Ayer tras la manifestación me pasé por la FNAC, por la sección de literatura francesa, a ver qué recuerdos me traía, y me hice con un libro que me pienso leer este verano, y hasta he prometido regalarlo: Suite française, de Irène Nemirovsky. Pero se habían llevado el último ejemplar de la primera edición que había el otro día... grr... un recordatorio más de que hay que actuar impulsivamente, seize the day.
También, en busca del tiempo perdido, aunque no lo encontré, compré À la recherche du temps perdu, en un volumen sólo, me llamó la atención, 2403 páginas. También ayer, más experiencias proustianas, leía en Speech Acts in Literature:
En cualquier caso comprendí la imposibilidad de saber de manera cierta y directa si Françoise me amaba o me aborrecía. Y así fue ella la primera que me dio la idea de que, al contrario de lo que yo había pensado, una persona no se presenta inmóvil y clara ante nuestros ojos con sus méritos, sus defectos, sus planes, sus intenciones para con nosotros (como un jardín al que miramos a través de una verja con todos sus límites extendidos ante nosotros), sino que es una sombra que nunca podemos penetrar, de la cual no puede haber conocimiento directo, sobre la cual formamos múltiples creencias, basadas en palabras y a veces en acciones, que no pueden darnos, ni las unas ni las otras, más que información insuficiente y en última instancia contradictoria – una sombra tras la cual podemos imaginar, con la misma justificación, que arde la llama del odio o la del amor.
O, sospecha más terrible, y más plausible, que quizá no arda ninguna llama: la de la indiferencia.
También me compré un disco de tangos de Calamaro, Tinta roja. Y esta noche estaré por el concierto de Noa. Vamos a Noa-Noa.
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