jueves, 18 de febrero de 2016

Retropost #652 (12 de diciembre de 2005): Gilgamesh y la escritura



El libro de John Battelle The Search termina muy adecuadamente creo, con el relato de cómo Google le hizo encontrar el poema de Gilgamesh: y de cómo así Internet sigue haciendo accesible universalmente un texto que nos habla desde la noche de los tiempos.

Recuerdo que compré el poema de Gilgamesh en una edición conjunta con el Bhagadav-Gita, y que si este último me resultó repugnante (al margen de su interés filológico), Gilgamesh era un poema impresionante, lleno de lugares memorables, y quedaba grabado en la memoria. Nada tan inolvidable como su principio:



Quien ha visto el fondo de las cosas y de la tierra
y todo lo ha vivido para enseñarlo a otros,
propagará su experiencia para el bien de cada uno.
Ha poseído la sabiduría y la ciencia universales,
ha descubierto el secreto de lo que estaba oculto.
Quien tenía noticia de lo anterior al Diluvio,
emprendió largos viajes, con esfuerzo y fatiga,
Y sus afanes han sido grabados en una estela.
Ha hecho levantar la amurallada Uruk,
el sagrado Eanna, el puro santuario.
Ha visto la muralla, trazada a cordel,
y el muro interior, que no tiene rival;
ha contemplado el dintel, que data de siempre,
se ha acercado al Eanna, templo de Ishtar,
que ni hombre ni rey podrán nunca igualar.
Ha paseado por las murallas de la ciudad de Uruk
y mirado la base, su sólida fábrica,
toda ella construida con ladrillos cocidos
y formada por siete capas de asfalto.

Uruk era Irak hace cuatro mil quinientos años. Habla Borges en su prólogo a la epopeya de Gilgamesh de "las muchas maravillas de este multiforme poema. La triste condición de los muertos y la búsqueda de la inmortalidad personal son temas esenciales. Diríase que todo ya está en este libro babilónico. Sus páginas inspiran el horror de lo que es muy antiguo y nos obligan a sentir el incalculable peso del Tiempo". Lo muy antiguo elevado al cuadrado, al comenzar ya con la mención de esas construcciones "que datan de siempre". Y a su vez el principio del poema mira al futuro, nos mira cara a cara diríamos, cuando hace alusión a su propia escritura, "sus afanes grabados en una estela" < en las piedras de Uruk se superponen el remoto pasado y el futuro impensable desde el cual estamos escuchando, hoy, lo que se mandó grabar en piedra. De la piedra a la tablilla, de la tablilla a la edición académica, al libro del cual he extraído estos versos, y luego al e-book o a los videojuegos. Ahora dicen los arqueólogos que han encontrado los restos de Uruk. Ya estaban aquí, claro. ¿Está rescatado ya Gilgamesh para la historia? Ahora que ya existen múltiples ejemplares, ¿existirá hasta el fin de los tiempos? Sea como sea, mientras exista, y quizá exista más tiempo que la humanidad, seguirá hablando impasible de la eternidad de las piedras y de la escritura, y de lo transitorio de la vida humana. "Su rostro era el de un hombre que llega de muy lejos". El texto y la imagen han sido desde entonces hasta ahora nuestra mayor aproximación a la inmortalidad: que se hable de nosotros tras la muerte, o hablar nosotros mismos con nuestros textos y grabaciones. La historia cuenta cómo Gilgamesh obtiene el remedio para lograr la inmortalidad, pero lo pierde por accidente... Menciona Battelle cómo la historia casi se perdió durante la destrucción de la biblioteca de Asurbanipal. Y aun si la biblioteca sobrevive, un libro puede perderse en ella para siempre (nos recuerda Borges). La biblioteca total, con el acceso total que prometen las herramientas de búsqueda, parece hoy a punto de conseguirse. Sería para muchos textos lograr la oportunidad de hacerse visibles a pesar de las siete capas de libros que tengan encima. Si hay alguien que los quiera digitalizar primero, y leer después. Un texto no buscado ni leído sigue enterrado para siempre en la oscuridad. Battelle imagina ya tejida la red universal de textos, la memoria humana escrita y digitalizada, y conectada mediante le búsqueda que a modo de segunda escritura la hace universalmente accesible: "And barring a revival of the Luddites or total nuclear war, this chain will most likely be unbroken, forever, into the future". Es un sublime tecnológico-textual: y hay algo ya de inhumano, algo de funerario, en todo texto, toda estela grabada en piedra, o toda máquina que habla sin una presencia humana tras ella. Y quizá en un futuro las máquinas lean a las máquinas, y a Gilgamesh, cuando ya no haya humanos interesados en el tema.
Así habla Ut-Napishtim a Gilgamesh:


¿Acaso construimos casas para siempre
y para siempre sellamos lo que nos pertenece?
¿Acaso los hermanos comparten para siempre?
¿Acaso para siempre divide el odio?
¿Acaso la crecida del río es para siempre?
¿Acaso el pájaro kulilu y el pájaro krippu
suben para siempre al cielo mirando al sol?
Los que duermen y los que están muertos se asemejan.
El noble y el vasallo no son diferentes
cuando han cumplido su destino.
Desde siempre los anunnaki, los grandes dioses, se han reunido,
y la diosa mammitu, creadora del destino, con ellos fija los destinos.
Los dioses deciden sobre nuestra muerte y nuestra vida,
pero no revelan el día de nuestra muerte. (X,vi)

Y así, el final del poema enfatiza más la eternidad de la muerte que la eternidad de las construcciones humanas y de la sabiduría transmitida por la escritura. Al final de su búsqueda, Gilgamesh no logra la inmortalidad, aunque sí logra que su amigo Enkidu regrese a conversar con él del mundo de los muertos y le cuente parte de lo que ha visto allí:


- Dime, amigo mío, dime, amigo mío,
dime la ley del mundo subterráneo que conoces.
- No, no te la diré, amigo mío, no te la diré;
si te dijera la ley del mundo subterráneo que conozco,
te vería sentarte para llorar.
- Está bien. Quiero sentarme para llorar...




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