Un centenar de empresarios influyentes le escriben al Rey, desesperados, reclamando una reforma total del sistema político, laboral, financiero y judicial. (Sobre este último, señalan que vivimos en una falsa democracia, pues no hay separación real de poderes por la sumisión del judicial al ejecutivo).
Obsérvese que puentean al presidente ZP, considerándolo inútil, o irrelevante, o quizá peor, un síntoma y agente de los males que desearían corregir.
¿Y qué hace ZP? Pues convocar en torno a sí a una colección de grandes empresarios, a que lo arropen, como diciendo "ven ustedes que a mí también vienen, que tengo mis empresarios"—invitándoles a que se hagan una foto con él y poco más.
Y van, oigan, bien mandadicos... Bueno, un par de ellos no tienen tiempo para pamemas, y mandan a un representante.
Teatrillo nacional. Cuando así están los nervios e inseguridades del presidente, y cuando han visto oportuno arroparlo en su desnudez, será que la cosa está mal. De momento, a seguir haciendo como que el Presidente está vestido. Y el Rey.
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Ah, pero la cosa está que no se tiene ya. Después de la foto de buena armonía, se filtran opiniones a la prensa que dan la medida de la crisis: Que el estado del bienestar no es sostenible. Que las autonomías tal como están organizadas no son financiables. Que la clase política es un despilfarro sobre ruedas. Y entre las malas noticias, una buena: el grupo Prisa, el arropador tradicional, también está en crisis profunda, y ni siquiera es convocado a la reunión.
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