Es el dilettantismo interdisciplinar (en todo menos en la Filología) el destino del filólogo, si atendemos a la definición de Filología del Diccionario de Autoridades:
Quizá la Filología así entendida sea interdisciplinar por necesidad teórica, dilettante por necesidad práctica, y omnisciente por imperativo categórico, ofreciendo una mezcla imprevisible de omnisciencia, interdisciplinariedad y dilettantismo.
Y quizá toda empresa bien emprendida requiera semejante interdiscipinariedad total, un empeño imposible, o posible por su misma imposibilidad, que le pone límites inherentes. Así definía Don Quijote los conocimientos necesarios para practicar la ciencia de la caballería andante:
En Filología (o al menos en la filología que a mí me gusta, quizá un
tanto filosófica o especulativa, quizá mejor diga ensayística) interesa
especialmente la capacidad de sintetizar y analizar, y ello para poder
hallar elementos comunes y diferencias relevantes entre los fenómenos
estudiados. Enlazar una idea con otra—y así Janet Murray, en The New Media Reader, relaciona
a Borges con los hipertextos. La filosofía del enlace y la asociación
es crucial en el pensamiento, y en el pensamiento sobre el pensamiento,
y sobre eso escribí algo en Training the Train of Ideas. Si no es reflexiva la Filología—como regreso retrospectivo, cum differentia, a unos textos que de por sí son ya interpretación y reflexión... ¿qué podria serlo?
En el excurso de hoy quería comentar, y analizar y relacionar, este fragmento de Kenneth Burke. Viene de A Grammar of Motives (192) y lo cita Stephen Bygrave en Kenneth Burke: Rhetoric and Ideology, p. 98:
Se observará que enfatiza Kenneth Burke el carácter estratégico o
heurístico podríamos decir de estas investigaciones, interesantes no
sólo o no tanto por lo que descubren, sino más bien por lo que
posibilitan, las nuevas rutas que abren.
Me hace pensar la reflexión de Burke en la contraposición entre
síntesis y análisis, tal como se encuentra por ejemplo en la oposición
entre pensamiento sintético y pensamiento analítico tal como la
apuntaba Hobbes en su comentario sobre la fantasía y el juicio
racional. Para Hobbes (en el prefacio al Gondibert
de Davenant), la fantasía ve similaridades entre cosas disimilares—la
metáfora sería un buen ejemplo de este proceder—mientras que el juicio
racional es una operación analítica, encuentra diferencias entre cosas
superficialmente similares. La identificación de estos dos principios
analítico y sintético con la racionalidad y la fantasía es desde luego
una simplificación, pero (una vez más) debemos apreciar lo que
posibilita en su momento, en tanto que un primer intento de una teoría
psicológica de la imaginación y de la poesía.
También en la tradición crítica inglesa, Wordsworth y Coleridge (en
parte caracteres similares, y opuestos) teorizaron esta dialéctica
entre identidad y diferencia en el pensamiento poético. La imaginación,
para Coleridge, es una fuerza integradora de opuestos, buscando un
equilibrio de contrarios. Según Wordsworth (en su prólogo a Lyrical Ballads) hace extraño lo que es familiar y familiariza lo que es extraño—todo un precedente de la teoría de la desfamiliarización
de Shklovsky y los formalistas rusos. Esta dialéctica de
familiarización y desfamiliarización (identidad de opuestos, y
diferencia de una cosa consigo misma o con su imagen habitual) iba a
ser el plan de la colaboración de los dos poetas en las Lyrical Ballads que
iban a escribir conjuntamente. Wordsworth había de tratar con temas de
la vida cotidiana, con un realce imaginativo que llevase a intuir una
presencia de un elemento sobrenatural o desconocido; Coleridge habría
de desarrollar temas fantásticos (como hace en "The Ancient Mariner")
infundiéndoles imaginativamente el barniz de lo cotidiano, para
producir un efecto de credibilidad, o lo que él llamaba the willing suspension of disbelief.
Sea como sea, señala Coleridge, el poeta ha de unir a una capacidad de
observación exacta el poder modificador de la imaginacióin, mezclando
lo viejo y lo nuevo de tal manera que la frescura de las sensaciones
esté siempre presente en el poema (sigo aquí la exposición de Wimsatt y
Brooks en Literary Criticism).
Otras derivaciones de esta noción de la imaginación como una
integración de opuestos se encuentran en diversas conceptualizaciones
críticas de Coleridge; será tal vez el mayor inspirador decimonónico de
los nuevos críticos. La tensión dialéctica de los opuestos, como en el
arco y en la lira que diría Octavio Paz, es crucial en esta poética de
la creatividad. La expresión sobre el arco y la lira viene de
Heráclito—en Conectando con Heráclito el Oscuro divago un poco más sobre la inspiración en Heráclito de esta harmonía que viene de conectar lo inconexo.
A lo que voy es que para que salgan a la luz conexiones
interesantes, en poesía y en filosofía, en ciencia y en arte y en todo
tipo de creación y pensamiento—hace falta tanto conocimiento experto
como dilettantismo, u osadía tal vez... un poco de chifladura a lo Don
Quijote, que unía entreveradamente razón y disparate. O quizá igualmente sirva el efecto eureka
de lo inesperado, o de la serendipia, que crea una conexión donde no la
había, y donde pedía estar. Y la conexión se crea en la cabeza, antes
de estar en el mundo. En buena medida, nunca sale de la cabeza, y la
mayoría de las conexiones y oposiciones del universo en que vivimos son
objetos mayormente mentales, no más verdad que ficción, líneas
imaginarias que trazamos entre los objetos para ordenar el mundo.
Algo parecido —la realidad como realidad virtual— sugería Kenneth Burke en su ensayo sobre "Las cosas significan palabras", en Language as Symbolic Action. Aquí lo comento. Y volviendo al texto de A Grammar of Motives sobre sinonimización o des-sinonimización (lumpers y splitters, podríamos llamarlos)—otra cosa que me trae a la cabeza (conecta conecta), con la que podría estar relacionado. Es el famoso dictum desconstructivista,
derrideano, sobre la falaz naturaleza de las oposiciones polares o
pares binarios: aunque Burke establece un par binario entre
sinonimización y des-sinonimización, o síntesis y análisis, recordemos
que ve en su acción una distinción operativa o estratégica, más que
captadora de esencias inmutables. El dictum a que me refiero lo glosaba Barbara Johnson (d.e.p.) en forma de máxima: the difference between is the difference within.
Y esto lleva a ver la oposición polar de una cosa consigo misma, o su
identidad o diferencia consigo misma, según se contemple. La diferencia
entre el día y la noche, o el animal y el hombre. Como se ve la
oposición polar es engañosa; el día no sólo se opone a la noche, sino
que se opone a sí mismo, interiormente, en día-noche. Y el hombre es
animal, además de ser lo contrario de los animales. De la misma manera,
supongo, sería desconstruible la oposición entre análisis y síntesis.
¿El parecido con la tesis de Burke? Nada hay más sinónimo con algo, o
más idéntico a algo, que ese algo mismo. Pero con un examen más
detallado, surge la diferencia interior, y el juego de lo otro dentro
de lo mismo.
Por cerrar la especulación, diré que tampoco hay
diferencia tajante ni inamovible entre la especulación como
razonamiento serio, y la
especulación como vapores divagantes del pensamiento, ni entre la
ciencia dura y la semiología blanda, ni entre el ensayo y la filosofía.
Tampoco, en última instancia, entre la locura y la razón.
Diferencias hay, claro, pero no están todas donde pensábamos que
estaban. Ni ellas, ni los parecidos.
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