Biescas bajo la luz amarilla
Publicado en Personales. com. José Ángel García Landa
Me acabo de leer La Noche con Alice, cuando Julia merodeaba por la casa, de
Botho Strauss. Género digamos Beckett/Kafka/Burroughs. Sin línea
argumental, sólo una sucesión de escenas más o menos grotescas o
análisis de psicologías donde la normalidad roza la anormalidad. Me ha
gustado un párrafo que dice así:
Una sola persona es sin duda un gigantesco montón, una colosal aglomeración de enlaces,
que lo conectan con mil otros ,en cada uno de los cuales por otra parte
están almacenados miles de enlaces más, que lo conectan con una
verdadera infinidad de muchos otros. Pues nadie pertenece a otro. Ya
nadie encaja bien en una historia aislada. Una persona huye donde la
siguiente. Ésta huye donde la subsiguiente. Y así sucesivamente. En
alguna parte, en medio del trayecto, en plena huida de uno al siguiente,
se detiene de pronto, pasamada en una figura quieta: entonces ya pasó.
Entonces ya no corres peligro. Conmigo nunca corres peligro. (68)
Pero
es difícil pensar que una persona que escribe con tanta voluntad de
estilo va a decir algo verdadero jamás. Si tuviese que contar nuestra
excursión a Biescas a la Botho Strauss. Sería necesario hablar del la
luz amarilla que invadía el pueblo, y que llevaba a los habitantes no
sólo a fotografiarse bajo ella, solos o en parejas, sino seguidamente a
especular sobre las razones de esa luz amarilla. O, quizá, nos
fijaríamos (pero no las parejas que se fotografiaban bajo la luz
amarilla) en cómo los niños no se fijaban en la luz amarilla,
enfrascados en juegos de ordenador, simulaciones bélicas. Y así había
muchos mundos distintos, bajo la ilusión de que todos convivían en el
mismo: el mundo de quienes fotografiaban la luz, el de quienes
especulaban sobre su naturaleza, y el de quienes la ignoraban. Otras
cosas eran ignoradas, o aparcadas, a veces frases, a veces trozos
inmensos de la geografía, o del tiempo. La atención requiere
seleccionar, subrayar, falsificar quizá. También la atención a los
otros. Y así la luz amarilla creaba su propia verdad, y su propia
mentira.
Encontré un poco cargante a Botho Strauss, quizá porque
todos podamos escribir párrafos como el anterior o como cualquiera de
los de su libro sin mayor necesidad de organización. Quizá sólo porque
compré erróneamente el libro creyendo que era una novela (quizá porque
se venda como si fuese una novela) en lugar de prosa poética. Poesía a
la manera de los cuadros de .... de ... un artista centroeuropeo cuyo
nombre no me sale ahora, imágenes desagradables llenas de gente
embarcados en actividades absurdas, una especie de desfile de ciegos de
Brueghel adaptado a la vida moderna.
Llegamos con tormenta, con
rayos cayendo alrededor "¡Mira ese! Ese es de los que lanza Tor, no de
los de Júpiter. Los de Júpiter se dibujan así rotos en el cielo, pero
los de Tor caen, Zas, como un bólido. Ese te fulmina en un momento". -
"Esperemos que no nos fulmine ninguno". - "Aquí en el coche estamos
seguros". - "Yo he visto otro" - "Y yo otro, ese ha caído justo delante
del coche". Y luego cayó tormentón como hace... diez años. 1996. "A mí
que no me entrevisten, les dije. Ya vale, podían hablar de otra cosa,
¿no? Es que de Biescas siempre van a hablar por lo mismo. Y fijo que te
sacan en las noticias al mismo señor andando desnudo de todas las
veces". "Bueno, es el que tienen. Es lo que tienen. Eso y el cabezazo de
Zidane". - "Sabes que los nenes han encontrado un videojuego nuevo.
Sale Zidane atacado por Materazzi, y le da un cabezazo, y luego atacan
cada vez más Materazzis, y los vas matando a cabezazos como si fuesen
marcianos, y ganas puntos". - "Sí, se ganan puntos". - "Siempre,
saltándose ligeramente las reglas, se ganan puntos".
Vemos a
Nolan trepar por los muebles, intentando saltar por la ventana. Se toman
medidas de redistribución de mobiliario. Es un niño invadido por los
moluscos: también a eso hay que buscarle solución. In the Flesh,
conocemos a Linza; en videoconferencia, a Elsa. No esperábamos verla en
Biescas, o desde Biescas, pero hoy la realidad se mueve de modos
inesperados. Alfonso contentísimo, Pilindrín, agotada. En la pantalla
vemos en un recuadro lo que pasa en Madrid, en otro el maremágnum de
caras de Biescas que aparecen y desaparecen del campo de la cámara.
También me escribo a mí mismo un correo adjuntando "CUBOS: nuevo método
de lectura", desarrollado por mi padre. Que me enseñó a leer, y a
escribir, en su escuela de Biescas. Hoy nos dice que la religión tiene
que evolucionar; le replicamos que Lutero ya dijo lo mismo hace cientos
de años. Aunque bien sé que, para quienes se han criado en la España de
Franco, Lutero y Luzbel son dos personajes apenas diferenciables,
emocionalmente hablando. En cuanto a mi madre, ahora es pintora (a
ratos) y me regala un cuadro del río Subordán. Hacemos todo un reportaje
fotográfico de Linza, y Blanquita baila ballet por el salón.
Y
bajamos oyendo hablar del diálogo del Presidente con la ETA. "Tu taza de
té", me dice ácidamente mi cítrica mitad. Más sorpresas al llegar a
casa. No podemos entrar en la cocina, casa tomada, y hay que desmontar
la cerradura. También el cerrajero acabará apareciendo por aquí,
inesperadamente.
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