En Ann Arbor me enlazan la bibliografía. En el catálogo en red Mirlyn
de la Universidad de Michigan.
Me trae a la memoria de cuando les ponían nombres a los ordenadores en
las universidades, a modo del malvado Hal 9000 creado supuestamente en
la universidad de Illinois. En Brown allá por los 80, cuando Hal estaba
en el pasado en la ficción y en el futuro todavía en la realidad,
se llamaba Josiah el catálogo. En nuestra universidad seguíamos con los
ficheros de fichas, que aún siguen por ahí creo. Se acumulaban los
libros y no daban abasto a ficharlos; aún ayudé yo a los bibliotecarios
a fichar varios cientos o quizá miles de libros en mi máquina electrónica recién
comprada—que aún no se usaba ordenador por entonces. A la vuelta de América estuve en
una comisión de bibliotecas en la Facultad, cuando se puso en marcha la
informatización de nuestra biblioteca. Así que mis viejas fichas tecleadas ahí
irán acumulando polvo.... Pero no me he librado de fichar libros, que
ahora van todos a las fauces insaciables de la bibliografía, ese loose baggy monster. También
obsoleta a su manera, la bibliografía—pero sin embargo me hace ilusión
cuando me la enlazan en un sitio de cierto prestigio como es el caso
hoy. Aunque sea en una edición atrasada, y se acumulen las
obsolescencias. Hoy me leía unos números recientes del European English Messenger y me
sentía yo mismo un tanto desenlazado de la profesión, con sus congresos
y sus publicaciones, y sus proyectos de investigación... Aunque algo de
todo eso hago, pero me reconozco más en estas actividades un tanto más
dudosas o marginales—blogs, bibliografías, autopublicaciones varias.
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