jueves, 8 de septiembre de 2016

Retropost #1133 (8 de septiembre de 2006): No evolucionaremos

No evolucionaremos

Publicado en Evolución. com. José Ángel García Landa

Bueno, nosotros seguro que no; lo que digo es que tampoco evolucionará la especie humana en su conjunto. Una teoría que he conocido a través de The Structure of Evolutionary Theory, de Stephen Jay Gould, parece avalar la teoría de que las especies con éxito en su dispersión tienden a no evolucionar. Es lo que argumentan B. S. Lieberman y S. Dudgeon en su artículo "An Evaluation of Stabilizing Selection as a Mechanism for Stasis" en Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology 127 (1996): 229-38. Sostienen estos autores lo siguiente, traduzco, sobre el llamativo estatismo de las especies que parece contradecir algunos postulados de Darwin:

El estatismo puede surgir de la manera en que las especies se organizan en grupos reproductivos que se dan en medioambientes separados (...). La morfología de los organismos en cada una de estas poblaciones puede cambiar a lo largo del tiempo debido a la adaptación local o la deriva, pero la suma neta de estos cambios independientes a menudo se cancelará, conduciendo a un estatismo neto de conjunto. (...) Sólo si todos los cambios morfológicos a lo largo de todos los medioambientes sucediese en la misma direccción, o si los cambios morfológicos en unos pocos medios fuesen muy dramáticos y en la misma dirección, habría con el tiempo un cambio neto en la morfología de la especia. (...) Así, mientras una especie se dé en medios diferentes, podría predecirse que por término medio será resistente al cambio. (231, cit. en Gould 882).

Los cambios adaptativos locales no tienen, precisamente por ser adaptaciones locales, muchas posibilidades de extenderse a los miembros de la especie que habitan en ecosistemas muy distintos. Aunque no veo por qué esta variabilidad local no habría de favorecer la ramificación de especies diversas con el tiempo (si bien no de una evolución conjunta de la especie en una dirección dada). Parece faltar algo en la teoría, una predisposición estructural al estatismo de las especies que ha sido capaz de adaptarse a medios tan diversos (y siguen siendo en el momento del estudio una sola especie).

Aunque los autores no están discutiendo este caso, difícilmente puede concebirse una especie más distribuida por una diversidad de medios que la especie humana. Esto la haría, si la teoría es correcta, especialmente resistente a la evolución. Si a los medios diferentes le sumamos los contactos constantes entre poblaciones aisladas, que favorecen la dispersión de los rasgos, la variabilidad tendería a cero... Desde luego, la paleontología parece avalar la idea de que la estructura corporal del Homo Sapiens no ha experimentado evolución alguna desde su aparición en algún grupúsculo poblacional africano hace quizá 200.000 años. Y según esta teoría, se extinguirá la especie como la mayoría se extinguen: sin haber evolucionado hacia nada distinto, cuánto menos "superior".

Siempre me ha llamado la atención la diversidad local de las razas y tipos humanos; cómo ha debido haber un larguísimo periodo donde el aislamiento de poblaciones predominó, con intercambios mínimos entre grupos, hasta el punto de haberse diferenciado las morfologías de pelo, color, rasgos, etc., hasta este extremo. Y cómo, a partir de un momento dado, se invierte la dirección, al menos en parte, al terminar la prehistoria: la globalización, los viajes e intercambios mucho más generalizados vuelven a poner a estos grupos en contacto uno con otro y tienden a difuminar los cambios producidos a lo largo de decenas de miles de años.

