado mi búsqueda partiendo de dos suposiciones . . . . Ahora descubría que ambas eran falsas". Vamos, que sólo retroactivamente se sabe dónde hay una causalidad y dónde hay una casualidad. Y no hay probabilidad que valga, al menos no en la novela, donde el autor juega con ventaja frente al personaje y frente al lector. El autor sí es dueño absoluto del tiempo; el personaje narrador tiene un poder secundario adquirido penosamente (pero es Weaver- también él teje la intriga), y el lector está en posición de debilidad, teniendo que revivir lo que ya vivió el narrador hasta poder desenmarañar la casualidad de la causalidad - que es lo que todos queremos hacer, y por eso leemos novelas de misterio. En otros sitios es más difícil hacerlo.






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