i. e. Writing Machines, de N. Katherine Hayles (Cambridge, MA: MIT Press, 2002), publicado en la serie Mediawork y diseñado por Anne Burdick. Está dedicado este libro a la materialidad de la forma impresa, y a cómo, a pesar de su familiaridad, el códex puede desfamiliarizarse y explorarse, y recodificarse, entre otras cosas mediante su interacción con la escritura electrónica. El libro es físicamente bonito, con alguna curiosidad, aparte de las debidas a la exposición del tema de la propia materialidad; por ejemplo, en el lado del libro contrario al lomo se hacen visibles las palabras "Writing" si se arquea el libro hacia un lado, y "Machines" si se arquea hacia el otro. Vamos, que hasta en las cosas más familiares puede buscarse un aspecto no visto hasta ahora.
Decía Cory Doctorow que "un libro es el envoltorio de papel que contiene un libro dentro", y hay ahí algo de verdad; la obra no está atada a la forma de códice impreso. Pero es una verdad que se contradice con las verdades de Hayles ( o las de "medium-is-the-message" McLuhan), para quien los libros son un medio muy específico y son productos de ese medio hasta la médula. En otro ensayo (que ha aparecido en Literatura y Cibercultura) Hayles polemizaba también contra los apóstoles de la virtualidad, que olvidan la necesaria base material de todo fenómeno comunicativo por virtual que éste sea. Virtuales son, por cierto, los bits of fiction de una novela, mientras que los bitios son materiales.
Quizá la respuesta a estas verdades incompatibles sea ésta: unos libros están más atados a su materialidad que otros, y algunos de sus elementos más que otros. Si el libro es descomponible (fenomenológicamente o semióticamente) en una serie de niveles o estratos, algunos resultan estar más gobernados por su medio que otros, e interactúan con él más que otros. Un libro experimental, como los que comenta Hayles aquí, tipo Lexia to Perplexia, de Talan Memmott, o A Humument: A Treated Victorian Novel, de Tom Philips, o House of Leaves, de Mark Z. Danielewski, hará mucho por la tesis de Hayles, pero por allí no se investiga provechosamente su refutación o contradicción. Que también es verdadera.
En suma, Hayles sostiene que una tecnología de escritura determinada es una "máquina de escribir" que no sólo crea una determinada perspectiva sobre un tema, o una articulación del mismo, sino que también crea sujetos ficticios asociados a esa representación, conectando al lector a esa tecnología y proporcionándole una serie de roles para interactuar con ella que redefinen lo que es escribir, leer, interpretar, y ser humano. Para Hayles, como para Ong, las tecnologías se interiorizan y afectan a la manera en que la consciencia refleja y articula la realidad. "Consciousness alone is no longer the relevant frame but rather consciousness fused with technologies of inscription" (117). Esta frase recoge muy bien la tesis central del libro, aunque se refiere a un caso concreto, House of Leaves, donde Hayles discute lo que llama "remediation", un fenómeno semiótico primo hermano de la intertextualidad y de la adaptación, que consiste en una representación filtrada sucesivamente a través de varios medios y tecnologías de inscripción — por ejemplo, la narración de cómo algo que un personaje dijo se grabó y se transcribió luego por escrito y a continuación se filmó ese manuscrito en una película que ha servido de base para esta edición electrónica... La remediación, que tiene cerca de un 80 por ciento en común con la "intermediality", es uno de los remedios para la exploración de las posibilidades de un medio, o de varios medios en relación uno con otro. Cada vez más cosas nos llegan remediadas en este sentido, no hay otro remedio. Así, House of Leaves, por extraña y recherché que parezca, se convierte, como ya lo hizo Tristram Shandy, en la más típica de las novelas.
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