Ni siquiera la degradación global del medio ambiente es probable que conduzca a una evolución diferenciada. En nuestra experiencia, desde luego, el medio no se degrada igualmente para unos y para otros. Siempre hay humanos en el ecosistema del lujo, y otros en el ecosistema de la miseria. Así que no cambiaremos.
De este tema se hablaba al final de Sapiens: El largo camino de los homínidos hacia la inteligencia, de Josep Corbella, Eudald Carbonell, Salvador Moyà y Robert Sala (Península, 2005). Eudald Carbonell dice allí que en el futuro habrá cambios mentales y culturales, como siempre los ha habido, pero que es improbable que evolucionemos hacia una especie distinta. "Para que evolucionáramos hacia una especie distinta haría falta que un grupo de humanos viviera aislado del resto de la humanidad durante miles de años. Así es como aparecieron los neandertales. Pero es imposible que esto ocurra en la Tierra, porque ya controlamos todo el planeta" (150). La respuesta deja una vía sin discutir: quizá las colonias en otros planetas sean la única (muy improbable) manera en que un grupo pudiera aislarse lo suficientemente como para evolucionar independientemente, como en las historias del futuro de Stapledon. Salvador Moyà apunta la otra posibilidad, la de cuasi-extinción por catástrofe nuclear que aislase pequeñas poblaciones en un ambiente muy alterado: posibilidad aún más indeseable explorada humorísticamente por Kurt Vonnegut en Galápagos (1985). Pero la expansión por toda la Tierra probablemente se produciría en una fracción del tiempo que llevó la primera expansión.

Carbonell apunta posibilidades utópico-distópicas igualmente inquietantes: la historia tiene una dirección, que es la de la globalización. Y la globalización llevará, piensa, a un salto ideológico y social trascendente para acceder a una nueva sociedad (que recuerda a la sociedad del Último Hombre de Fukuyama). Pero para Carbonell, "en el futuro, el cambio ideológico que debe hacerse para acceder a una nueva sociedad es imposible sin una catarsis. Usando un símil cristiano, es como si tuviéramos que hacer una purificación" (152). Un símil peligroso y extraño... "purificación" para lo que Carbonell describe como "una catástrofe y que se traducirá en miles de muertos y en deastres ecológicos brutales". "Nuestra única posibilidad de susbsistir ahora es continuar con la selección técnica hasta alcanzar la globalización" (154). Una globalización que en su estado final llevará, según Carbonell, "a un funcionamiento de laa Tierra como una red neuronal. Los humanos evolucionamos hacia una inteligencia mundial, hacia una conciencia única. Crítica, pero única" —Aunque lo de "crítica" debe ser dentro de un orden, porque seguidamente dice Carbonell que "no habrá ideologías distintas sino un pensamiento único" (155). Con lo cual la "evolución" nos conducirá, digo yo, a una segunda Edad Media, la etapa más parecida que ha existido al pensamiento único... Aunque aclara Carbonell que él es comunista, y que esta visión (no se sabe si utópica o distópica) es materialista, "esto no es una visión capitalista de la evolución humana sino una visión progresista". Un futuro en el que "la técnica que nosotros hemos generado nos controlará a nosotros. Y esto que inquieta tanto a tanta gente, a mí me parece un hecho magnífico, fenomenal, un big bang de la vida y de la conciencia que es nuestra principal obra en la Tierra" (158). Y a mí que sí me inquieta. Me inquieta el futuro, pero también el pasado, y el presente. En ninguno veo ni deseo ver la Gran Conciencia Universal con la que al parecer se motiva Carbonell al pensar en la evolución humana. Hay muchas narraciones de cómo se proviene de, o se vive bajo, o se progresa hacia, esa conciencia total. Pero son eso, narraciones. Sobre algunas de ellas escribí aquel artículo del "Apocalipsis de la comunicación total" ("An Apocalypse of Total Communication: Utopian and Dystopian Perspectives in Star Maker (1937) and The Matrix (1999)," en Memory, Imagination and Desire in Contemporary Anglo-American Literature and Film, ed. Constanza del Río-Álvaro y Luis Miguel García-Mainar; Heidelberg: Winter, 2004, 253-68).

No sé si cambiaremos, o si cambiarán, o no. En esa primera o tercera persona del plural está una cuestión importante: con qué grupo de seres pasado, presente, o futuro, nos identificamos. Y esa es una cuestión ideológica tanto como biológica. Si "cambiamos", en todo caso, nunca seremos "nosotros".






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