En sustancia:
Los humanos no habitamos lo que se llama la "realidad real", sino una realidad imaginada en común, una ficción colectiva construida mediante nuestras interacciones sociales, y destinada a mantenerlas, porque sólo en esa realidad virtual podemos ser quienes somos—tener a local habitation and a name.
La existencia espiritual: los misterios del otro mundo, el más allá, Dios, la inmortalidad del alma... son, podríamos decir, espejismos generados por esta existencia colectiva—en cierto modo creer literalmente en Dios y en el más allá es idolatría, una confusión entre símbolos y realidad, entre las dimensiones material y espiritual...
—Pero también son Dios y el más allá, en tanto que ficción colectiva, una manera de sustentar y mantener el espíritu de la comunidad. Dios es símbolo y el último garante de los valores que unen al grupo. Y la vida en el más allá está en realidad en el más acá—mientras honramos a los difuntos y los recordamos, no han muerto todavía su segunda y definitiva muerte, la muerte social que es el olvido. De momento sólo han muerto la muerte física, pero siguen siendo sombras en nuestra caverna. En la que nosotros somos sombras apenas más sustanciales, pues la mayor parte de nuestra existencia para los demás es también pura fantasía—colectiva y compartida.
Si el mundo lo reducimos a sustancia, sustancia poca hay. Los vivos, como los muertos, también son mayormente seres imaginados, o, por así decirlo, fantasmas vivientes, almas que de momento ocupan un cuerpo. De momento, intervenimos en la conversación—luego hablarán de nosotros (de algunos, al menos un tiempo) cuando hayamos muerto.
Con los clásicos, a través de sus obras y sus ideas, también seguimos hablando como si estuviesen aquí. Y sí que están presentes, en cierto modo—más que muchos vivos, viven en nosotros, en esta fantasmagoría que es la existencia, quienes nos han hecho lo que somos. Voces del pasado que aún siguen sonando.
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https://vientosur.info/el-ateismo-progresa-en-el-mundo-musulman/
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