El burka, el niqab, el hiyab y los velos varios son
prendas islámicas casi uniformemente abucheadas en Occidente. Sin
embargo, ha de haber debate, y así entre el coro de condenas e
imprecaciones se oye alguna voz (mayormente islámica) a favor, y por
ser ecuánimes, también hay quien reconoce elementos positivos en esta
vestimenta, aun si son sobradamente contrapesados por los negativos. Dejaré de lado la cuestión de si ha de respetarse el derecho de la
incumbente a llevar la indumentaria que le parezca, aun a costa de ir
por ahí luciendo su opresión y su alienación a la par que su "derecho a
decidir."
En tanto que prendas que velan algo, y uniformizan, tienen
cierta ventaja se dice a veces para las feas, y para las guapas,
poniéndolas a todas en pie de igualdad y a salvo de miradas
valorativas, ya sean para bien y para mal. Es decir, le proporcionan a
la usuaria una cierta capacidad de control sobre su presentación
pública, paradójicamente en la misma medida en que se la quitan. No se
ven obligadas a seguir la moda ni a lucir calidad, aunque no lo duden
que hasta en burkas habrá calidades y modas. Y cuanto más se tapa una
más se libera una de sí, para bien y para mal, es el lado zen del islam.
Esta dimensión de control informativo por parte de la usuaria se subestima a menudo, ante la cuestión más llamativa del control de las mujeres por parte de los hombres en el mundo musulmán. Pero tiene su intríngulis, visto que toda acción tiene su reacción y sus efectos imprevistos y toda cara su cruz. Tanto la opresión del velo como la liberación del mismo—liberación muy difícil en muchos contextos en los países musulmanes. Allí las mujeres pueden aspirar todo lo más a la dimensión de libertad que da la conformidad, y se les puede aplicar a sus estrategias vestimentarias esta reflexión de Goffman sobre la semiosis involuntaria del cuerpo:
Lo mismo se aplica al traje de corbata, a las modas intemporales, a los pantalones vaqueros... y a los atuendos moros, cada cual en su ámbito. Un aspecto convencional da un mínimo de información al observador, y por tanto una cierta superioridad informativa al sujeto vestimentario. Otra cuestión es que sepa utilizarla en provecho propio.
Esta dimensión de control informativo por parte de la usuaria se subestima a menudo, ante la cuestión más llamativa del control de las mujeres por parte de los hombres en el mundo musulmán. Pero tiene su intríngulis, visto que toda acción tiene su reacción y sus efectos imprevistos y toda cara su cruz. Tanto la opresión del velo como la liberación del mismo—liberación muy difícil en muchos contextos en los países musulmanes. Allí las mujeres pueden aspirar todo lo más a la dimensión de libertad que da la conformidad, y se les puede aplicar a sus estrategias vestimentarias esta reflexión de Goffman sobre la semiosis involuntaria del cuerpo:
Aunque un individuo puede parar de
hablar, no puede parar de comunicarse con lenguaje corporal; debe decir
lo correcto, o lo incorrecto. No puede no decir nada. Paradójicamente,
la manera en que puede proporcionar la menor cantidad de información
sobre sí—aunque todavía sea considerable—es amoldarse y actuar como se
espera que actúen las personas de su clase. (El hecho de que la
información sobre el propio sujeto pueda contenerse de esta manera es
una de las razones para mantener las convenciones apropiadas). (Behavior in Public Places 35).
Lo mismo se aplica al traje de corbata, a las modas intemporales, a los pantalones vaqueros... y a los atuendos moros, cada cual en su ámbito. Un aspecto convencional da un mínimo de información al observador, y por tanto una cierta superioridad informativa al sujeto vestimentario. Otra cuestión es que sepa utilizarla en provecho propio.
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