Esta es una película que fue extraordinariamente premiada en 2004, quiero decir excesivamente: según El País, "inmensa, impresionante", según ABC, "la Casablanca del siglo XXI..." – vamos, vamos... más quisieran. Es una película china, con una mezcla irritante de convencionalismo y extravagancia, bellamente fotografiada y demasiado larga para lo que da de sí. No me extraña que, a pesar de tantos premios, pasase sin pena ni gloria por las salas.
Es casi un remake de la cargante Deseando amar del mismo Wong Kar-wai, con la misma combinación de colorido precioso y actitudes simplistas y convencionales de los personajes, y la misma carencia de interés humano, pues no pueden interesar personajes tan superficiales, u opacos, o bidimensionales, o falsos, o robotizados. En un momento dado cambia en esta película a las chicas por androides, pero la diferencia es mínima. En lo que es psicología del amor, los personajes y argumentos de estas películas tienen la sutileza literaria de las novelas de artes marciales que escribe el protagonista. Y con semejantes mimbres ya le puedes echar vestidos estampados y luces matizadas...
Aquí encontramos las mismas historias de amantes maltratadas, medio putillas seleccionadas-seducidas por hombre de negocios, a lo Don Juan o Clark Gable chino—inexplicablemente seducidas, si además de guapas no tuviesen sesos de chorlito. El machismo del implausible seductor pasa con un fundido imperceptible al del narrador de la historia, al del guionista y al del director. Este tipo de historias decimonónicas en una película vigesimoprimérica, o vigesímica - pues la mayor parte de la acción pasa entre 1966-68 - pues como que son rancias; diría estereotípicas si no porque lo de estéreo queda demasiado tridimensional. Hablo de actitudes cinematográficas, pues no dudo que el mundo esté lleno de hecho de chicas guapas con cabeza de modistilla, en 2046 o en 1846. Pero en fin, que nos vengan a estas alturas los donjuanes chinos de tercera en plan castigador... es un castigo que no tenemos por qué aguantar.
En esta ocasión la historia se complica con el hecho de que el personaje sea escritor, que inventa su propia historia, o variaciones sobre ella, que se mezclan de maneras paradójicas con su propia vida, en un juego de repeticiones, variaciones, flashbacks, anamorfosis y transiciones imposibles que a su manera sí expresan bien la sensación de un personaje empantanado en las mismas actitudes y recuerdos, como me pasa a mí. Formalmente, estos recursos convierten a la película en un cruce entre La casa de citas de Robbe-Grillet e Hiroshima mon Amour. O L'Année dernière à Marienbad. O sea, pretenciosa, un rato, sobre todo por lo larga y lenta de más. Así que eso, que le debían haber dado el premio en los viejos tiempos del Nouveau Roman, o de la Nouvelle Vague. Hoy es un futuro un poco passé, éste de 1966. Pero bueno, en realidad nunca cambiaremos, y vale la pena mirarla aunque sea sólo por la fotografía.
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