sábado, 24 de septiembre de 2011

Forever Young: Venimos poco hechos

En su historia de la complejidad, de la humanidad y de la humanización (El lugar del hombre en el cosmos), Fred Spier se adhiere a una interesante teoría que podría explicar en parte la evolución del cerebro humano y algunas de sus peculiaridades cognitivas: la teoría de la encefalización por altricidad, o humanización por neotenia.


En su historia de la complejidad, de la humanidad y de la humanización (El lugar del hombre en el cosmos), Fred Spier se adhiere a una interesante teoría que podría explicar en parte la evolución del cerebro humano y algunas de sus peculiaridades cognitivas. A saber, la neotenia—ver por ejemplo El pulgar del panda, de Stephen Jay Gould, para esta teoría. Es una teoría evo-devo, que postula una compleja relación entre el desarrollo embrionario de los seres a nivel ontogénico (devo, development) por una parte, y la filogénesis, la evolución de su especie (evo, evolution), por otra. (Más al respecto sobre la filogenia de la relación entre ontogenia y filogenia aquí, en 'Haeckel-Rising'). 

En sustancia, la teoría de la humanización por altricidad o neotenia supone que el ser humano es, comparativamente hablando, un feto expulsado antes de tiempo al mundo (de ahí nuestros desvalidos bebés, insuficientemente 'hechos'). Eso durante su infancia. Y durante su edad adulta, es un niño mal crecido, o un adolescente permanente.Todos los seres humanos lo son, digo, y no sólo los perpetuos inmaduros, ni la generación Peter Pan, ni los mozarrones de treinta años con monopatín. Los humanos como mutantes neoténicos, una tribu de ajolotes larvarios entre los simios. Y desordenándolo todo, como los críos al volante. 

La construcción del mundo virtual humano sería, quizá, la consecuencia de mantener en los individuos adultos una flexibilidad mental y una capacidad de asociación y conectividad neural que en otras especies (y hasta en parte en el mismo ser humano) se da sólo en los individuos jóvenes, para permitirles desarrollar conductas 'hard-wired' adquiridas en la interacción con el grupo social. Los humanos adultos también estamos 'hard-wired', como se ve por ejemplo en la dificultad de los adultos para aprender idiomas—pero menos que otros simios. Y así nuestro comportamiento es más flexible, más adaptable y culturalmente moldeable, dando lugar a tantas subculturas humanas como hay culturas, tribus, tribus urbanas, ambientes, profesiones, y nichos ecológicos en la academia.

Cito del capítulo sobre "La historia humana primitiva":

"Pese a que todavía no hayamos desvelado por entero la enorme complejidad del cerebro humano, los fundamentos fisiológicos de su crecimiento y del aumento de su complejidad podrían ser de hecho bastante sencillos. Hace ya mucho tiempo que se viene señalando que la cabeza de los chimpancés jóvenes se parece por su tamaño y forma a la de los adultos humanos, y que el grado de adaptabilidad de su comportamiento también presenta características similares. Los chimpancés adultos, por el contrario, poseen una cabeza de dimensiones comparativamente menores, y su forma es igualmente distinta, presentando al mismo tiempo una aptitud muy inferior para el aprendizaje y la adaptación. En el año 1918, y como consecuencia de estas observaciones, el anatomista holandés Louis Bolk sugería que quizá se hubiese puesto en marcha un proceso —al que él daría el nombre de 'neotenia'— por el que viniera a primarse la conservación de ciertas características infantiles, como la posesión de una cabeza grande (y por tanto de un cerebro de mayor tamaño), en la edad adulta. Y mientras las ventajas de este estado de cosas, es decir, de una mayor adaptabilidad, de unas mayores facultades para el aprendizaje y de una comunicación más sofisticada, siguieran superando a las desventajas de tener que gastar más energía y recursos en criar durante un prolongado período de tiempo a la prole en un adecuado entorno de circunstancias Goldilocks, el proceso habría seguido verificándose.

"Se cree que los seres humanos han vivido un proceso de neotenia que condujo a la conservación de las características juveniles en la edad adulta. Esto habría permitido que nuestra especie dedicara un mayor periodo de tiempo al aprendizaje. El precio que habría que pagar por esta particularidad se traduciría en una creciente vulnerabilidad de la descendencia en la etapa infantil. Si son muchos los animales recién ncidos, como sucede por ejemplo con los caballos y los antílopes, que poseen la capacidad de caminar y de unirse a la manada poco después del alumbramiento, en el caso de los bebés humanos, por el contrario, han de transcurrir muchos meses antes de que adquieran la capacidad de moverse de forma independiente. En consecuencia, los seres humanos tienen que dedicar un notable esfuerzo al cuidado de su descendencia, circunstancia que antes de que se asentaran en un mismo lugar durante un espacio de tiempo considerable, debió de suponer una carga particularmente importante."(267-68).


Sobre la flexibilidad cognitiva socializada, en el marco de una teoría "evo-devo" puede verse más aquí: "Más sobre la internalización de la interacción". La progresiva encefalización de los homínidos durante millones de años llevó a ideas caricaturescas sobre la evolución futura de la humanidad (esos seres del futuro cabezones y de piernillas delgadas, pseudo-marcianos oprimidos bajo un cerebro hiperdesarrollado). La reacción a la caricatura, junto con las teorías del equilibrio puntuado, hacía pensar a muchos en una estabilización de nuestra especie, que sería sustancialmente la misma desde su origen. 

Queda por explicar el salto cognitivo que se da entre los primeros homo sapiens y el homo sapiens moderno. Así, hemos podido pensar, en una línea por otra parte muy de Darwin y de Gould, que los humanos no evolucionaremos, sino que nos extinguiremos como especie siendo sustancialmente lo que somos. Esto, claro, es precipitado, y el futuro es impredecible. No podemos hacer abstracción del giro que vaya a dar a la evolución humana su propia intervención consciente en su diseño genético—es más que plausible que se diversificará la especie humana mediante diversas manipulaciones transgénicas, con mutantes artificialmente construidos. Pero, al margen de esta "auto-evolución" deliberada, hay una cuestión que señala Spier que podría contribuir a que el proceso de encefalización creciente, interrumpido por su techo natural hace cientos de miles de años, podría reanudarse, aun sin una intervención humana deliberada—sencillamente por la proliferación de cesáreas:

"La amplitud de la pelvis de las hembras de la especie humana ha venido imponiendo hasta épocia muy reciente una clara restricción al tamaño que podía alcanzar la cabeza de los bebés, y por consiguiente ha estado limitando el alcance y la extensión del proceso de neotenia. Desde luego, el incremento de la anchura de la pelvis femenina se habría visto igualmente sometido a las presiones derivadas de una selección positiva, de modo que lo lógico es que dicha anchura también se incrementara. No obstante, todavía hay actualmente, en los países ricos, cerca de un 20 por 100 de niños, si no más, que han de venir al mundo con la ayuda de una operación de cesárea, lo que significa que en el caso de esos niños la restricción queda eliminada. Y al variar esas circunstancia Goldilocks, cabe esperar que el proceso de neotenia vuelva a acelerarse."  (268)

Posiblemente no maduraremos nunca. Y la flexibilidad mental infantil está todavía mal estudiada. Quizá un día se utilice de modo más deliberado e informado que ahora, para orientar y potenciar la educación—pobres críos, niños al cuadrado, hijos de bebés demasiado crecidos.


 
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