miércoles, 24 de febrero de 2016

Retrato a la Justicia, y a la CNEAI


Varias veces me he metido en pleitos por causas nobles; unas veces los he perdido y otras los he ganado. Siempre me han costado dinero, nunca lo he ganado. Hoy me pasan las costas de un juicio que perdí el año pasado: seiscientos euros, a los que hay que sumar otros tantos y otros tantos de costes de abogados y procuradores.

Sin embargo los doy por bien empleados, porque por una de las cosas que llevé a juicio a la CNEAI es porque, al denegarme un sexenio de investigación, cometieron diversas irregularidades y despropósitos y le hicieron varios rotos al intelecto y a la justicia. Rotos que no se podían dejar pasar sin más.

La razón que ya me pudo, y que me obligó a recurrir la decisión de la CNEAI ante los tribunales, fue la que sigue. De mis cinco publicaciones escogidas como méritos a presentar, una era en español. (Otras también encontraron o inventaron razones para no valorarlas, pero centrémonos en este botón de muestra).

Nada extraño, que alguien publique algo en español. La convocatoria no decía nada contra esto. Miles de publicaciones se presentan en español a ser valoradas y no pasa nada. Los miembros de la comisión que me valoraron tenían todas sus publicaciones en español (y alguna en catalán), no en inglés.

Pero en mi caso alegaron que el español no era lengua apta para la difusión científica internacional. El español: la segunda lengua internacional del mundo, la lengua oficial de España y de esta comisión, la lengua que todos tenemos derecho a usar y obligación de conocer según la Constitución.

Esto me pareció ofensivo, por la desigualdad de trato en mi caso, pero ante todo por la ofensa a la lógica, a la lengua, a la justicia, y a la patria si me apuran. ¿Podría ser tan vil una comisión oficial de un ministerio español? Sí, podría.  ¿Podría recurrirse esto ante la Justicia española con visos de ganarlo? Ahí, ya....  no confiaba yo mucho, pero me parecía una batalla planteable, aunque sólo fuera por desautorizarles en este punto en concreto.

Aclararé que la publicación era en español pero no en España, sino en Alemania, en una serie multilingüe internacional, o sea, que el español aparecía allí precisamente como lengua de difusión internacionalmente aceptada, como no podría ser menos. (Y aparte el trabajo estaba, además, traducido al inglés, una circunstancia que por supuesto alegué y que fue IGNORADA LIMPIAMENTE por todas las comisiones y tribunales).

Antes del recurso a la "Justicia", el que perdí y ahora me cobran, correspondía un recurso de reposición a la CNEAI, que también presenté, contra la decisión de su comité de Filosofía y Filología presidido por cierto por el Dr. Francisco Collado, catedrático de mi departamento. Allí, la comisión dictaminó lo siguiente, reafirmándose en su decisión e intensificando el agravio para que no hubiese dudas:

Que el uso de la lengua española perjudicaba en efecto a la difusión del trabajo a nivel internacional, y también a nivel nacional, dentro de España.  

Se lo juro que no me lo invento.  Todo esto debe tener un sentido—al menos debe decir algo de las tragaderas necesarias como requisito número uno para ocupar cualquier puesto decisorio, administrativo o judicial, en España.

Por supuesto, la cuestión del uso de la lengua española también pasó limpiamente por la resolución final de los tribunales, sin una mención siquiera al asunto.  Volatilizarlo es la mejor manera de resolverlo por la vía de los hechos.  Que es lo que viene a ser la justicia en España, hasta sus últimas instancias—la vía de los hechos.

Pero pagaré los seiscientos euros de costas del tribunal con gusto, en un sentido, sólo en uno: en el sentido de no haber dejado pasar, en lo que de mí depende, semejantes fechorías intelectuales y jurídicas sin llevarlas a los tribunales. A que se retraten los tribunales también.




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